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lunes, 14 de julio de 2014

Juan José Arévalo Bermejo, Dos Palabras a los Norteamericanos



DOS PALABRAS
A LOS NORTEAMERICANOS

La fábula del tiburón y las sardinas,
fue traducida al inglés por la señorita June 
Cobb (norteamericana) y por el doctor
Raúl Osegueda. La empresa editora Lyle
Stuart, de Nueva York (225 Lafayette Street),
 lanzó la edición norteamericana a mediados
 de septiembre de 1961, con el título 
The shark and the sardines. Para esa 
edición fue escrito exprofeso por el propio 
autor de la Fábula,  el siguiente prólogo:

Llega a vuestras manos un libro combativo. Un libro que combate la conducta del Departamento de Estado hacia los pueblos de la América Latina durante el siglo XX. No se denuncia en él a los Estados Unidos como nación, pues sus destinos están identificados con la democracia contemporánea. Tampoco se culpa al pueblo norteamericano, víctima, como nosotros, de una política imperialista, promotora de negocios, multiplicadora de mercados, acumuladora de dinero.

No fue esa la ideología de los primeros gobernantes de vuestra nación. Los Estados Unidos nacieron ante el mundo como un conglomerado que se inspiraba en ideales de libertad individual, de bienestar colectivo y de soberanía nacional, Protestantes, católicos o masones, aquellos hombres del siglo XVIII se movieron con visible pasión de dignidad, que mereció la admiración y las simpatías del mundo entero. Valoraron todas las formas del trabajo, admitieron extranjeros de todas las procedencias, y en las horas de peligro defendieron sus cosechas lo mismo que sus hogares y la intimidad de sus conciencias. Iban a la iglesia con la frente levantada y fundaron colegios para que los hijos avanzaran por el camino de la perfección. Valores morales sirvieron como fuerza motora en los días de la independencia. Estos mismos valores, admitidos por la masa republicanas, figuraron entre las normas de gobierno. La nación se caracterizó por una grandeza de ánimo, y ciertamente grandiosos fueron la gesta militar y los textos de la nueva ley. El mundo asombrado, aplaudía desde París, en vísperas del gran incendio europeo.

 Pero en el amanecer del siglo XX, el gobierno de la Casa Blanca adoptó otra política. Un genio de las finanzas, llamado Rockefeller, transfirió al Estado norteamericano su saber, sus sentimientos, sus apetitos. La grandeza de ánimo deviene entonces sed de dinero. El gobierno desciende a simple promotor de negocios y a protector de ganancias ilícitas. La ciencia a las ciencias sera, desde entonces la Contabilidad. Su lógica, un Nuevo Órgano, su instrumento de persuasión, serán los cañones. Era ya un Estado diferente. No uno religioso ni uno jurídico, ni siquiera uno político: era un Estado mercantil; una gigantesca sociedad mercantil con todo el aparato de una gran potencia mundial. Se abandona la tradición jurídica europea y se olvida el moralismo norteamericano. Los Estados Unidos serán desde entonces, una empresa fenicia, una República de cartagineses, Washington y Lincoln lloraban, avergonzados, desde ultratumba.

La víctima inmediata fue América Latina. Ante los millonarios norteamericanos convertidos en Gobierno, la América Latina aparece como presa fácil, como "el gran negocio". Los habitantes de esta parte del mundo pasamos a ser mirados como "braceros" internacionales. La explotación plural se dirige con inteligencia, con astucia, con precisión de reloj, con frialdad "científica". con dureza y con una gran altivez. El río de los millones corre de sur a norte, aumentado cada año su caudal.

Los Estados Unidos se engrandecen materialmente mientras América Latina detiene su propio progreso. Y cuando algo o alguien intenta estorbar a los banqueros o a las compañías, entonces se echa mano a la infantería de marina: Panamá, 1903, Nicaragua, 1909, México y Haití, 1914, Santo Domingo, 1916, junto al aparato militar se ponía en marcha un un nuevo sistema de "revoluciones criollas", financiadas por la Casa Blanca o por Wall Street, que ya entonces eran lo mismo. Y así llegamos hasta el escándalo internacional del atraco a Guatemala, en 1954, dirigido por el señor Foster Dulles, con visto bueno presidencial.

Norteamericanos amigos: esta es la historia, la verdadera historia, la más breve historia posible.

Los latinoamericanos, que sufrimos como nadie un tal cambio de filosofía política y los consiguientes golpes, no pudimos seguir siendo amigos del Gobierno de los Estados Unidos. Fue una amistad que, ciertamente, podría volver a establecerse. Pero para ello se necesita que la Casa Blanca cambie de opinión acerca de nosotros, y que cambie de conducta. Nosotros esperamos un nuevo trato político. No queremos seguir por esta pendiente que nos lleva derecho al coloniaje, por disimulado que sea. tampoco queremos ser República de traficantes, Tampoco factorías de tipo africano.

Los latinoamericanos estamos luchando para que la mentalidad de los hombres de empresa no se confunda ni se coludo con la de hombres de Estado. El ejemplo norteamericano ha sido funesto para nosotros. Sabemos que un gobierno que usufructúa negocios está incapacitado para procurar la mayor felicidad posible a la mayor cantidad de compatriotas. Cuando los hombres de negocios se convierten en gobernantes no hay posibilidad de justicia social, ni siquiera de hablar de ella. Hasta la mínima y epidémica "justicia" de los tribunales comunes se corrompe. Somos en eso todavía españoles, tercamente españoles. No hemos dejado de ser católicos ni hemos dejado de ser románicos. No concebimos la vida privada sin amor, ni la vida pública sin hidalguía, ni la educación de nuestros hijos sin ideales ascendentes. Si vosotros queréis ser nuestros amigos tendréis que admitirnos así como somos. No os empeñéis en remodelarnos a vuestra imagen y semejanza. la civilización mecánica, el progreso material, la técnica industrial, la riqueza fiduciaria, el confort, los hobbies: todo ello también cuenta en nuestros programas de trabajo y de solaz. Pero no esta allí para nosotros la esencia de la vida humana.

Tales son, amigos norteamericanos, los motivos por los cuales concebí esta FÁBULA DEL TIBURÓN Y LAS SARDINAS. Es un libro escrito con indignación pero envuelto en sedosa ironía. Denuncia la farsa de los "tratados internacionales", cuando los tratantes son un tiburón y una sardina. Denuncia el sistema diplomático panamericano: precioso instrumento al servicio del tiburón. Denuncia la idea panamericana de "patria hemisférica" ardid jurídico que conduciría fatalmente al establecimiento de un imperio de Polo a Polo. Denuncia el trasiego de riqueza que va monótona y torrencialmente de sur a norte. Denuncia la existencia de un terrible sindicato de millonarios, cuyos intereses radican incluso más allá de los Estados Unidos. denuncia la subordinación de la Casa Blanca a este sindicato. Denuncia la conversión de vuestros militares en vulgares policías del gran sindicato. Y a título de ejemplo se analiza el curso de Nicaragua, obligada por los Estados Unidos a firmar en 1914-1916 un tratado que contraviene todas las leyes escritas y todas las leyes morales.

Este libro amigos del Norte, ya fue leído en toda América Latina. Leedlo ahora vosotros, y tomadlo como voz de alarma dirigida a ese gran pueblo norteamericano que todavía no sabe cuantos crímenes se cometieron en su nombre.

JUAN JOSÉ ARÉVALO
Caracas, 1961.

Fabula del Tiburón y las Sardinas
Juan José Arévalo
Editorial Palestra
Colección: Vertientes de Libertad
1965
Uruguay

jueves, 8 de mayo de 2014

José de Pineda Ibarra y la Imprenta en Guatemala



I

INTRODUCCIÓN

Con motivo de cumplirse el tricentenario de la muerte del impresor que laboró en Guatemala, José de Pineda Ibarra, acaecida en Santiago de Guatemala, el 2 de octubre de 1680, el Comité encargado de conmemorar dicho acontecimiento, considera de gran importancia y utilidad divulgar los hechos conocidos más sobresalientes en el trascendental quehacer de dicho impresor.

De allí emana la razón de redactar en brevísima semblanza, para darla a conocer al público en general y particularmente a los estudiantes, toda vez que no es fácil tener a mano los datos biográficos de este impresor a quien tanto deben varias generaciones que cotidianamente se superan a través de la letra impresa en nuestro medio, herencia de quien, entre más abnegado, más desconocido es en nuestro medio.

Recordemos que en el siglo XVII el milagro de la difusión de la cultura a través de la imprenta debía sentirse todavía relativamente cercano en el tiempo. Juan Gutenberg había creado la imprenta de tipos móviles a mediados del siglo XV, en Maguncia hacia 1440. De Alemania, este sistema de impresión se extendió por el resto de Europa con relativa rapidez, habiendo penetrado en España aproximadamente en 1468.

En 1539 cruza el Atlántico para establecerse la primera imprenta en la ciudad de México; a Lima, llega en 1584 y a Puebla, en la Nueva España, en 1640. Guatemala fue, por consiguiente, la cuarta ciudad, de las posesiones españolas en América que contó con imprenta según veremos más adelante, pues la obtuvo en 1660.

