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miércoles, 7 de agosto de 2013

José Milla y Vidaurre "Salomé Jil"


José Milla y Vidaurre "Salomé Jil"

A JOSÉ MILLA Y VIDAURRE

Tuviste la gloria de traspasar los Andes
en alas de tu numen florido;
fuiste grande entre los grandes
y de la patria: su hijo bien nacido.

Tu arte, florilegio y pedrería,
 forjó en milagro de amor profundo
altivo trono para la patria mía
y letras de oro para la admiración del mundo.

Tus libros, abrazo de historia y de leyenda
arrullan el alma con místico acento,
son majestad y beso, relámpago y ala;

para el aeda, tu genio es loada senda,
para la posterioridad: regio monumento
y plegaria de amor para Guatemala.


JOSÉ MILLA Y VIDAURRE
1822 - 1882
Y los dioses generosos pusieron mieles
en sus labios, fulgor de aurora en su
mente y sacramentaron su pluma con
mística de inmortales alfabetos...

Esta vez nuestras páginas divulgativas se honran y se engalanan al evocar a otro hijo amado de esta Guatemala veneranda; sentimos que en nuestro corazón bullen esas linfas que en milagro de fe y de amor, se tornan vino consagrante para solemnizar la santa eucaristía del recuerdo; nuestro pensamiento se torna plegaria admirativa y nuestra espiritualidad vibra emocionada, para plasmar en verbo y adjetivo, el divino evangelio musitado en el recinto de los héroes caídos; en fin, experimentamos complacidos, este palpitar diverso en que , ideas, culto, sentimiento y gratitud, se engarzan en hilos de unidad, para ofrendarlo en ara de las sublimes evocaciones.

¡Sean pues, aquellas claras linfas, aquel devoto evangelio y aquel engarce palpitante, la trina armonía que nos permita llenar los ámbitos patrios y los corazones ciudadanos, con esa euritmia majestuosa que vibra en el nombre de José Milla y Vadaurre!

Guatemala ha sido venero de consagrados literatos cuyas obras maestras perpetuarán por siempre su nombre señorial; nuestro campo literario está repleto de nombres insignes que han merecido los honores de propios y extraños; nombres que en alas de su fama, han llevado las exquisiteces de su inspiración a lejanos lares; diríase que la  dulce mística de las musas, regó en este surco bienamado, sus más diáfanas esencias para que brotaran las lozanas rosas del ensueño, los lises de la pureza y las perpetuas siemprevivas.

José Milla y Vidaurre, es una de esas flores "símbolo"; apasionado por la lectura y por los grandes autores de todos los tiempos, fue fortaleciendo su ansia literaria desde juveniles años, hasta culminar con esa floración de obras maestras, donde nuestras costumbres, pasados y trascendentes sucesos históricos, personajes, intrigas, etcétera, aparecen fielmente perfilados y embellecidos por su delicada inspiración, por la majestad de su genio imaginativo, por la perfecta trama, por el fantástico encajamiento y naturalidad con el que relaciona a personajes ficticios y reales, en fin son obras que tienen el mágico poder de transportarnos a sus maravillosos escenarios y experimentar sus profundas emociones, sorpresas y peligros de sus intrigantes episodios, y todo, engalanado con la espléndida pedrería de su magistral lenguaje; si, Milla y Vidaurre, fue todo un maestro para manejar la mística delicada del idioma.

La óptima producción literaria de José Milla y Vidaurre, es tesoro inagotable para las letras guatemalenses y perpetua heredad para nuestra bella Guatemala.

Fue en céntrica mansión situada en la 9a. calle oriente, entre 10a. y 11a. avenidas de la Nueva Guatemala de la Asunción, donde un 4 de agosto de 1822, los esposos don Justo Milla, pundoroso coronel del ejército hondureño, y doña Mercedes Vudaurre de Milla, descendiente de distinguida familia citadina, celebraron el advenimiento de José.

