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jueves, 20 de febrero de 2014

La Batalla del Pinar en los Llanos de Olintepeque



LA BATALLA DEL PINAR EN LOS LLANOS DE OLINTEPEQUE

Por enero de 1524 entró don Pedro de Alvarado en el territorio que iba a ser el Reino de Guatemala, liderando una recia batalla en Soconusco, y no ha faltado quien supiera, sin fuente segura, que los quichés se adelantaron hasta allí a presentar combate, advertidos de la entrada de los españoles, y otros extreman la suposición para hacerlos figurar en la batalla de Tonalá.

Con el Adelantado venían sus hermanos Jorge, Gonzalo y Gómez, y sus primos Fernando y Diego -todos Alvarado-; don Pedro Portocarrero -su mano derecha en la campaña- el artillero Diego de Usagre, valiente y experimentado en su arma; y dos curas evangelizadores, Juan Godínez y Juan Díaz. Según Alva Ixtlilxochitl, desde el 6 de diciembre de 1523 salió Alvarado de México, con más de trecientos españolesy diez mil indígenas que por mitad proporcionaron Quauhtemoc e Ixtlilxochitl.

Después de haber sometido a la gente de Xetulul -hoy Zapotitlán- en la región noroeste de nuestro actual departamento de Suchitepéquez, resolvió Alvarado buscar a los quichés en el propio corazón de dicho señorío indígena, aprovechando informes recabados por sus interpretes en el sur.

El 19 de febrero de ese año de 1524 avanzaron los españoles por las escarpadas riveras del río Salamá; se dice que pernoctaron en Palajunoj, sitio adornado por una graciosa leyenda que, para balancear las leyendas indígenas, evidencia el fondo supersticioso de los españolee. Se cuenta que unos "enviados" quichés pretendieron matar ahí a don Pedro de Alvarado, mas los detuvieron dos hechos milagroso: cerca de la tienda del Adelantado vieron a una niña blanca, que parecía caminar suspendida, arriba del suelo, como fantasma, y no los asustó sino los dejó suspensos; interpretando los españoles que la aparición de la Virgen, cuando niña, protegía a don Pedro de Alvarado. Insistieron los indios en su intento, pero entonces fue una paloma sin pies, irradiando suave luz, el portento que los inmovilizó; comentóse que el Espíritu Santo había descendido para proteger a don Pedro, habida cuenta de que el propósito primordial o pretexto de la conquista, era ganar almas para la cristiandad, aunque de una vez las enviasen al cielo, porque la cruz del pomo servía tambien para mejor empuñar la espada.

Dos cartas de Alvarado a Cortés se publicaron en Sevilla en 1525, siendo el primer documento impreso sobre la conquista de Guatemala, en forma de carta de relación. El Adelantado dirá que hicieron huir a los indígenas, mas parece que estos en vez de huir, atraían a los españoles hacia un terreno anfractuoso, favorable a su táctica y donde no pudiese maniobrar fácilmente la caballería. Tanto es así, que lo entendieron Alvarado y sus gentes, e imitaron su treta: hicieron creer al enemigo que se consideraban derrotados o al menos emprendían una retirada forzada y súbita y, cayendo en la trampa, "los indígenas los persiguieron hasta la cola de los caballos" -según frase de Alvarado-, hasta el llano donde podía actuar la caballería con eficacia y libertad.

Ya espantaba bastante a los indígenas la sola presencia de los caballos y, por otra parte, la artillería bien emplazada y con suficiente movilidad haría más destrozos, aunque el espanto causado por el cañón atronador como el trueno no correspondía a la efectividad de sus disparos entre los árboles, que ofrecían suficiente protección a los nativos. Alvarado dice, no obstante, que allí "se hizo un alcance y castigo más grande"; se refiere a la batalla del llano de Olintepeque, precisamente en el lugar llamado el Pinar y dice que "en esa batalla murió uno de los cuatro grandes Señores de esta ciudad de Utatlán que venía como capitán general de toda la tierra, y yo me retraje a las fuentes y allí senté real aquella noche, harto fatigados españoles y caballos y muchos heridos".