Lo que creemos digno de señalar, es la enorme e incalculable relevancia que la imprenta tuvo para la difusión de la cultura. Si por un momento pensamos en los meses de trabajo que a un copista le tomaba reproducir a mano un ejemplar de cualquier obra, es preciso notar la diferencia operada mediante el uso de la imprenta, por medio de la cual se podía reproducir el número de copias que se deseara en un tiempo admirablemente más corto, haciendo llegar la cultura a muchos lugares a precios más asequibles, porque las copias hechas por los amanuenses únicamente podían pagarlas determinadas instituciones o personas de amplios recursos económicos. Es por ello que nunca será suficiente insistir en los beneficios que la imprenta ha aportado a la humanidad, facilitando que la cultura, en el más amplio sentido del término, pudiera llegar a mayor cantidad de personas, lo cual es aún más verídico cuando los recursos tecnológicos cada vez más han simplificado, a la vez que tecnificado y acelerado la publicación de la impresión de libros, revistas y periódicos que circulan diariamente por millones, llevando todo tipo de información al público lector en todo el mundo, amén de material didáctico y libros de primeras letras que llegan a conocimiento de la niñez.


Fotografía de la réplica de una imprenta del
siglo XVII que se encuentra en el Museo
del Libro Antiguo, Antigua Guatemala

II

INTRODUCCIÓN DE LA IMPRENTA
EN GUATEMALA

El Reino de Guatemala vivió en el siglo XVII un periodo de gran florecimiento cultural, característico de una sociedad que habia madurado lo suficiente para producir obras de gran interés en muchos campos de la ciencia y el arte. Pudiera decirse que Guatemala comenzaba a encontrarse a sí misma, lo cual puede percibirse en la arquitectura, en la escultura, en la pintura, en la historia, en la lingüística y en la literatura. De allí que la presencia de la imprenta en Guatemala fuera vista como algo ineludible y lógico, siendo el obispo fray Payo Enríquez de Rivera el factor final y decisivo para la obtención de este importante beneficio cultural para Guatemala.

En todo caso, sabemos que muchas instituciones y personas particulares en Guatemala habían tratado de obtener una prensa de imprimir en el Reino. Sin embargo, fue fray Payo quien tomó la decisión de aportar el dinero necesario para comprar dicho tórculo y contratar al primer maestro impresor, aprovechando la experiencia y conexión que en tal campo tenía el fraile franciscano, residente en Guatemala, fray Francisco de Borja, miembro de una familia ilustre de impresores en España y la Nueva España.

Efectivamente, se comisiona a este personaje para marchar a Puebla, ciudad en donde su familia tenía establecido un taller de imprenta; compró la prensa y contrató al impresor a mediados de marzo de 1660, costando el tórculo $1538 y un real, dinero que recibió José de Pineda Ibarra de fray Borja, quien debería proporcionarle posteriormente el dinero necesario para trasladarse él y su familia, asi como la prensa, a lomo de mula, desde Puebla hasta Guatemala. De esa manera José de Pineda Ibarra viajó trabajosamente, en pleno periodo de lluvias, desde el altiplano central de México, en Puebla, hasta la ciudad de Guatemala, a donde llega el 16 de julio de 1660.




III

JOSÉ DE PINEDA IBARRA

El primer impresor venido a Guatemala, nació en la ciudad de México hacia 1629, hijo legítimo de Diego Ibarra y Juana Muñiz de Pineda, ambos posiblemente criollos o españoles americanos, pertenecientes a la clase media de la época. Su aprendizaje lo realizó en la imprenta de doña Paula de Benavides, viuda del también impresor Bernardo Calderón, así como en el conocido taller de Hipólito de Rivera. Posteriormente marcha a Puebla, ciudad en la que había un cierto auge tipográfico, en donde contrae matrimonio con María Montez Ramirez, natural de esa población, llegando a tener el grado de maestro impresor, debiendo contar con prestigio y experiencia, desde el momento en que fué escogido por fray Francisco de Borja para contratarlo y traerlo a Guatemala.

Una vez establecidos en Guatemala tanto él como la imprenta, muy pronto, pues en noviembre del propio año 1660, salió el primer impreso conocido que se haya editado en Guatemala, siendo éste un sermón predicado por fray Francisco de Quiñónez, el 4 de octubre del mismo año. En 1661 nació, ya en Guatemala, el único hijo que le sobreviviera y heredara el taller de imprenta, siendo este Antonio de Pineda Ibarra.

De la documentación conocida podemos sacar en conclusión que debió dedicarse no solamente a la impresión, sino también a la encuadernación y a la venta de obras religiosas, literarias e históricas, tanto nuevas como de segunda mano, así como a vender la obras impresas de su propio taller. Vivió y trabajó en una casa que estaba situada en los portales junto al Ayuntamiento, que había adquirido a censo de las monjas de Santa Catalina, y aproximadamente en donde se encuentra colocada una placa conmemorativa de bronce. Al otorgar su testamento el 31 de agosto de 1680, dice estar en cama y enfermo; habiendo fallecido, como ya hemos dicho, el 2 de octubre del mismo año. Del aludido testamento se desprende la pobreza en que murió este primer impresor, así como en lo relacionado con la imprenta; manifiesta textualmente lo siguiente:

"Item, declaro que dejo una imprenta aviada de todo lo necesario para trabajar y toda la herramienta que es menester para encuadernar, la cual dejo a mi hijo, el dicho Antonio de Pineda, para que gozando los frutos de ella, vaya pagando lo que pudiera de lo que debo".

De los datos anteriormente apuntados, podemos también colegir que José de Pineda Ibarra vivió poco más de cincuenta años, de los cuales veinte transcurrieron en Guatemala, habiendo llegado a ésta en su juventud, cuando frisaba los treinta años, es decir, en un momento de plenitud física e intelectual, que le capacitaron para realizar la tarea cultural que ocupó.

Infortunadamente se desconoce cómo era físicamente nuestro primer impresor, circunstancia muy usual en esa época, ya que únicamente los grandes personajes llegaban a ser retratados, por consiguiente, toda representación suya es totalmente imaginativa. Lo único que puede aportar algún dato adicional sobre su persona es la firma de complejo trazo que conocemos por alguno de los documentos por él signados, si bien la firma de su hijo Antonio es aún más complicada, como característica del periodo barroco.




IV

ACTIVIDAD DE LA IMPRENTA
DE LA FAMILIA PINEDA IBARRA

Los trabajos de impresión del primer taller editorial de Guatemala abarcaron poco más de 60 años, que corren desde 1660 hasta la muerte de Antonio Pineda Ibarra, ocurrida en 1721, desconociéndose, a partir de ese momento, el destino que tuvo el primer tórculo venido a Guatemala, pero que debemos suponer que fuera adquirido por algunos de los dueños de nuestros talleres abiertos a partir de 1715. De dicha prensa salieron importantes obras tales como Explicatio apologética, voluminosa obra de 755 folios, redactada por fray Payo Enríquez de Rivera en 1663; La Thomasiada, obra poética escrita por Diego Sáenz de Ovecurri, publicada en 1667, que consta de 261 folios. También alcanzó bastante difusión el Manual para administrar los santos sacramentos de don Nicolás Alvarez de Vega, que alcanzó dos ediciones, una de 1665, otra en 1689. Aparte de los libros, el grueso del trabajo realizado consistió en cartillas, catecismos y novenas, para lo cual los Pineda Ibarra obtuvieron una concesión de 1660 a 1667 y otra a partir de 1711; en suma, José de Pineda Ibarra llegó a publicar 69 impresos y su hijo 41, que hacen un total de 110 impresos. Asimismo, entre otras cosas, imprimían tarjetas de graduación universitaria, en las que se hacía constar los temas sobre los cuales versaría el examen de los graduados, la fecha y hora en que sostendrían la prueba; también figuraban los nombres de las autoridades universitarias y de las personas a quienes se dedicaba el acto académico.

Aparte de lo anterior ya hemos dicho que también vendían libros nuevos y usados, realizaban trabajos de encuadernación, tanto de las propias publicaciones como por encargo de particulares, lo que los hizo ser editores, impresores y libreros.

Vale la pena mencionar que los caracteres de letra utilizados en este primer taller, fueron de tipo renacentista, para cuando se había revivido las elegantes letras de tipo romano que dentro de su sobriedad guardaban gran elegancia y belleza que se siguieron usando en pleno barroco. Alguno de los trabajos, particularmente las tarjetas de graduación iban acompañadas de pequeños grabados hechos en madera que debieron ser diseñados por artistas guatemaltecos anónimos.




Luis Lujan Muñoz
Semblanza de José de Pineda Ibarra
Editorial José de pineda Ibarra
Ministerio de Educación Pública
1980

jueves, 20 de febrero de 2014

La Batalla del Pinar en los Llanos de Olintepeque



LA BATALLA DEL PINAR EN LOS LLANOS DE OLINTEPEQUE

Por enero de 1524 entró don Pedro de Alvarado en el territorio que iba a ser el Reino de Guatemala, liderando una recia batalla en Soconusco, y no ha faltado quien supiera, sin fuente segura, que los quichés se adelantaron hasta allí a presentar combate, advertidos de la entrada de los españoles, y otros extreman la suposición para hacerlos figurar en la batalla de Tonalá.

Con el Adelantado venían sus hermanos Jorge, Gonzalo y Gómez, y sus primos Fernando y Diego -todos Alvarado-; don Pedro Portocarrero -su mano derecha en la campaña- el artillero Diego de Usagre, valiente y experimentado en su arma; y dos curas evangelizadores, Juan Godínez y Juan Díaz. Según Alva Ixtlilxochitl, desde el 6 de diciembre de 1523 salió Alvarado de México, con más de trecientos españolesy diez mil indígenas que por mitad proporcionaron Quauhtemoc e Ixtlilxochitl.