Como intuidos del brillante futuro para el cual venía predestinado por aquel niño, le rodearon de cuidados y esmeros que propiciarán el feliz desenvolvimiento de sus innatas pertenencias.

Pero la fatalidad, alerta siempre para truncar destinos,  vino a desquiciar aquellos anhelos hogareños, con la súbita muerte de doña Mercedes, cuando José apenas frisaba  en sus seis abriles.

¡A tan temprana hora de la vida, el pequeño sufría el más inmenso de los pesares! ¡perder a la madre, es tanto como perder el punto de apoyo de la vida!

El sino adverso siguió su embate de amargura para aquella tierna alma; circunstancias de índole política, dieron lugar al extrañamiento del coronel Milla, pasando a vivir su exilio a la república mexicana, donde habría de morir más tarde, con el dolor de no haber estrechado por vez última a su amado hijo.

Huérfano José, tomáronlo bajo su tutela sus tíos maternos, erigiéndose a la vez en su noble tutor el ilustre prócer, canónigo doctor José María Castilla, que por entonces fungía como rector del colegio Seminario.

Fue en ese centro educacional, donde Milla y Vidaurre, inició y terminó sus estudios, egresando como digno profesional, ávido de triunfos y poseedor de un talento singular que abríalo hecho descollar en cualquier campo de actividad, pero ya el suyo: "las letras", estaba decidido desde sus años mozos cuando en escolares ensayos demostró sus aptitudes literarias.

La lectura era su deleite principal; pues -decía- algún provecho deja; conforme fue consolidando su juicio y vocación literarios, aquella pasión por la lectura, pronto se torno selectiva; ahora, solo ocupaba su atención, el afanoso estudio de renombrados clásicos españoles como notable escritor Nicolás Fernández Moratín y el fecundo vate Manuel José Quintana; luego enriqueció su acervo literario, en las inmortales páginas del poeta Quinto Horacio; de Alfonso de Lamartine, gran poeta y político francés; fue admirador ferviente de William Shakespeare, el más notable poeta dramático inglés, dueño de refinadas cualidades, gracioso terrible, satírico, apasionado y burlesco y autor de obras universalmente admiradas como "Otelo", "Romeo y Julieta", "Ricardo III", "Hamlet", "El mercader de Venecia", "El rey Lear", etcétera; completaron su fuente nutricia: "Guillermo Tell", "María Estuardo", "Don Carlos", etcétera, obras escritas por el poeta trágico y gran historiador alemán, Federico Schiller.

Egresó del Seminario a los 20 años de edad, sólidamente preparado para interpretar y plasmar los imperativos del pensamiento, con esa inspiración y maestría que lo hizo inmortal.

Sus ya reconocidos méritos literarios, le llevaron al seno de la benemérita Sociedad Económica de Amigos del País, en cuya mesa directiva sirvió con esmero el puesto de secretario, y fue entonces que su entusiasmo le permitió publicar, como órgano informativo de esa entidad, "La Revista", dando brillo a sus páginas, con amenos e interesantes tópicos literarios de su fecunda pluma.

Pero como en su espíritu anidaba un torbellino de inquietudes dilectas, hizo del pueblo mismo, un excelente campo de actividad; observó y estudió profunda y minuciosamente nuestro costumbrismo aun en sus aspectos más íntimos y naturales que luego plasmó en primorosos y amenos capítulos engalanados con chispeantes ocurrencias.

Su aguda observación, unido al dominio magistral que tenía del idioma castellano, así como de algunos dialectos nativos, darían años más tarde como fruto notable, esa gracia, esa flexibilidad, esa amenidad y ese quilate literario y cultural inigualables a sus obras, verdadero monumento de las letras nacionales.

Mas, de pronto su devota tarea literaria entró en receso, debido a que el gobierno de la República lo designó para desempeñar la oficialía mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores; tiempo después pasó a servir la secretaria de la hermandad de la caridad del Hospital General, finalmente, y en calidad de secretario especial, acompañó al presidente Rafael Carrera en su visita oficial que hiciera a Costa Grande y pueblos de Los Altos.