Los españoles decidieron descansar en los llanos que la crónica indígena llama Pachaj -El Pinar-, pero pronto les llegó el rumor del ejercito de Tecún Umán (los indígenas acostumbraban hacer gran estruendo antes de presentar combate, para dar oportunidad al enemigo de calcular sus fuerzas y rendirse oportunamente); el manuscrito de Otzoyá o Ixcuin Nihaib, dice: "...este capitán traía gente de muchos pueblos, que eran todos diez mil indios, todos con sus arcos y flechas, hondas, lanzas y otras armas..." Según otras crónicas, a los diez mil soldados quichés se agregaban otros de tribus aliadas para la defensa de la tierra.

El Memorial de Tecpán-Atitlán o Anales de los Cakchiqueles, es muy parco y digno de informar sobre toda la campaña, pero su breve relato tiene la importancia de registrar la fecha de la batalla en la que murió Tecún Umán: "La suerte fue adversa para los defensores de la tierra este día 20 de febrero de 1524... Fueron destruidos los quichés por los castellanos. Su jefe Tonatij Avilantado -Adelantado- Pedro de Alvarado, conquistó todos los pueblos"; permite inferir, pues, que la batalla decisiva y la muerte de Tecún Umán ocurrieron el 20 de febrero de 1524.

David Vela
Temas Cívicos
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación
1962

miércoles, 19 de febrero de 2014

Tecún Umán, Lucha y Tránsito Glorioso



TECÚN UMÁN, LUCHA Y TRANSITO GLORIOSO

También concurren la afirmación española y la afirmación indígena a dar testimonio de la heroica lucha de Tecún Umán y su glorioso holocausto en defensa de la tierra; allí en los llanos de Olintepeque, donde la leyenda tiñó de sangre el río. Xequijel es el nombre, cruento recuerdo del oleaje que puso un manto de púrpura sobre los hombros de los guerreros quichés; no tenían la estrategia, ni las armas del conquistador, pero sí el mismo corazón esforzado y técnicas astutas, la experiencia de rivalidades orgullosas y guerras tribales, cuando se tiraron los huesos de sus parientes frente a las grandes casas, cuando bebieron la chicha embriagante en los cráneos de sus enemigos; acaso la división fue el arma negativa que decidió su vencimiento; pero fueron valerosos y grandes en la lucha, como fueron ingeniosos bajo el sol de la paz.

Su gran capitán, cuando aun no se escribía nuestra historia, quiso evitar mayor efusión de sangre; de ahí su reto, de ahí su combate singular con el caudillo de los españoles; su valeroso ánimo y su patriótica entrega darían luego pábulo a la imaginación para levantarlo en las alas de la leyenda; por algo fuera el quetzal su doble en la naturaleza, su alter ego totémico, su nahual, como dicen aún los quichés. Jamás vieron los españoles un jefe adornado con tal profusión de plumas, y tempranamente surgió la leyenda de que la escarapela roja que lleva el quetzal en el pecho, es el recuerdo de haber caído el ave maravillosa sobre el pecho sangrante de Tecún Umán; ahora lleva el quetzal en su pecho la mortal herida, o mejor dicho, la herida que lo hace inmortal.

El Titulo de los Señores de Otzoyá refiere, en forma un poco mística ya, la lucha entre Tecún Umán y Tonatiuh, quien se adelantó para probarse en singular combate con un hermoso capitán indio, que estaba todo adornado de plumas de quetzal. Tecún Umán usaba una lanza, no corriente, sino mágica, de espejuelos... levantó el vuelo, convertido en una águila o quetzal, y con su lanza logró matar al caballo de Pedro de Alvarado; mas viendo que su enemigo permanecía en pié, volvió sobre él con renovado brío... pero fue muerto, traspasado por la lanza del conquistador. De una lanzada en el pecho cayó muerto nuestro héroe, e inmediatamente, -según relata Fuentes y Guzmán- hubo tal furia entre las huestes indígenas y dieron tal batalla para vengarlo, que "asombraron al sol con vara, flecha y piedras, por grande rato de reñidísimo combate". El propio Alvarado rindió tributo de admiración al gran capitán de los quichés.

...Y luego el capitán Tecún alzó el vuelo, pues venia hecho águila...