Después de haber sometido a la gente de Xetulul -hoy Zapotitlán- en la región noroeste de nuestro actual departamento de Suchitepéquez, resolvió Alvarado buscar a los quichés en el propio corazón de dicho señorío indígena, aprovechando informes recabados por sus interpretes en el sur.

El 19 de febrero de ese año de 1524 avanzaron los españoles por las escarpadas riveras del río Salamá; se dice que pernoctaron en Palajunoj, sitio adornado por una graciosa leyenda que, para balancear las leyendas indígenas, evidencia el fondo supersticioso de los españolee. Se cuenta que unos "enviados" quichés pretendieron matar ahí a don Pedro de Alvarado, mas los detuvieron dos hechos milagroso: cerca de la tienda del Adelantado vieron a una niña blanca, que parecía caminar suspendida, arriba del suelo, como fantasma, y no los asustó sino los dejó suspensos; interpretando los españoles que la aparición de la Virgen, cuando niña, protegía a don Pedro de Alvarado. Insistieron los indios en su intento, pero entonces fue una paloma sin pies, irradiando suave luz, el portento que los inmovilizó; comentóse que el Espíritu Santo había descendido para proteger a don Pedro, habida cuenta de que el propósito primordial o pretexto de la conquista, era ganar almas para la cristiandad, aunque de una vez las enviasen al cielo, porque la cruz del pomo servía tambien para mejor empuñar la espada.

Dos cartas de Alvarado a Cortés se publicaron en Sevilla en 1525, siendo el primer documento impreso sobre la conquista de Guatemala, en forma de carta de relación. El Adelantado dirá que hicieron huir a los indígenas, mas parece que estos en vez de huir, atraían a los españoles hacia un terreno anfractuoso, favorable a su táctica y donde no pudiese maniobrar fácilmente la caballería. Tanto es así, que lo entendieron Alvarado y sus gentes, e imitaron su treta: hicieron creer al enemigo que se consideraban derrotados o al menos emprendían una retirada forzada y súbita y, cayendo en la trampa, "los indígenas los persiguieron hasta la cola de los caballos" -según frase de Alvarado-, hasta el llano donde podía actuar la caballería con eficacia y libertad.

Ya espantaba bastante a los indígenas la sola presencia de los caballos y, por otra parte, la artillería bien emplazada y con suficiente movilidad haría más destrozos, aunque el espanto causado por el cañón atronador como el trueno no correspondía a la efectividad de sus disparos entre los árboles, que ofrecían suficiente protección a los nativos. Alvarado dice, no obstante, que allí "se hizo un alcance y castigo más grande"; se refiere a la batalla del llano de Olintepeque, precisamente en el lugar llamado el Pinar y dice que "en esa batalla murió uno de los cuatro grandes Señores de esta ciudad de Utatlán que venía como capitán general de toda la tierra, y yo me retraje a las fuentes y allí senté real aquella noche, harto fatigados españoles y caballos y muchos heridos".



Los españoles decidieron descansar en los llanos que la crónica indígena llama Pachaj -El Pinar-, pero pronto les llegó el rumor del ejercito de Tecún Umán (los indígenas acostumbraban hacer gran estruendo antes de presentar combate, para dar oportunidad al enemigo de calcular sus fuerzas y rendirse oportunamente); el manuscrito de Otzoyá o Ixcuin Nihaib, dice: "...este capitán traía gente de muchos pueblos, que eran todos diez mil indios, todos con sus arcos y flechas, hondas, lanzas y otras armas..." Según otras crónicas, a los diez mil soldados quichés se agregaban otros de tribus aliadas para la defensa de la tierra.

El Memorial de Tecpán-Atitlán o Anales de los Cakchiqueles, es muy parco y digno de informar sobre toda la campaña, pero su breve relato tiene la importancia de registrar la fecha de la batalla en la que murió Tecún Umán: "La suerte fue adversa para los defensores de la tierra este día 20 de febrero de 1524... Fueron destruidos los quichés por los castellanos. Su jefe Tonatij Avilantado -Adelantado- Pedro de Alvarado, conquistó todos los pueblos"; permite inferir, pues, que la batalla decisiva y la muerte de Tecún Umán ocurrieron el 20 de febrero de 1524.

David Vela
Temas Cívicos
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación
1962

jueves, 24 de octubre de 2013

El Caso de Belice, Parte 2 El Tratado Godolphin 1670 y la Paz de Utrecht 1713


Parte II

El Tratado Godolphin - 1670 y la Paz de Utrecht -1713

En 1670 se firma en Madrid el tratado de Godolphin, suscrito por el plenipotenciario inglés, William Godolphin y el español, Gaspar Bracamonte y Guzmán. En este tratado, entre otros temas, España termina por reconocer la soberanía inglesa sobre todas las tierras situadas en las "Indias Occidentales" (América) que estuvieran bajo control administrativo británico, "todas las tierras, islas, colonias y dominios situados en las Indias Occidentales...que el rey de la Gran Bretaña tiene y posee al presente", importante el hecho de que no queda especificado en dicho Tratado cuales eran estas tierras. 

Cuando alrededor de dos años después la reina de España emitió una cédula contra la piratería, en la cual ordenaba confiscar todos los barcos cargados con palo de tinte; entonces los ingleses, para defender el derecho (que no tenían) a exportar la madera trataron de reclamar lo pactado en el Tratado de 1670, sosteniendo que los Establecimientos ingleses en Yucatán y por ende el ubicado en lo que hoy es Belice, quedaban comprendidos en dicho Tratado en virtud del uso y ocupación efectivas. (Pero Inglaterra no tenía ninguna colonia o establecimiento oficial en todo el litoral del golfo de Honduras)

España por supuesto rechaza este punto de vista y alega que solo el hecho de habitar una tierra no es en esencia poseerla y que ella no había perdido la soberanía sobre estas regiones. Lo que los ingleses buscaban era justificar y con ello legalizar por así decirlo las usurpaciones cometidas, alegando que las tierras no estaban habitadas por españoles; Godolphin le termina dando la razón a España, ya que de apoyar lo reclamado sería reconocer a Inglaterra el derecho de colonizar tierras propiedad de la Corona Española no habitadas, sería llegar al mismo absurdo de reconocer que España tendría el mismo derecho de colonizar los montes y ríos de la Inglaterra deshabitada; por otro lado Godolphin recomendaba que el corte de madera se hiciera encubierto y a trasmano (under hand), y trato de convencer a España para que aceptara tal practica.

Sir William Godolphin
Un mes después de la carta de Godolphin, la Reina de España expidió otra cédula declarando piratería la ocupación no autorizada, y el comercio con las Indias Occidentales. "A partir de entonces la actitud británica fue de un aparente reconocimiento incuestionable de la soberanía española; acompañado, durante más de cuarenta años, de esfuerzos patéticos para inducir a España a conceder el privilegio del corte de madera"1.

A pesar de dicho Tratado, la Corona Inglesa continuaba protegiendo abiertamente a los piratas, los cuales se internaban en territorios de Yucatán, Campeche y Guatemala. Así, en el año de 1696, se apoderan de la isla de Tris en la laguna de Términos (actualmente se le conoce como Isla del Carmen, Campeche). La gota que derrama el vaso, y el virrey de México, por ordenes del Rey de España, envía contra ellos una expedición al mando de Alonso Felipe de Andrade, quien de manera brillante derrota a los ingleses y los desaloja de la isla en el año 1717 después de 21 años de ocupación.

La Paz de Utrecht 1713

Ya en 1713, España había sentado definitivamente su interpretación del Tratado de 1670, en el sentido de que quedaban excluidos de dicho tratado los "Establecimientos Madereros". Las proposiciones presentadas para el tratado de Utrecht por parte de Lord Lexington quien, mas o menos tenía la misma línea que la de Goldphin, contiene, según Alder Burdon, "una abyecta confesión de culpa de la Gran Bretaña y el propósito de sujetar el corte de palo a la licencia y al buen comportamiento". Los artículos propuestos por Lexington no fueron incluidos en el tratado, sino que más bien se introdujo una cláusula de redacción ambigua en la que parecía reconocerse ciertas "libertades y facultades a los ingleses existentes antes del tratado, y que más tarde sirvieron de base a la argumentación inglesa de que dicha clausula reconocía los derechos de Inglaterra sobre Belice".2

De 1717 a 1729 se desarrolla en Europa la guerra entre España e Inglaterra, durante la cual España sostuvo que los frecuentes hechos de armas e incursiones para expulsar a los piratas madereros no habia sido reclamados por Inglaterra, lo cual equivaldría al reconocimiento de la soberanía española. Mientras esto pasaba en el Viejo Mundo; en las colonias, Figueroa y Silva, gobernador y capitán general de Yucatán, llevaba a feliz término su brillantísima campaña, que dio por resultado la expulsión de los piratas de todos los puntos que ocupaban y culminó con la ocupación y destrucción de Belice, "sin consideración alguna al gobierno inglés a quien no se consideraba interesado en aquel nido de bandidos".3 La primera reclamación formal hecha por inglaterra, fue, precisamente en 1729, después de la paz de Sevilla, fecha en que denunció como vejatorios los heroicos hechos de Figueroa en Belice; el Gobierno español reprobó entonces la campaña de Figueroa, pero, arrepentido más tarde de su injusticia, retiró la reprobación. Este gran capitán murió en 1733, "con la muerte de Figueroa perdió Yucatán el más grande de sus gobernadores, y a su patriotismo, valor, celo y constancia debe México el que su suelo no haya sido hollado por los ingleses y que estos se hayan concentrado a despojar a la débil Guatemala de los 20,000 Kilómetros cuadrados que, contra jure, aún conservan en posesión".4

Conclusiones

En el tratado de Godolphin, se encuentra una llamada que aclara cuáles eran las posesiones británicas en América a la fecha del tratado, dejando ver que Inglaterra poseía en 1670:
La Isla Barbada,
La Nueva Inglaterra,
La San Cristobal,
La Canadá,
La Jamaica,
La Nevis,
La Antigua,
La San Vicente,
La Dominica,
La Monserrate,
La Anguila,
La Carolina,
La Nueva Founkland,
La de Tabuco,
La Providencia,
Puerto Rico,
La de Barran,
Las Virgenes,
La Sombrero,
San Martín,
Sabá,
Estacca,
Las Nieves, Redonda, Tilán, Taria, Guadalupe, La Deseada, Marigalan, Todos Santos y las provincias de Nueva Jersey, Pensilvania, Maryland y Nueva York.