Nuestro ilustre Pepe Milla, al igual que el inolvidable Pepe Batres Montúfar, gustaba de lanzar sus toquecitos satíricos a cuantas gentes los merecían; de su pluma brotaron muchos versos de esta clase, que hicieron época por su sal y pimienta.

 De notables fueron calificados éstos, escritos contra el propio presidente Carrera:

"Hijo de la miseria y de la nada,
tiranuelo opresor de un pueblo inerme,
zorra cobarde que acomete osada
a un gallinero que tranquilo duerme."

Terminadas sus actividades en el campo oficial, vuelve Pepe a su campo dilecto; por sus innegables dotes literarias, fue nombrado redactor del diario oficial y como era de esperar, su labor fue magnífica y caracterizada por lo novedoso de sus trabajos en los que ya se adivinaba al futuro gran literato que tanta gloria diera a Guatemala.

Y otra vez los cargos gubernamentales, viniéronlo  a distanciar del activismo literario; lo encontramos primero desempeñando la subsecretaria general del gobierno, luego como consejero de Estado y otras veces ocupando una curul en la asamblea nacional.

En 1,858, el gobierno le confía el cumplimiento de una delicada misión especial ante la legación de Guatemala en los Estados Unidos de América y desempeñada por nuestro insigne filólogo, Antonio José de Irisarri.

En ese mismo año casó con la señorita Mercedes Vidaurre, prima suya y en cuyo hogar nacieron seis hijos; con el correr del tiempo, uno de ellos, Pedro Milla, honrando la heredad literaria de su padre, tuvo a su cargo la dirección del diario "La República".

Tres años después -1,861- salió a la luz pública su rotativo "Hoja de Avisos" en cuyas páginas aparecieron por primera vez, los amenos capítulos de "Cuadros de Costumbres" escritos con admirable exactitud descriptiva de caracteres, fecundidad de ideas y exquisitez de lenguaje. Desafortunadamente ese importante periódico dejó de circular en 1,862.

Pasados 2 años -1,864- volvió a la brega periodística, publicando "La Semana", donde continuó la serie capitular de "Cuadros de Costumbres", al tiempo que se publicaban los primeros de "los Nazarenos", Ël Visitador", Libro sin nombre" y "La Hija del Adelantado"; ornaron también aquellas páginas, algunas de sus poesías jocoserias, entre las que descollaron: "Risas y Lágrimas", "Las Canas", "Los deseos Cumplidos" y "La conciencia", además, anecdotas, cuentos, temas historicos, biografias de guatemaltecos ilustres, etcétera.

En páginas inmortales y con esa amenidad propia de su genio, plasmó los dicharachos y refranes, idioma y costumbres de nuestro pueblo.

Tuvo a su cargo la cátedra de Literatura Española en nuestra Facultad de Derecho, y cuentan que un grupo de jóvenes amantes de los encantos literarios, solían reunirse, al caer de las tardes, en la casa del inspirado maestro, para recibir de él y en forma gratuita, dentro de un clima de cordialidad, amenas y jugosas explicaciones; revisaba los trabajos de sus discípulos, insistiéndoles en las reglas del bien decir, del arte poético, y para mejor ilustración, hablábales extensamente de la prosa y verso de los más prestigiosos clásicos españoles, aspecto éste, en que era versado profundamente.

En esta forma, noble y apostólica, Pepe Milla regaba la simiente de su mística literaria en el surco promisorio de la juventud dilecta, para que un día no lejano, se produjera la milagrosa floración de nuevos valores literarios.

Los movimientos políticos de 1,871, encabezados por Garcia Granados y Justo Rufino Barrios y que culminaron con la caída del gobierno presidido por el mariscal Vicente Cerna, obligaron a nuestro gran Pepe Milla a abandonar el suelo patrio rumbo a Norteamérica primero y luego hacia Europa.

