Oración Cívica a Guatemala
Noble matrona, de manto azul
y azul corona.
José Martí
Patria, estamos de pie, con los corazones en las manos, sintiendo tu presencia magnifica. Hablas, y es tu palabra un vuelo de quetzales; extiendes los brazos y hay calor para nuestros cuerpos; abres las manos, y derramas sobre todos nosotros dádivas innumerables; alzas el rostro radioso, y se confunde con el cielo azul, entre sonrisas de nítida albura, y el sol de la libertad esplende en tus ojos.
No más seas la Níobe(1) ciega y llorosa, que perdiera a sus hijos entre las sombras de la abyección y el despotismo; antes Themis, la temida, con la espada presta a cortar las manos que quisieran ser dogal en la garganta de tu pueblo, las cabezas que urdieron intrigas para confundir a los patriotas, alzaran horcas caudinas para abatir tu dignidad, fundieran el hermoso metal de tus entrañas para moldear yugos de oro.
Que tus hijos sean como un bosque de pechos; los pies firmemente asentados en el levantado suelo de tu integridad territorial, los brazos tensos en el trabajo cotidiano, los ojos abiertos a la esperanza, nidos de amor los corazones, las frentes resplandor de dignidad.
Madre en cuyo seno vivimos, con el volcán y la mariposa, con el jaguar y el río ondulantes, con el árbol y el celaje, con el mar y la amada joven, con los pájaros en recreo y el pensativo ciprés, con la rosa grácil y el nutritivo maíz, con la miel rubia y la piedra labrada de los mayas, con el indio de barro y el huésped extranjero de obsequiosa sonrisa, con la tradición colonial y el futuro inminente de la posguerra.
Madre Patria, escucha nuestro voto tembloroso; nunca nos creímos más cerca de ti, en solidario coro, en ronda amorosa; nunca más inquietos, más responsables de tu vida y la nuestra, más fuertes y a la vez más inseguros, entre la espada y la pared, en la encrucijada del destino, en la hora cero de nuestra existencia.
Madre Patria, en tu día de fiesta, bajo el azul del cielo que copia tu manto y tu bandera, bajo el signo alado del quetzal, en el viento libre de esta mañana de septiembre que orea el recuerdo de tu independencia, escucha nuestro voto tembloroso; estamos dispuestos a luchar por ti y a caer en la lucha, si los hados nos son adversos, besando tus plantas de única señora.
Di tu palabra ahora, que ha de darnos vigor para la lucha; alza tu brazo invencible; sonríe a tus hijos congregados; ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte amén.
David Vela
El Imparcial, septiembre 15 de 1,944
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