Como puede observarse, El campamento de Belice no se encuentra comprendido en esta extensa lista. por lo que es completamente absurdo alegar que dicho territorio quedaba considerado en dicho tratado de 1670.

Despues de la muerte del destructor de la guardia de piratas en Belice, El Gran Capitán y Gobernador de Yucatán, Antonio Figueroa y Silva, aquellos volvieron a ocupar los cayos cercanos a la costa, y en 1737 se establecieron otra vez en el territorio, avanzando continuamente y practicando el contrabando. Para evitar esto, España celebró con Inglaterra, en 1739, el tratado del Pardo, pero Inglaterra cometió tan flagrantes violaciones a dicho tratado, que España se vio obligada a declararle la guerra, que terminó con el tratado de Aquisgrán de 1748. De aquí en adelante, en 1750, 1753, 1756 y 1761, España insistió formalmente en sus derechos y no vaciló en calificar como robo el corte de madera.

El Caso de Belice
Gustavo Santizo Gálvez
y
Belice Tierra Nuestra
Francis Gall
Editorial "José de Pineda Ibarra"
Ministerio de Educación Pública
1975 y 1962 respectivamente

Notas:
1. John Alder Burdon, "Archives of British Honduras", 1931-1934.
2. Burdon, obra citada.
3. Asturias, "Belice", 1925, página 19.
4. Asturias, obra citada, página 20.

jueves, 10 de octubre de 2013

El Caso de Belice, Parte 1 Fundación del Establecimiento de Belice



Parte I

Fundación del Establecimiento de Belice

ANTECEDENTES

Durante los cuarenta y cuatro años del reinado de Isabel Tudor, Inglaterra da los primeros pasos hacia la formación del más vasto imperio colonial que se conoce. Sus naves surcan todos los mares y sus hombres inician, con muy diferentes procedimientos, el apoderamiento de grandes y pequeñas extensiones territoriales en todos los continentes.

La insigne hija de Enrique VIII no veía con buenos ojos el poderío que cincuenta y cinco años antes, había dado a España el talento y la audacia de un incomprendido genovés al tomar posesión a nombre de los Reyes Católicos, de los inmensos y riquísimos territorios de las Indias Occidentales. Su desmedida ambición, nota peculiar de su carácter, la llevó a emplear todos los medios posibles para acabar con la grandeza, ya un tanto menguada por la ineptitud de sus dirigentes, de la potencia política y militar más influyente de su época.

Con este fin, no vaciló en atacar el corazón mismo de la España de entonces, minando en sus colonias las verdaderas fuentes de su poder y de su gloria. Protegió abiertamente a brillantes aventureros, quienes, comandando a verdaderos bandidos de mar, se dedicaron a la fructífera tarea de asolar las costas americanas sin el menor respeto a la soberanía de España ni a la vida de sus súbditos, que, por otra parte, la metrópoli no estaba en posibilidad de proteger dada la situación política del momento en Europa, las inmensas distancias que la separaban de sus colonias y la innegable decadencia de su marina.

Esos merodeadores (algunos "verdaderas glorias de Inglaterra") que la política ambiciosa de Isabel lanzo sobre las indefensas colonias españolas en América, dejaron a su paso las más terribles y sangrientas huellas; su obra, continuada en un lapso de más de docientos años, fue de tremenda consecuencias para los países costeros del mar Caribe, los cuales sufrieron, por las hazañas de aquellos insignes navegantes, la pérdida de cientos de vidas, la destrucción de aldeas y pueblos, el saqueo de ciudades enteras, la usurpación de territorios y que, a la postre, pagaron, según una opinión inglesa, como tributo a las armas conquistadoras (?) de tan distinguidos marinos, con un paupérrimo territorio, sin ningún valor estratégico y de apenas 22,270 kilómetros cuadrados: Belice.

La primera noticia que se tiene de la aparición de estas "buenas gentes" en los mares americanos, se remonta al año 1570, fecha en la que, según refiere Francisco Asturias, la América Central tuvo que cambiar sus rutas comerciales por los mares del sur a causa de que los piratas tenían bloqueados todos los pasos del norte. La primera invasión de territorio americano no se efectúa, sigue diciendo Asturias, sino "hasta enero de 1572, en que se presentan en Puerto Caballos tres navíos franceses y una chalupa con corsarios luteranos"1.

No vamos a hacer aquí la reseña histórica de la interminable serie de crímenes cometidos en las Américas por los piratas al servicio de Francia e Inglaterra, naciones que, en aquellos tiempos, se hallaban interesadas en el debilitamiento de España. Dando un salto de cien años, nos colocamos en 1670, en que ya se encontraban los piratas ingleses establecidos en territorios pertenecientes a la parte septentrional de la Capitanía General de Guatemala.

¿Cómo y cuando llegaron y se apoderaron esos señores de aquellas comarcas? Es una cuestión acerca de la cual no se han puesto de acuerdo los historiadores. Isabel I, quien como hemos mencionado fomentó la piratería para enriquecer a la Gran Bretaña con el producto de la rapiña, haciendo nobles a individuos de carácter cínico y licencioso y de sin rival audacia, como Sir Walter Raleigh y Sir Francis Drake.

Sir Walter Raleigh
Un aventurero escoses llamado Peter Wallace, hombre de confianza y lugarteniente de Sir Walter Raleig en todas sus piraterías, al enterarse que había sido reconocida la hermosa bahía de Santo Tomás de Castilla, llamada después de Atique y hoy de Amatique..."compró seis buques que los tripulo con la gente más desalmada de Londres y se dirigió a la América el día 14 de mayo de 1603... me imagino que es en esta expedición cuando él llega a la desembocadura del Rió Viejo, que desde entonces comienza a llamarse de Wallace o de Belice"2. La relación que hacen algunos historiadores, situando la fundación de Belice en el año de 1717, al ser desalojados los piratas ingleses de Yucatán y Campeche por Alonso Felipe de Andrade, parece falsa, puesto que Wallace murió en 1621, poco después de haber fundado la ranchería de Belice en la desembocadura del Rio Viejo.3


La primera noticia que se tiene del Establecimiento, es un informe de 1680 relativo a la captura por los españoles, de un barco cerca de los cayos de Yucatán, o cayos de Turrinife -hoy Turrneffe- en los arrecifes situados frente a Belice.4

En el primer intento autorizado oficialmente para hacer la historia de la colonia, se asienta que el Establecimiento no es anterior a 1650. (Honduras Almanack, 1826).

También se atribuye el descubrimiento de la desembocadura del Río Belice, a Wallace, un teniente de piratas de quien se deriva el nombre Belice. (Honduras Almanack, 1827).

Otra versión afirma que el Establecimiento fue fundado en 1638, por unos marinos náufragos. (Honduras Almanack, 1829).

No falta quien considere como fundador del Establecimiento, a un jefe de corsarios escoceses, nativo de Falkland, llamado Wallace, que habiendo sido desalojado de la isla de Tortuga, erigió algunas cabañas y una fortaleza en el punto que los españoles llamaron Wallis o Belis. (Homduras Almanack 1839).Briges, asienta que fue Wellis, el famoso bucanero y ex gobernador de Tortuga, el que se estableció nuevamente en el río y le dio su nombre en 1638.5

Bancroft. afirma que fue Peter Wallace, con ochenta hombres, el primer colonizador.6

La Enciclopedia Británica atribuye el origen del Establecimiento en la Bahía de Honduras a cortadores de palo tinte que habían sido bucaneros y que se establecieron allí, en el año de 1638.7

Alder Burdon dice que hasta hoy es imposible afirmar nada en definitivo sobre este asunto. Nosotros creemos que el Establecimiento fue fundado entre los años de 1603 y 1617, ya que con anterioridad a la fecha primeramente citada, no se encuentran noticias de que el pirata que le dio su nombre a Belice, haya merodeado por el golfo de Honduras.

Lo cierto es que en el año de 1670 ya se encontraban los piratas ingleses, en número de 700, establecidos en la desembocadura del río Belice, haciendo de este punto el centro de operaciones de sus correrías y pillajes, a la vez que se dedicaban al corte de palo de tinte o de Campeche, con cuyo objeto se habían extendido hacia el interior del territorio, avanzando en todas direcciones.