Visitó Italia, Inglaterra, y Francia; en cada uno de esos países fue admirado por sus refinadas dotes personales, por su talento y por sus brillantes aptitudes como escritor.

Durante su permanencia en Paris, entabló amistad con el señor Mourgues, destacado miembro de la Unión de prensa hispanoamericana y director gerente del rotativo parisiense "Correo de Ultramar", habiendo merecido el honor de ser redactor de planta de tan importante diario; tuvo asimismo como dilecto amigo al connotado hombre de ciencia M. Littre que en 1,839 fuera director del diario parisina "El Nacional".

Su estadía en Europa le permitió, al calor de viejos recuerdos de su lejana Guatemala y con las esencias de su arte divino, comenzar a escribir los agradables capítulos de "Un viaje al otro mundo pasando por otras partes" y de paso dar vida a su célebre y popular personaje "Juan Chapín", representativo del ambiente guatemalense.

Una vez retornado a su querida Guatemala, el gobierno de la República tomando en cuenta su ilustración y valiosos méritos literarios, tuvo a bien encomendarle un trabajo serio, delicado, nada menos que escribir la Historia de Centro América, desde su descubrimiento hasta su fecha de independencia. La tarea era ardua pero él la aceptó gustoso confiado en su capacidad y en sus conocimientos históricos.

Como esta labor reclamaba tranquilidad, eligió para centro de sus actividades literarias, su hacienda "Quesada", situada en apacibles terrenos de Jutiapa.(1)

El primer tomo de tan interesante historia, fue editado por la imprenta "Progreso", de Francisco Lainfiesta, en 1,879; el tomo segundo no pudo ser terminado debido al sentido deceso del insigne escritor, siendo encomendada su terminación, al competente hombre de letras, don Agustín Gómez Carrillo. Con anterioridad, había publicado su obra "Memorias de un Abogado". En 1,880, el "Diario de Centro América", engalanó sus columnas publicando capítulos de  "El canasto del Sastre" y los de su última novela, "Historia de un Pepe".

La lectura de toda la producción literaria de Pepe Milla, produce una sensación avasalladora en la que alternan: enseñanza, ejemplo, gusto exquisito, maestría en el perfecto manejo idiomático, y ante todo, esa creación grandiosa de sus célebres personajes; seguramente que las obras bellísimas de Milla, serán de vigencia eterna y no habrá ser alguno que al leerlas, no se sienta transportado a las épocas y lares de sus intrigantes acontecimientos.

José Milla y Vidaurre, gozó del respeto y admiración de círculos sociales y científicos y el quilate de sus brillantes aptitudes, le llevó al desempeño de muchos e importantes cargos de la administración pública y privada.

Fue: Miembro Corresponsal de la Real Academia Española; Delegado, en Guatemala, del Congreso de Americanistas de Bruselas; Miembro Honorario de la Sociedad Literaria Internacional de París; Miembro Correspondiente de la Academia de Bellas Letras de Santiago de Chile; Asistente del Ateneo de León, Nicaragua; Asistente de la Sociedad Económica de Amigos del País y de el Porvenir, de Guatemala.

Pese a sus excelentes cualidades personales e intelectuales, a su magnitud como escritor y literato, Pepe Milla era un hombre sencillo a quien jamás le hicieron vanidoso los multiples honores y distinciones de que fue objeto; el amaba su arte y con amor de hermano lo brindo a la patria entera y al mundo. Era de mediana estatura, de complexión fuerte, despejada frente, agradable fisonomía, su noble mirar reflejaba la bondad de su alma; abundante y bien cuidado bigote; en todas partes y reuniones, distinguíanlo sus nítidas camisas y su negra corbata de ancha laza, levita con ribetes de cinta negra de seda; afable trato y refinada cortesía, conversación amena, fluida, y cuando las circunstancias lo ameritaban, pleta de sutil humorismo e inolvidables ocurrencias.