He aquí las palabras textuales de la leyenda indígena: "...Y luego el capitán Tecún alzó el vuelo, pues venia hecho águila, lleno de plumas, que venía desde su pueblo así, y traía alas y plumas por todo su cuerpo, también traía tres coronas en una: la una era de oro, la otra de plata y la otra d perlas, de diamantes y esmeraldas. El cual capitán venia de intento a matar al Tonatiuh don Pedro, que venia a caballo y le quito la cabeza con su lanza. No era lanza de hierro si no de espejuelos (y todo esto que hacía era por magia) y como vio el capitán Tecún que no había muerto el Adelantado, sino su caballo, alzó vuelo por segunda vez para arriba, para desde allí venir con la mayor fuerza a matarlo, a donde el Adelantado lo aguardó con su lanza y lo atravesó de medio a medio y mató al capitán Tecún, adonde acudieron dos perros. No tenían pelos, sino que eran pelones, le echaron garra estos perros a este indio para hacerlo pedazos y como vio el Adelantado esto, que era muy galán este capitán indio, y como traía tres coronas de oro, plata, diamantes, esmeraldas y perlas, llegó a quitárselo y defenderlo de los perros, y lo estuvo mirando muy despacio, y estaba lleno de plumas del quetzal muy lucidas, por eso le quedó el nombre a este pueblo Quetzaltenango, porque aquí en este sitio sucedió la muerte de este capitán Tecún..."

En otros manuscritos se relata la muerte de Tecún Umán con idéntica mención a sus poderes mágicos y de su nahual; así en el de Francisco García Calel Tzumpam, se dice que voló convertido en águila o en quetzal, "como acostumbraba hacerlo"; y Fuentes y Guzmán concluye: "parece que el nombre de este príncipe era Tecún-Umán, y los apellidos Tanub y Zaquechul". La Isagoge Histórico Apologética -manuscrito anónimo de un dominico del siglo XVIII- registra el siguiente texto: "Dicen que el rey del Quiché Tecún Umán, era grande brujo y que volaba por sobre todos los ejércitos en forma de un pájaro que llaman Quetzal", expresión que aun pudiendo llevaría implícita la duda de que el cacique indígena pudiera transformarse en ave, es trasunto del nahualismo de los mayas-quichés, por muchos observado y comprobado por las más serias investigaciones etnológicas. Otra fuente es la Décima tercia relación de la venida de los españoles y principio de la ley evangélica, por don Fernando Alva Ixtlilxochitl, quien relata la salida de Alvarado para sujetar a los de Quahtemalan, Otatlán, Chiapan, Xoconusco y otras provincias, y cómo "fueron sobre Quetzaltenango"; en cuenta dice: "...Tuvieron una guerra muy reñida; mas luego los vencieron y fueron tras ellos, y en el alcance mataron infinitos de los que huían, y prendieron al general, que era uno de los cuatro señores que había en aquellos tiempos en Otatlán. También murieron muchos de los nuestros y algunos españoles".

Historia y leyenda se entrelazan después, para suponer un dialogo entre los dos campeones, previo al singular combate que libraron. Se refiere que el Adelantado inquirió del jefe indio "si quería darse por paz y por bien", y que Tecún Umán respondió altanero, negativamente; "más bien quería poner a prueba el valor de los españoles"; frase recogida por varios historiadores con un regusto prestado al romancero español, rimando por una parte la gallardía de los jefes hispano e indígena, y por la trilogía dramática de reto, combate y muerte, con las tres coronas del héroe Tecún Umán.

También en otra forma, simbólica y legendaria, recogió y mantuvo la tradición oral el recuerdo del combate entre Tecún Umán y Pedro de Alvarado: el etnólogo Franz Termer, refiere como producto de su investigación en 1925, que "por Olintepeque, en cuya vecindad se hacen sacrificios, un bloque de andesita que llama la atención, es denominado el tambor de Tecún Umán , recordando el combate de este jefe de los quichés contra don Pedro de Alvarado en esa planicie de Quetzaltenago. Los indígenas creen que la espada de Alvarado esta enterrada allí". Una alusión gemela distingue a una roca cercana a Totonicapán, a la cual -según Termer- se da el nombre de Kojon-navaj -roca del tambor- y en la que -dicen los indígenas- se halla escondido el tambor del ejército español; simbología impresionante, por la importancia que dan al tambor nuestros indígenas, y que no solo encierra una coincidencia mental sino concurre a la evidencia del recuerdo tradicional de la lucha entre ambos caudillos.

En fin, hasta hace algunas décadas, había memoria del sitio en el que los indígenas creían que había caído muerto Tecún Umán, y arrojaban allí, al pasar una rama fresca de algún árbol, como ofrenda, hasta que, secas y amontonadas, eran removidas por alguien para dejar limpio el sitio y libre para seguir recibiendo tan sencillo y conmovedor homenaje.