Palo de Tinte o de Campeche
Refiriéndose a los cortadores de palo de tinte o de Campeche, en Belice, así como a los contrabandistas holandeses, nos dice Alcedo:8

"Quando los marineros en Jamayca se ven perseguidos por deudas o delitos, se embarcan para la bahía de Honduras; el equipage que llevan consiste en provisión de hachas, escoplos, sierras, cuchillos grandes, una piedra de afilar, un fusil, pólvora, balas y perdigones, que todo lo encierran en una arca y una tienda lada con una cuerda; su ocupación es cortar la madera más cerca del mar que es posible, y las tartanas de la Nueva Ynglaterra que van a Jamayca; si no encuentran allí carga, vienen a esta bahía a buscarla; muchas veces juntan montones los cortadores antes de tiempo, y si los dexan solos no se atreve nadie a tomarlos. ESTE TRAFICO SE HIZO UNA MADRIGUERA DE PIRATAS, Y DE MALHECHORES DE MARTINICA, JAMAYCA Y CURAZAO Y DEMÁS YSLAS ACOSTUMBRABAN BUSCAR GENTE EN LA BAHÍA, QUE ERAN ATREVIDOS, HECHOS A LA FATIGA, BIEN ARMADOS Y BUENOS MARINEROS"...(Los subrayados son del suscrito). 


¿Cuál era el título de la presencia de los ingleses en aquellas regiones en 1670? No tenían ningún título legal, habían cometido una verdadera usurpación de territorios pertenecientes a la Corona de España, y el corte de madera al que se dedicaban, no podía calificarse más que robo.

Es más, el pirata Wallace y los que le sucedieron, no ocupaban los territorios a nombre de la Corona Inglesa, lo cual se desprende del tratado de Utrecht de 1713, celebrado entre Inglaterra y España, puesto que "ni en el Tratado de Utrecht celebrado en 1713... ni en tratado alguno anterior se habló nada respecto de Belice; no obstante que por aquella estipulación obtuvo Inglaterra cuanto podía desear, pues se hizo dueño de Gibraltar y de la isla de Menorca, y se le concedió el privilegio exclusivo del tráfico de negros en la América Española".9 Así pues, Inglaterra no tenia, en 1670, ninguna posesión, ni colonia, ni establecimiento alguno en Belice, que no era más que un nido de bandidos. Todos los malhechores de la Martinica, Jamaica y Curazao, se reconcentraban en la "Bahía" haciendo de Belice un verdadero nido de piratas y ladrones.10

Notas:
1. Asturias, "Belice", 1925, página 11.
2. Asturias, obra citada, página 8.
3. Asturias, obra citada, página 8.
4. John Alder Burdon, "Archives of British Honduras", 1931-1934.
5. "Annals of Jamaica", 1928.
6. "History of Central America", 1883.
7. El Caso Belice, Sentencia y voto razonado en contra, Corte de Constitucionalidad, 1993.
8. "Diccionario Geográfico-Histórico", Alcedo, página 369.
9. Manuel Peniche, "Historia de las relaciones de España y México con Inglaterra sobre el Establecimiento de Belice". 1869.
10. Thompson, "Geographical and Historical Dictionary of America and the West Indies".

Gustavo Santiso Gálvez
El Caso de Belice
A la Luz de la Historia y el Derecho Internacional
Editorial "José de Pineda Ibarra"
Ministerio de Educación Pública
1975

martes, 24 de septiembre de 2013

Vicisitudes de las Provincias tras la Proclamación de la Independencia

Capitanía General de Guatenala

VICISITUDES DE LAS PROVINCIAS TRAS LA
PROCLAMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA

Los informes oficiales sobre los sucesos registrados en Guatemala durante los días 14 y 15 de septiembre de 1821, tuvieron repercusiones disimiles -conceptuadas hoy como dramáticos relatos- en las demás provincias centroamericanas, especialmente en las que se hallaban más distantes de Guatemala que fue la metrópoli donde residieron las autoridades superiores del antiguo Reino de Guatemala.

PROVINCIA DE SAN SALVADOR
El informe sobre la proclamación de Independencia fue recibido en San Salvador el 21 de septiembre. El Ayuntamiento se reunió en sesión especial y una nueva junta se celebró el día siguiente. El bando publicado en Guatemala el 17 del propio mes llegó a San Salvador el 26, y ese mismo día fueron publicados por bando los documentos enviados por el gobernante don Gabino Gaínza. Entre los vivas a la libertad dados por el pueblo, se les tomó el juramento de fidelidad a la independencia al jefe político don Pedro Barrienre, al alcalde constitucional de Ayuntamiento, don Casimiro García Valdeavellano, a los individuos del Ayuntamiento y demás autoridades, acto que se realizó en las Casas Consistoriales.

Mas si en San Salvador hubo júbilo indescriptible de parte del pueblo y de las autoridades eclesiásticas y las edilicias al enterarse de la independencia proclamada en Guatemala, la fehaciente documentación histórica nos demuestra que no ocurrió lo mismo en las capitales de las otras provincias, donde los funcionarios que se hallaban en el ejercicio del mando estimularon los odios, enervaron los egoísmos y las reyertas, ya fuera con la intención de quebrantar la supremacía de la antigua capital del Reino, o porque se creyeron amenazados en la estabilidad de sus empleos o bien debido a la confusión que en ellos crearan los graves sucesos de aquella época respecto a lo que ocurría en México, eso es, el texto del Plan de Iguala y los informes relacionados con los sucesivos triunfos militares de Iturbide. De cualquier manera que fuese, la actuación de aquellos funcionarios que eran subordinados del jefe político don Gabino Gaínza, fue la primera en oponerse abiertamente a la unidad política de las cinco provincias y la que encendió la idea separatista.

PROVINCIA DE HONDURAS
Los informes sobre la independencia merecieron la aprobación de Tegucigalpa, Los Llanos y otras poblaciones de Honduras. No fue así en Comayagua, donde el intendente José Tinoco, se negó a reconocer lo resuelto en Guatemala, y el 29 de octubre declaró que la Provincia se sometía al gobierno de México sin aceptar lo acordado en Guatemala. La actitud de Tinoco fue rechazada por los patriotas en Tegucigalpa, y de inmediato se organizaron fuerzas para atacarlo, y para ejecutar su plan, contaron con la cooperación de contingentes armados de El Salvador y Guatemala. Tinoco, al enterarse de que sería atacado, salió de Comayagua hacia el norte, en el intento de fortificarse en esa región. Sus intentos anexionistas se vieron frustrados. Resignó el mando en el canónigo Nicolás Irías y en don Juan Lindo, y precipitadamente se marchó a México.

PROVINCIA DE NICARAGUA
En los pueblos de la provincia de Nicaragua fue recibida la noticia de la independencia de muy distintas maneras. El intendente de León, don Miguel González Saravia, el jefe de las milicias Joaquín de Arachavala y el obispo de aquella diócesis fray Nicolás García Jerez, se pronunciarón abiertamente contra lo resueltoen Guatemala el 15 de septiembre de 1821. Estos varones no eran firmes en sus hechos, como lo prueban las distintas disposiciones que adoptaban sin consultar al pueblo. Contra las disposiciones de las autoridades de León se manifestaron los pueblos de Matagalpa, Granada, Masaya y otros partidos que aceptaron la independencia proclamada en Guatemala. Y como consecuencia de tales sucesos, en Nicaragua se registraron graves acontecimientos en el curso de varios meses.

PROVINCIA DE COSTA RICA
Se enteró de la independencia el 13 de octubre de 1821, fecha en que el jefe político subalterno, coronel Juan Manuel de Cañas, recibió las comunicaciones de Gaínza, y al propio tiempo, las actas suscritas en León(1). En cabildo abierto fueron leídos los documentos recibidos; deliberaron las autoridades de Cartago hasta llegar al acuerdo de acogerse a lo resuelto en León, es decir, "que permanecerían independientes del gobierno español hasta tanto se aclarasen los nublados del día y pudieran obrar con arreglo a lo que siguieron sus empeños religiosos y verdaderos intereses". Lo resuelto tan rápidamente por las autoridades de Cartago originó serias dificultades al coronel Cañas. ya que si el partido de Heredia expresó su asentimiento en lo acordado en León, Alajuela y San José manifestaron su firmeza en favor de la independencia absoluta, sin esperar a que "se aclarasen los nublados del día". Para buscar una formula conciloatoria, se dispuso en Cartago que allí se celebraria un congreso de representantes de toda la nación. Así se hizo. Y el congreso dispuso proclamar la independencia de Costa Rica, provincia que se gobernaría por si sola, sin aceptar el acta de León ni la de Guatemala. Se designó al coronel Cañas para que gobernara con el nombre de jefe político patriótico.

El juramento de la independencia fue el 1ro. de noviembre, ante los oficios del cura de Cartago Joaquín de Alvarado, quien la tomó a las autoridades y al pueblo, con las siguientes palabras: "¿Juráis a Dios Nuestro Señor guardar y hacer guardar con vuestras armas, bienes y personas la independencia absoluta del gobierno español y sujetaros al imperio mexicano?".

Tal como ocurriera en Nicaragua, los costarricenses sufrieron una época turbulenta, caótica, de cruentas luchas entre los partidos que abrazaban la independencia absoluta y los que favorecían la anexión al imperio mexicano. Fue hasta el 8 de octubre de 1823 cuando el Congreso decretó que de acuerdo con la voluntad de los pueblos queda adherida la Provincia a las que tenían representación en la Asamblea Nacional Constituyente de Guatemala, y que, aunque desde esa fecha se incorporaba a las provincias de Centro América, no se contraía a prestar obediencia a las leyes que dictara el Congreso en tanto no confirmara esa incorporación con el juramento.