Las propias personas de credos políticos o religiosos opuestos a los suyos, supieron reconocer en Pepe, al novelista cumbre, al hombre digno y al literato merecedor de todo respeto.

En la brega literaria acostumbró calzar sus magnificas producciones, con su anagrama: Salomé Jil.

Pero llegó el momento fatal para la familia del eximio literato, para la patria y para las letras nacionales.

Una afección cardiaca habíalo llevado al lecho; familia y amigos rodeandolo de cuidados y atenciones; no obstante su delicado estado, aun dedicaba algunos momentos para corregir las pruebas tipográficas correspondientes al tomo segundo de la Historia Centroamericana que años atrás le encomendaría el gobierno, mas, como el mal avanzaba, aquella interesante obra didáctica, hubo de quedar trunca, terminandola, como ya apuntamos, don Agustín Gómez Carrillo.

Es la noche del 30 de septiembre de 1,882 su corazón funciona con marcada deficiencia; las medicinas poco o ningún efecto hacen en el paciente; presintiendo la proximidad del fin, el insigne maestro pide lleguen a su presencia sus amados hijos, luego hizo un supremo esfuerzo para prodigiarles lo último de su amor en paternales caricias y bendiciones, su cansado cuerpo era sostenido por su querido amigo y admirador, doctor Pedro Molina Flores; con una lánguida y expresiva mirada, fue cubriendo uno a uno aquellos rostros amados y pasados quince minutos de la media noche, aquella valiosa existencia iniciaba su viaje eterno, despedida con amargo adios de lágrimas y sollozante musitar de preces.

¡El principe de la novela, ilustrísimo don José Milla y Vidaurre, partía para siempre, con su riquísimo equipaje de honores, satisfacciones y afectos, hacia su encantado castillo levantado en el gran peñón de la perpetuidad!

Este sentido deceso, constituyó un verdadero duelo nacional; la sociedad, el mundo de las letras, círculos religiosos, políticos y científicos experimentaban profunda conmoción ante tan irreparable pérdida.

Al iniciarse el imponente cortejo fúnebre desde la casa de mortuoria -4a. avenida Sur y 14a calle poniente- una numerosa concurrencia de toda índole social, acompañó sus venerados restos hasta la necropolis; antes de ser inhumados aquellos despojos, exaltaron la recia personalidad y multiples méritos de inolvidable Figaro centroamericano, el distinguido tribuno salvadorense, doctor Francisco E. Galido y nuestro notable orador parlamentario licenciado Antonio Machado.

Tres años más tarde - 1,885- a iniciativa de los literatos Francisco González Campo, José Maria Garcia Salas y Ramón Uriarte, se editó la "Corona Fúnebre", homenaje póstumo a la memoria del Inmortal Novelista José Milla  y Vidaurre, en la imprenta de Pedro Arenales; la formaban 128 páginas que en prosa exquisita y sentidos versos, cantaban justos y sinceros elogios a la persona del eterno Salomé Jil, asimismo las mejores plumas centroamericanas, volcaron oros de inspiración y pedrería de pensamiento, como consagrante recuerdo y tributo.

Estas son las primorosas e inmortales obras que el talento y maestría de Jose Milla y Vidaure legó como perpetua heredad literaria:

"Cuadros de Costumbres", "Los Nazarenos", "El Canasto del Sastre", "La Hija del Adelantado", "El Visitador", "Historia de un Pepe", "Un viaje al otro mundo pasando por otras partes", "Memorias de un Abogado",  "libro sin nombre" y el texto didáctico: Historia de Centro América (2 Tomos).

Una sencilla estatua de medio cuerpo y perfecto parecido, bella obra del artista guatemalteco Rafael Rodríguez Padilla, descansando sobre modesto pedestal aparece colocada en uno de los sectores del parque Gomez Carrillo(2) de esta capital, y una escuela primaria lleva, por disposicion oficial, el nombre de tan ilustre novelista.