David Vela
Temas Cívicos
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación Pública
1962

martes, 30 de julio de 2013

Tecún Umán, Historia o Leyenda.

Tecún Umán

TECÚN UMÁN  EN LA HISTORIA Y LA LEYENDA

El pueblo de Guatemala es solidario en su sentimiento espontaneo de exaltación del héroe Tecún Umán; figura histórica y legendaria, a la vez, vive y persiste con sublimados rasgos en nuestro corazón; por él queman pom los volcanes, vuela el quetzal como flor de la libertad, sonríe la mazorca de maíz, tiende el viento la estera de agua de los lagos, y el sol repite su tarea cotidiana de difundir el fuego que brotó de las sandalias de Tohil.

Tecún Umán existe en la historia con la misma fuerza con que alienta en la leyenda, como meandro de la nacionalidad y valor representativo de la tierra; limpio como nuestro cielo, por encima de pugnas políticas y luchas fratricidas, sacrificado en la confluencia de las dos sangres que corren por nuestras venas, fuente de donde mana el río de nuestra historia y voluntad del pulso que traza su porvenir.

Pedro de Alvarado, en carta que dirigió a Hernán Cortés -10 de abril de 1524-, relata las penalidades de sus tropas, las trampas mortales y tenaz resistencia que opusieron las huestes indígenas al paso de los conquistadores, mas con notorio orgullo cuenta que, en una de las batallas que hubo de librar, logró que los valerosos guerreros quichés perdieran mucho de su empuje, por la muerte de su capitán general.

De conocer el nombre de Tecún Umán, lo abría registrado con soberbia complacencia, pero lo guarda la tradición oral de los indígenas, por su obvia tendencia a conservar y transmitir noticias históricas, lo mismo recitada por algún balam prestigiado entre los ancianos de la comunidad Poconchí, que por los sacerdotes Cacchiqueles y declamadores profesionales, de memoria prodigiosa y suelta lengua para adornar sus fiestas con las nukum tzij, o guirnaldas de palabras, en las que el nombre de Tecún Umán pudo ser una heráldica flor. Y pasó también a los manuscritos -contrafuertes de la tradición- en que los indígenas asentaron en su propia lengua los vestigios de su cultura y los fastos históricos que les permitirían subsistir con dignidad.

Refiriéndose a la carta de Alvarado, nuestro gran literato Salvador Falla lamenta que aquel ignorase o callara el nombre de Tecún Umán, pero lo identifica al complementar el dato del conquistador con un texto indígena, a saber: "Este capitán Nehaid convido a comer a todos los españoles, y les dieron de comer pájaros y huevos de la tierra, y luego, al día siguiente, envió un recado al gran capitán Tecún", connotación del guerrero que coincide con la del gran capitán de los quichés a quien Alvarado se ufana de haber dado muerte.

También aparece mencionado en la ultima tradición del Popol-Vuh, al referirse a Tepepul y a Tecún, "los que tuvieron hijos y fueron los de la décima tercera generación", cita que confirma que Tecún, nuestro Tecún Umán , era realmente contemporáneo de Tepepul que existía a la llegada de los españoles. Si dato tan puntual necesita reiteración, la encontramos en el Titulo Ahpop-Camhá -citado y transcrito en parte por nuestro primer historiador Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán- registrado también como Manuscrito de Xelahuh; dice que el emperador de México había enviado un mensajero -llamado Hüitzitzil, que quiere decir colibrí y que es el nombre de la madera utilizada para las varillas de las baquetas de la marimba- al rey quiché, y que cuando adivinos habían hecho predicciones funestas: "que eran quienes gobernaban entonces Oxib-Quieh y Belejeb-Tzi, con los títulos de Ahau-Ahpop y Ahpop-Camha", dualidad en el mando corroborada por diversas fuentes documentales, con dos gobernadores adjuntos, "y uno era el Nim-Chococ-Cavec, gran elegido de los Cavec" -Tecún Umán, según nuestro historiador José Milla y Vidaure- y el otro Ah-Tohil, o sacerdote de Tohil, y tenía el nombre de Tepepul, Acierta Milla en su afirmación, y pueden los demás historiadores sostener el mismo criterio, por que en el Popol-Vuh se dice que los adjuntos eran Tecún y Tepepul.