Tales fueron los resultados de las noticias oficiales de la independencia, recibidas en las provincias que formaron el Reino de Guatemala. Se ha argüido que de parte de las autoridades centrales, las de Guatemala, hizo falta una labor de información completa sobre los sucesos registrados el 15 de septiembre en la Junta de Notables celebrada en el palacio, lo que dio origen a que en algunas de las provincias se creyese que les obligara a aceptar una resolución sobre la cual no se les abría informado ampliamente.

Tal vez no sean del todo justas tales opiniones, porque juntamente con la copia del Acta de la Independencia fueron enviados a las autoridades de cada provincia, por medio de correos extraordinarios, el manifiesto del jefe político superior, don Gabino Gaínza y un documento firmado por "un patriota". Además, vemos que era muy clara en sus conceptos la comunicación del propio Gaínza en los envíos del acta del 15 de septiembre. Por ejemplo, al dirigirse a las diputaciones de Comayagua, León y Ciudad Real, expresa textualmente:

"Exmos. Srs.: Acompaño a V. S. ejemplares del manifiesto y acta celebrada por la junta Provisional que se instaló en esta ciudad con motivo de haberse proclamado la independencia del Gobierno español.
El voto uniforme de este pueblo y el de la Junta Provisional, es el de conservar la unión más íntima con todos los de este afortunado Reino: que sea uno el gobierno que los una, bajo los principios de fraternidad, y bajo la garantía de leyes justas establecidas por los representantes de la nación, A este grande objeto se dirige la convocatoria adjunta. Yo espero que V. E. correspondiendo a tan nobles sentimientos, se sirva dictar las medidas más activas para llevar adelante la obra de nuestra regeneración política y que dé este nuevo testimonio del carácter pacífico y patriótico que distingue a los beneméritos individuos de esa corporación.
Dios guarde, etc., septiembre 18 de 1821".

También las autoridades municipales se encargaron de informar a las provincias sobre el gran suceso del 15 de septiembre. Prueba esa labor el documento que expresa:

"El Ayuntamiento de Guatemala al de Cartago. El día 15 del corriente se juro en esta ciudad su gloriosa independencia. Este ayuntamiento patriótico poseído de la más dulce satisfacción, tiene el honor de comunicarlo a V. S. acompañandole los adjuntos impresos.

Nada a llenado de tanto gozo a esta Corporación como las virtudes que ha manifestado este heroico pueblo en medio de los transportes de alegría y de las festivas aclamaciones con que ha celebrado su libertad.

Nuestra dicha será colmada si todos los pueblos que comprende la demarcación de este reino, unen sus votos a los nuestros para procurar la felicidad general por principios justos de igualdad; y espera este Ayuntamiento que estrechándose nuestros antiguos vinculos aplauda V. S. los procedimientos de Guatemala. Dios guarde a V. S. muchos años. Sala Capitular de Guatemala, Septiembre 17. 1821. Año 1ro. de su independencia.

Dr. Mariano Larrave, Saturnino del Campo y Ariza. L. Antonio Robles. José Antonio de Larrave. Raimundo Quiñónez. Jn. Anto. Español. Carlos de Avila. José Petit. José Ma. Cárdenas. José Gerónimo Clavera. Isidoro del Valle Castriciones. Manl. Schez. de Paredes".

La proclama de "un patriota" fechada en Guatemala el 23 de septiembre de 1821, y que fue enviada a las autoridades de las provincias para que fueran conocidos sus términos patrióticos, dice en su parte final:

"Guatemaltecos: que este día de gloria y de placer, el 1ro. de nuestra existencia política, sea el de la unión de todas las voluntades: que el acto augusto de proclamar nuestra independencia se consigne para siempre en nuestros anales como el de la alianza y fraternidad general; que desaparezcan los resentimientos y las desconfianzas. Va a reunirse el congreso constituyente, y mientras tanto el gobierno popular, un gobierno justo, está encargado de nuestra seguridad; auxiliémosle para la conservación del orden, de la paz y de la unión; y el Ser supremo, protector de la libertad, bendecirá una revolución formada con arreglo a sus eternas leyes".

Esta proclama sirvió en las provincias para dar seguridad de paz y de orden, al propio tiempo que invitaba a la unión. Fue un verdadero acierto de un patriota.

Arturo Valdés Oliva
Breves apuntes sobre la Independencia
Editorial "José de Pineda Ibarra"
Ministerio de Educación Pública
1969

1. Esta curiosa Acta, también conocida como el "Acta de los Nublados" reconoce la independencia de las provincias de Nicaragua y Costa Rica, primero de Guatemala "que parece se ha eregido soberana", y luego del gobierno español "hasta tanto se aclaren los nublados del día"... esto quiere decir, según algunos historiadores, que reservaban su proceder a la reacción de las fuerzas armadas españolas, es decir que si España reaccionaba enviando tropas ellos volverían a ser colonias españolas.  

se adjunta transcripción del Acta de los Nublados

28 de septiembre de 1821

A LOS HABITANTES DE LA PROVINCIA DE NICARAGUA Y COSTA RICA

Nuestra diputación provincial e ilustrísimo prelado, en vista de los sucesos que han tenido lugar en Guatemala el quince de los corrientes, se han reunido y deliberado sobre acaecimientos de tanta entidad y trascendencia, extendiendo los siguientes acuerdos:

1ro.    La absoluta y total independencia de Guatemala, que parece se ha erigido en soberana.

2do.   La independencia del gobierno español, hasta tanto que se aclaren los nublados del día y pueda obrar esta provincia con arreglo a lo que exigen sus empeños religiosos y verdaderos intereses.

3ro.   Que en consecuencia continúen todas las autoridades continuadas (sic) en el libre ejercicio de sus funciones con arreglo a la constitución y a las leyes.

4to.   Que se tomen las medidas más eficaces para la conservación del orden y sostenimiento de los funcionarios públicos, prestándoles el más eficaz auxilio, en la inteligencia de que el gobierno castigará severamente a los perturbadores de la tranquilidad pública y desobedientes a las autoridades.

5to.  Que se publique por bando este acuerdo, comunicándolo a toda la provincia para su inteligencia y observancia, anunciandosele que sucesivamente se proveerá a los puntos dignos que oportunamente se tomarán en consideración, sin omitir trabajo ni fatiga por el bien religioso y civil de estos habitantes, que tantas pruebas de confianza han dado a las autoridades.

Lo que se publica para la debida inteligencia notoriedad y cumplimiento.

Dado en la Sala de sus sesiones. En León, a veinte y ocho de septiembre de mil ochocientos veinte y uno.- Miguel Gonzalez saravia.- Fr. Nicolás Obpo. de Nicaragua.- Vicente Agüero.- Juaq. Arrechavala.- Domingo Galarza.- Manl. López de la Plata.- Pedro Portocarrero.- José María ramírez.- Agn. Gutiérrez Lizaurzabal.- Pedro Solis.- Juan Franco. Aguilar, Secretario.

jueves, 5 de septiembre de 2013

General Manuel José Arce (Prócer de la Independencia)



GENERAL MANUEL JOSÉ ARCE

Nació el 1 de enero de 1787 en la ciudad de San Salvador, Guatemala, Hijo de don Bernardo Arce y de doña Dominga Antonia Fagoaga y Aguilar.
Fue elemento principal en los movimientos políticos registrados en San Salvador el 5 de noviembre de 1811 y el 24 de enero de 1814. A raíz de este último movimiento de insurrección fue apresado, y sufrió una prolongada prisión juntamente con otros patriotas que pedían la independencia del Reino. Después se distinguió como jefe militar cuando su Provincia sostenía con las armas la independencia absoluta, obteniendo con su ejército el triunfo en los combates de El Espino, 11 de marzo de 1822; del Calvario, en la ciudad de San Salvador, 3 de junio del citado año; de Chinameca, 12 de diciembre; y del Guayabal-Guazapa, 14 de enero de 1823. La Asamblea Constituyente reunida en Guatemala lo eligió presidente de la Federación, alto y honroso cargo con el que los centroamericanos querían distinguir al varón que tanto había luchado y sufrido por la libertad.

Murió en San Salvador, el 14 de diciembre de 1847.


DON MANUEL JOSÉ ARCE Y SUS ACTIVIDADES
MILITARES EN PRO DE LA INDEPENDENCIA

El general Manuel José Arce, prominente figura de nuestra historia, nació en la ciudad de San Salvador el 1 de enero de 1787, hijo de don Bernardo Arce, Alcalde de segunda nominación de San Salvador, y de doña Dominga Antonia Fagoaga y Aguilar. Su primera instrucción la recibió en la ciudad donde naciera, y pronto fue trasladado a Guatemala donde cursó estudios en el colegio de San Borja, allí se graduó de bachiller. Por razones de familia regresó a su patria cuando había iniciado en la metrópoli estudios en la carrera de medicina.

Sus actuaciones en las luchas armadas en favor de la libertad centroamericana lo distinguen entre los hombres más íntegros de su época. Mucho se le ha discutido en esa actividad; el riguroso análisis de los historiadores traspasó repetidamente los límites de lo creíble, a lo que de continuo llegó a sumarse la intolerancia de la pasión partidista que se empeña en restar méritos a quien se distinguiera en los hechos épicos en que actuara como comandante de los ejércitos defensores de la independencia.

Quienes sin poder apartarse de la linea política se entregaron a su labor de investigación, no lograron llegar a conclusiones que merecieran atraer completamente la opinión general sobre cualquier actitud que pudiera considerarse como dudosa en Arce. Hoy se va llegando a la comprobación de que mucho de lo escrito fue a manera de una cortina de humo para que a las nuevas generaciones no les fuera del todo posible justipreciar las virtudes cívicas y los arrestos militares de este alto personaje centroamericano, que tanto se distinguió por sus sentimientos libertarios desde muy temprano de su edad.

En estas lineas sólo trataremos de hacer un relato concreto de la actuación de don Manuel José Arce en los diversos movimientos militares en los que actuara; primero, buscando la emancipación de España, después, defendiendo con su espada la libertad absoluta de Centro América. A ello vamos derechamente.

5 de noviembre de 1811. Correspondió a don Manuel José Arce ejecutar el plan formulado por el doctor presbítero José Matías Delgado, los tres hermanos y elementos del clero salvadoreño, Nicolas, Manuel y Vicente Aguilar; los señores Juan Manuel Rodríguez, Domingo Antonio de Lara, Miguel y Juan Delgado, Mariano José de Lara, Carlos Fajardo, Francisco Morales y Pedro Pablo Castillo. El plan tendía a tomar la intendencia de San Salvador, destituir al intendente de la provincia, don Antonio Gutiérrez de Ulloa y, ejecutado esto, hacer la proclamación de la independencia. En ese plan se contaba de antemano con la cooperación de muchos correligionarios de Zacatecoluca Y Metapán. En San  Salvador todo se hizo como estaba previsto, pero en los departamentos citados no se acciono como estaba concertado. Sin embargo, el grito de rebelión contra España, dado el 5 de noviembre de 1811, fue el suceso que encendió el ánimo he hizo abrir los ojos de los habitantes de las cinco provincias, marcando el principio de los movimientos en favor de la emancipación. Arce contaba solamente 24 años al registrarse ese glorioso suceso en el que fue principal ejecutor. Esta vez no se juzgó con severidad a los responsables de la insurrección.

24 de enero de 1814. Un nuevo intento para alcanzar la libertad se registro en San Salvador. Lo prepararon casi los mismos elementos que tomaron parte en la conspiración de 1811, más los señores Santiago José Celis, Leandro Fagoaga, Juan de Dios Mayorga y Juan Aranzamendi. Arce tuvo a su cargo el asalto a la intendencia. Esta vez los conspiradores que habían alentado la liberación fueron encarcelados o desaparecieron. Las autoridades coloniales de Guatemala movilizaron fuerzas para sofocar la rebelión, nombrando jefe de ellas al coronel José Méndez y Quiroga. Arce  sufrió una prisión que duró más de cinco años. Fue dado libre en virtud de una amnistía general.

3 de marzo de 1822. La anexión a México fue decretada en Guatemala el 5 de enero de 1822, Los independientes de San Salvador elevaron su voz de protesta contra una medida atentatoria a la soberanía nacional y declararon la separación de su provincia de la de Guatemala. La junta de gobierno presidida por el padre Delgado nombro a Arce general en jefe del ejército local.

Inconforme con esa actitud de los sansalvadoreños, el capitán general Gabino Gaínza dispuso reducir a los "sediciosos" y dio instrucciones al sargento mayor Nicolás Abos Padilla para que poniéndose al frente de los contingentes anexionistas de Santa Ana y Sonsonate, pasara a San Salvador a restablecer el orden. Al enterarse los independientes de este suceso, dispusieron que salieran de la capital fuerzas al mando de Arce. Este ocupó Santa Ana, sin resistencia; siguió las huellas del enemigo hasta darle alcance. Las fuerzas de Abos Padilla fueron atacadas en El Espinal, por sorpresa, primero de frente e inmediatamente de franco, logrando Arce deshacer la columna anexionista. Las tropas que no fueron envueltas escaparon abandonando las armas. Esta derrota infligida por las fuerzas de Arce a la de los anexionistas hirió el orgullo del capitán general Gaínza, quien sin estar autorizado por la Junta Consultiva dispuso llevar la guerra a San Salvador con un poderoso ejército.

3 de junio de 1822. El coronel Manuel de Arzú fue nombrado jefe del ejercito que se organizara en Guatemala y algunos departamentos de El Salvador para batir a los "sediciosos" que pedían la libertad absoluta, contrariando los designeos del entonces regente del imperio mexicano don Agustín de Iturbide. Casi tres meses se ocupó Arzú en la organización y entrenamiento del ejército bajo su mando. Mientras tanto, Arce trabajaba en la fortificación de Ayutuxtepeque, Atajo y Milingo, cercanos a San Salvador. Arzú tuvo la excelente idea de atacar a los independientes por el lado de que carecía de fortificaciones. Adentrándose  penosamente  en un camino estrecho, hizo un largo rodeo por el volcán. El amanecer del 3 de junio le puso a la vista San Salvador. Ordenó a sus extenuadas tropas que iniciaran el ataque a la plaza; allí se luchó durante todo el día. Los defensores, los atacados imprevistamente en su propia plaza supieron sostener sus lineas, Arce dicto la disposición más atinada: mantener el combate para agotar aún más al enemigo. Al atardecer, Arzú dispuso la suspensión de fuego, temió quedarse encerrado en la ciudad durante la noche, y ordenó la retirada por el mismo difícil camino por donde había llegado. Sus tropas, físicamente extenuadas, apenas cargaban las piezas de artillería por aquella ruta estrecha en la oscuridad de la noche. Al volcarse un cañón hirió a los hombres que lo conducían, registrándose por ese accidente un gran desorden en la vanguardia, por los gritos desesperados de lo heridos. Se creyó que los salvadoreños atacaban a las fuerzas en retirada, y esto bastó para que las tropas de Arzú se dieran a la desbandada, abandonando todo el armamento que enseguida pasó a manos de Arce. En la batalla del 3 de junio de 1822, Arzú cometió el error de no dejar fuerzas de reserva en su retaguardia, lanzó el grueso de su ejército al combate, olvidando que sus tropas maltrechas no podrían resistir las fatigas de un día entero de lucha. Y la victoria fue de Arce.

Vicente Filísola
14 de enero de 1823. El primer encuentro de las tropas "de protección" enviadas por Iturbide a Centro América, demostró al jefe de esas fuerzas, brigadier Vicente Filísola, que los defensores de la libertad, dirigidos por el general Manuel José Arce, peleaban con todo el coraje y determinación. La batalla se registró en el sitio ubicado entre Guazapa y El Guayabal, a pocos kilómetros de San Salvador. Filísola, fortificado en la hacienda Mapilapa, hizo primero resistencia al ataque; después se negó a aceptar el reto de Arce para salir a pelear en campo raso, permaneciendo ocioso durante veintidós días.

7 de febrero de 1823. Arce fue victima de una enfermedad que en aquellas apremiantes circunstancias lo obligó a retirarse del mando del ejército. Este suceso llegó al conocimiento de Filísola, quien aprovechó la oportunidad de que los defensores de San Salvador carecieran de un jefe del temple de Arce para lanzarse sobre la plaza enemiga con todas las fuerzas que había organizado. Las columnas invasoras encontraron dura resistencia durante todo el día. Y cuando la plaza estaba para caer ante el empuje de las fuerzas superiores en número, el general Manuel José Arce, enfermo e impotente, fue sacado en litera de la ciudad. Imposible fue para aquel  soldado, amante de la libertad, defender con su espada el ataque de los invasores. Y se ha escrito que si él hubiera dirigido el combate, la plaza salvadoreña no habría caído en poder de las fuerzas imperiales.

El sitio y captura de San Salvador es narrado por Joaquín García en el libro General don Manuel José Arce, como sigue:

"Para las operaciones militares contra San Salvador, Filísola, según el informe que rindió desde Mapilapa a las Secretarías de Guerra y Marina y de Justicia y Negocios Eclesiásticos del Imperio, el 22 de diciembre, 2 cañones de a 4, uno de a 3, y 1 obús de 3 1/2 pulgadas. En Guatemala tenía 300 hombres que mandó aumentar a 400. Pidió a Ciudad Real 200 hombres con el objeto de sacar de la primera igual número para reforzar su División. Mandó poner sobre las armas en Chiquimula, 120 hombres. Omoa estaba protegida con 300 y Sonsonate con 120. Todas estas fuerzas, a excepción de los 450 hombres que trajo de Oaxaca, eran bisoñas, con poca instrucción y disciplina. La pólvora no le faltaba, pues la fábrica de Guatemala trabajaba sobre la marcha. Carecía en cambio de balas rasas, de cañones de diferente calibres, y estaba dispuesto a hacerlos fundir de cobre. La Tesorería guardaba 25,000 pesos y las tropas estaban pagadas, pero lo alarmaba el porvenir, por las dificultades que se presentaban en el pago de las libranzas sobre Londres.

Según ese mismo informe, las fuerzas de San Salvador constaban de 5,000 hombres, de éstos 1,500 armados con machetes, espadas, escopetas y sin paga. Tenían además 30 cañones, de todos los calibres. No había disciplina ni jefes.

Desde el principio Filísola pensó dejar en Mapilapa una división al mando del Coronel Arzú y constituirse con otra en San Vicente para evitar una salida de los enemigos hacia San Miguel.