De manera que, conforme a los manuscritos, tenemos cuatro gobernadores, o sean Oxib-Quieh y Belejeb-Tzi, Tepepul y Tecún. Ahora bien, dice Alvarado que murió uno de los señores de Utatlán, quien era como capitán general; como Belejeb-Tzi y Oxib-Quieh fueron quemados por don Pedro del Alvarado, queda eliminada la posibilidad de que uno de ellos fuera el señor que murió en el valle de Olintepeque, en la batalla que se dio en El Pinar o en el vallecillo de El Pino, como le dicen otros, ¿sería Tepepul? Tampoco, porque tenemos evidencia de que Tepepul quedó vivo e incluso se le achaca una fea acción. En efecto, uno de los testigos que se presentaron en el proceso de residencia contra don Pedro de Alvarado, el testigo Francisco Flores, quien tomo parte en aquella batalla y estuvo en la entrada a Utlatán, dice que don Pedro de Alvarado efectivamente castigo a los señores de Utatlán: Oxib-Quieh y Belejeb-Tzi, porque estos tramaban la perdición de los españoles y que perdono a Tepepul por que fue éste quien le dio a conocer o le revelo las intenciones de los dos jefes o señores de los quiechés. De modo que tampoco fue Tepepul el otro señor de Utatlán quien murió en la batalla, y no queda más que Tecún. Bastaría eliminar a los señores que hubieran podido participar en la batalla, para concluir que Tecún Umán fue el capitán general de toda la tierra, a que hizo referencia en su carta don Pedro de Alvarado.

Algo más: el mismo manuscrito dice que Tecún Umán -ya le da, pues, el segundo nombre- fue nombrado comandante supremo de todas las fuerzas del Quiché, y que se situó con ellas en espera de los castellanos, en el extenso valle en donde se edificó posteriormente Quetzaltenango -antes se llamó a este paraje Xelajuh- al pie de los diez cerros-, y agrega: al pie del volcán Gaxanul -que conocemos ahora como de Santa María-, teatro de la legendaria hazaña de Gagawitz, quien se arrojo desnudo al hiriente cráter para vencer al espíritu del fuego, y salió de ahí terriblemente quemado, con prestigio que le permitiría seguir guiando al grupo cacchiquel, nación que lo tuvo como dios o héroe divinizado. Por paralelismo, nosotros podemos rendir el más alto homenaje a ese gran antepasado nuestro y defensor de la tierra TECÚN UMÁN. El Titulo de los señores de Otzoyá -llamado también de Ixcuin Nehaib- da el nombre completo al héroe: "el gobierno, o los  señores de Utatlán, despachó a un gran capitán, llamándose Tecún Umán, nieto de Quicab cacique".

Robusteciendo la tradición oral, de los manuscritos indígenas resulta indudable la existencia de Tecún Umán, perfectamente identificada por ese nombre y con las características del personaje de secular memoria, como perteneciente a una de las grandes casas Quichés, la de los Tamub; y acaso valga la pena mencionar un antecedente que ennoblece al simple nombre de Tecún, según dato registrado en el manuscrito de don Juan Torres Macario -como dice Fuentes y Guzmán-, cuyo texto publicó nuestro historiador Adrián Recinos como Historia Quiché de Juan Torres; menciona a Tecún como uno de los directores del clan o tribu de los Tumub: "aquellos hombres prodigiosos tenían las flechas, el fuego y la obsidiana, tenían el león y el tigre; Tecún Balam se llamaba su nahual cuando llegaron aquí aquellos hombres distinguidos".

De manera que ese gran sacerdote -Balam- o jefe conductor de la tribu de los Tamub, llevaba el mismo nombre que Tecún, dentro del mismo grupo clánico, si no como ascendiente, -lo cual no podría afirmarse- si como notable ancestro; tal circunstancia connota al nombre de Tecún con una alta función, o prestancia al menos, entre los Tamub. Para mayor abundancia, en otro manuscrito conocido con el nombre de Titulo de los Indigenas de Santa Clara, no siendo más que un titulo de tierras, se alude a los últimos gobernantes o señores de los Quichés, de Cumarcaah o Utatlán, y entre ellos, al lado de Tepepul, aparece mencionado Tecún Umán.

David Vela
Temas Cívicos
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación Pública
1962

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