El 12 de diciembre, efectuó el primer reconocimiento en la cuesta del Atajo. El 16 continuó en esa tarea en todos los puntos inmediatos a San Salvador, interceptó los víveres destinados al enemigo y en tanto que organizaba la defensa con tropas procedentes de San Miguel, Comayagua, Guatemala, Quetzaltenango y Chiapas, daba instrucción, vestidos, municiones de guerra, medicinas y alimentos, apareció el paludismo entre sus tropas tanto en Santa Ana como en su Cuartel General, pero más en la primera. El ayudante de Campo Rafael Lorenzani fue comisionado para que pasara a la Villa citada a poner el Hospital en condiciones de prestar mejor asistencia y curación a todos los enfermos, tropa y civiles. Contenida un tanto la epidemia, resolvió dar un golpe decisivo el 7 de febrero, para lo cual hizo que se efectuara otro reconocimiento en Milingo y Soyapango, cuyas fortificaciones eran las más fáciles de vencer. El 6, salió su Segundo Comandante Militar Coronel Francisco Cortázar para Apopa al frente de una división compuesta del Primer Batallón y Escuadrón No. 8 con órdenes de aproximarse por la noche a las trincheras de Milingo con el objetivo de simular un ataque y luego irse con él a la hacienda. El Ángel antes de amanecer, para hallarse todos el 7 en el camino de Ayutuxtepeque. El Teniente Coronel Cayetano Bosque fue destinado a la cima del volcán con un obús para hacerse ver del enemigo y llamarle la atención con dos tiros. En Mapilapa quedó el Coronel Graduado don José Francisco del Paso con una compañía de fusileros, 2 cañones, el Escuadrón de Dragones al mando del Teniente Coronel José Luis González Ojeda y el resto del escuadrón de Sonsonate dividido en 2 partes, una al mando del Teniente Coronel José Ignacio del Valle y la otra al de igual grado Juan Nepomuceno Pérez, un obús y dos cañones. A las dos de la mañana el general Filísola se dirigió a El Ángel. La marcha fue lenta y dificil entre la obscuridad y la fragosidad del camino. Así, no pudo llegar a la hora fijada. Desde ese momento, el enemigo observó todos sus movimientos desde El Atajo hasta Ayutuxtepeque, por lo que resolvió dejar en la hacienda citada, una compañía de cazadores del Batallón No. 3 y una parte del Escuadrón de Sonsonate al mando del Coronel Arzú para que lo sostuviera en el caso de una retirada.

Antes de emprender una acción decisiva, quiso el General Filísola llamar una vez más la atención de los salvadoreños hacia otro punto delante del Atajo. Encargado de esa misión fue el Coronel Cortázar con órdenes de que se le reuniera luego en el sitio des ataque. Por los caminos de la izquierda y de la derecha, hizo avanzar a los Tenientes Coroneles González Ijeda, Manuel Gil Pérez y Félix Aburto con el Batallón No. 2, las compañías de granaderos de los Batallones 1 y 3 y una parte del Escuadrón de Sonsonate. Esta tropa pasó el cerro de Ayutuxtepeque bajo los fuegos del enemigo, atravesó quebradas montuosas y estrechas dominadas por alturas pequeñas pero desiguales, sembradas de platanares y cañaverales que ofrecían un punto admirable para la defensa. Fue aquí donde los salvadoreños reunieron la mayor parte de sus fuerzas por estar a inmediaciones de Mejicanos, el Atajo y Ayutuxtepeque. No perdieron tiempo. Rompieron los fuegos de fusilería y artillería sobre las tropas de Filísola que fueron rechazadas por dos veces. El Coronel Cortázar no había llegado todavía, por lo que Filísola resolvió esperarlo allí mismo con su Estado Mayor, muy cerca de las trincheras en donde hizo colocar cien hombres para impedir que los salvadoreños sitiados en el Atajo, lo atacaran por la retaguardia. Habiendo llegado Cortázar lo hizo avanzar por el camino de la izquierda. Después de una encarnizada lucha por espacio de dos horas Filísola se apoderó de las trincheras que ocupaban los salvadoreños, quienes se retiraron a Mejicanos. La persecución se inició inmediatamente por callejones peligrosos por su estrechez, cercas de piña, maderos, inmensos boscajes de platanares, y caña de azúcar.

Llego a Mejicanos en donde los salvadoreños habían establecido su Cuartel General, se apoderó de la plaza y de una pieza de artillería y a continuación, se dirigió al cerro del Ayutuxtepeque con una escasa fuerza, Al llegar a la cumbre, los salvadoreños posesionados aun del Atajo le hicieron fuego de artillería. No tuvo más remedio que bajar precipitadamente a ordenar a Gil y Aburdo que atacaran al enemigo por la retaguardia y se posesionaran del cantón, lo que cumplieron matemáticamente.

Otra vez fue atacado por los salvadoreños en Mejicanos desde diferentes calles de la población, como a las 3 y media de la tarde. La plaza estaba mal defendida por un barranco en forma de semicírculo. Las alturas superiores fueron ocupadas. Los salvadoreños en derrota aprovecharon ventajosamente los parapetos que le ofrecían las tortuosidades y sementeras del barranco que era menos que el camino real que conducía a San Salvador. Reforzada la plaza con nuevos contingentes, siguió el combate por espacio de tres horas a cuyo término los salvadoreños avanzaron por el barranco a tomar la dicha plaza. Filísola, ante tanto heroísmo, ordeno al Comandante Pedro Anaya para que con su Escuadrón y alguna infantería los atacase a degüello y que procediese de ese mismo modo por la izquierda el Teniente Coronel Luis Ojeda con el suyo. Fue tanto el empuje que estos hicieron, que continuó el tiroteo, se pudo dar desde entonces como terminada la jornada. Pudo Filísola ocupar inmediatamente la ciudad de San Salvador, pero resolvió pasar la noche en Mejicanos porque su tropa estaba muy cansada con dos noches de desvelo y un día sin comer...El doctor José Matías Delgado y don Manuel José Arce, con sus jefes y Oficiales y un resto de sus fuerzas, unos 600 hombres, marcharon a Olocuilta, la noche del 8 de febrero. Arce iba padeciendo de una grave erupción cutánea. Fue sacado, según el doctor Cevallos, en camilla... Ya para terminar su extenso informe al Secretario de Estado y del despacho de Guerra y Marina, fechado en San Salvador el 26 de febrero, el general Filísola dijo: Concluida la guerra no queda fuerza armada alguna ni dispensa, ni reunión de hombres sin armas quedando al servicio de la nación, 36 cañones de todos calibres, más de mil fusiles, algunas carabinas y otras armas, como 300 tercios de tabaco y no pocos añiles, con otros objetos, siendo lo más lisonjero para mí el haber contenido a un tiempo la anarquía y la efusión de sangre que produciría la continuación de la guerra...".

Había caído San Salvador, ciudad de habitantes heroicos. Arce anduvo errante, atendiendo su mala salud. Mas el valiente militar, defensor de la independencia absoluta, sobrevivió a aquella hecatombe. En 1824 formó parte del primer gobierno colegiado; después se le envió en labor de pacificación a Nicaragua, misión que cumplió como militar, con notable éxito. El 29 de abril de 1825, tomó posesión del cargo de presidente de la Federación, siendo el primer centroamericano que ocupaba ese alto cargo. Es indudable que hubo graves anomalías en el escrutinio de las elecciones de presidente: Valle tenía 41 votos; Arce, 34; Cabeza de Vaca, 2; Milla, 1; Castilla, invalidado como eclesiástico, 1; total 79. Como no reunió ninguno los 42 votos, el congreso dispuso hacer la elección, favoreciendo el resultado a Arce, que obtuvo 22 votos contra 5 de Valle.

Después, se desataron las tormentas que se esperaban en un ambiente cargado de odios, violencias, prejuicios y pasiones exaltadas, hasta llegarse a la lucha armada, encendiéndose la guerra civil. Arce, demostrando sus conocimientos militares, batió al ejército invasor que contaba entre sus jefes al francés Nicolás Raoul, en Arrazola, el 28 de marzo de 1827. Y siguió la anormalidad en la que Arce sufrió, una y otra vez, la más azarosas vicisitudes, lo que obligó a deponer el mando el 14 de febrero de 1828, en el vicepresidente don Mariano Beltranena. Había sido víctima de la inexperiencia política. Es innegable que cometió reiterados errores de los que nadie abría podido eludir en un régimen del todo inapropiado para la incipiente nación. Fue tema de Arce apartar de los servicios de la nación al coronel instructor de artillería Nicolás Raoul, a lo que se oponía el jefe de Estado, Aycinena. Y en esos empeños sufrió muchas contrariedades. Después, al igual que otros guatemaltecos supo de los sinsabores del exilio, y en su rebeldía organizo revoluciones, una de ellas fue repelida en tierra mexicana por el francés Nicolás Raoul.

Volvió a su patria, El Salvador, cuando su salud ya no le permitía la constante actividad a que estaba acostumbrado. Sus últimos años fueran de pobreza y carencia de amistades. El general Manuel José Arce, falleció en la ciudad de San Salvador el 14 de diciembre de 1847, a las tres de la tarde. Sus funerales se celebraron en la iglesia de San Francisco, y solemnemente fueron inhumados sus restos en la iglesia de La Merced, la misma donde recibió las aguas del bautismo. Sobre Arce, escribió Francisco Gavidia:

 "A lo César narró dignamente lo que ejecutó su brazo: elocuente, elegante, si bien apasionado como actor, principal y combatido de los hechos de la historia; es el primer historiador como que su historia es el producto espontáneo de los sucesos, las pasiones y las ideas de su tiempo".

Arturo Valdés Oliva
Breves apuntes sobre la Independencia
Editorial "José de Pineda Ibarra"
Ministerio de Educación Pública
1969