Don Santiago L. Colom, le dedico este soneto:

A JOSE MILLA
(Historiador, novelista y poeta)

Del genio con luz resplandecía
en tu cerebro el pensamiento humano
inmenso como el cielo y el océano,
brillante como el sol del día.

Cuanto vivan la historia y la poesía
y la novela y el idioma hispano,
los lauros de tu genio soberano
serán orgullo de la patria mía.

¿Qué importa a tu gloria el odio inmundo
y la diatriba de la ciencia vana
que amargaron tu vida hasta el ocaso,

si el genio es astro que al cruzar el mundo
marcada deja en la conciencia humana
la estela luminosa de su paso?


SOBRE LA TUMBA DE PEPE MILLA
Dolores García R. -1,889-                   

No importa, no que altivos monumentos
circundando tu humilde mausoleo
se levanten soberbios; ti eres solo
del templo de tu gloria los cimientos

eternales serán. Tus sentimientos
ajenos fueron de perfidia y dolo
y en vuelo perennal de polo a polo
se agitarán tus grandes pensamientos.

Fue engendrado tu ser por un destello
del Dios de la poesía; todo invades
si de genio creador pones el sello.

Oye en lo alto las grandes tempestades
de justa admiración: tu nombre bello
acatarán absortas las edades.

Tumba de José Milla y Vidaurre

Sea, pues, nuestro corazón de guatemaltecos fieles al respeto y a la gratitud, un santuario donde continuamente ardan los fuegos sagrados del recuerdo hacia los connacionales que con brillantez suprema, nos enseñaron a amar el terruño nativo y a ganar cimas de honor...

Arnoldo J Cózar
Arcón Patrio
Tomo II
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación Pública
1,963

1  Actualmente Municipio de Quesada Jutiapa.
2  También conocido como Parque Concordia.

miércoles, 31 de julio de 2013

Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán

Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán

FRANCISCO ANTONIO DE FUENTES Y GUZMÁN 

El señor Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán nació en la Antigua Guatemala el año 1643; y fueron sus padres don Francisco de Fuentes y Guzmán y doña Manuela Ximénez de Urrea, ambos de las familias más nobles y acomodadas del Reino, puesto que descendían de sus primeros pobladores y conquistadores. Esmerada debe de haber sido la educación que recibió el joven Fuentes y Guzmán y grandes sus facultades intelectuales y su amor al estudio a juzgar por los muchos conocimientos científicos que sus obras revelan y por la circunstancia de haberlo recibido el Muy Noble y Muy Leal Ayuntamiento de la capital como Regidor Perpetuo, a la temprana edad de diez y ocho años; llegando a ser en varias ocasiones Alcalde Primero y Segundo de la misma corporación. Las continuas ocupaciones administrativas no le impidieron, sin embargo, dedicarse preferentemente a su carrera predilecta, la milicia, a la cual perteneció toda su vida y en la que obtuvo merecidamente el grado de capitán.

Por sus buenas dotes de gobierno, intachable honradez y amor al engrandecimiento del país, obtuvo la Alcaldía Mayor del entonces partido de Totonicapán, la que desempeño cumplidamente durante algún tiempo, pasando después con el mismo empleo a Sonsonate, en donde murió en 1700, a la edad de cincuenta y siete años, dejando legitima sucesión habida con una señora de la familia Salazar de Sosa, con quien se casó siendo aun muy joven.

Fuentes y Guzmán debe de ser considerado como prosista y como poeta: en este último concepto escribió varias obras, siendo las principales: "El milagro de la América, descripción en verso de la Catedral de Guatemala", "La vida de Santa Teresa de Jesús" y la "Descripción de las fiestas hechas en Guatemala al cumplir Carlos II la edad de trece años". De las dos primeras, que no se imprimieron jamás y cuyos originales han desaparecido, solo sabemos que estaban escritas en verso de arte mayor; mientras que de la tercera, que está en quintillas, podemos juzgar detenidamente, pues es la única que ha llegado hasta nosotros, a causa de haberse publicado dos veces: la una en la Antigua, en vida del autor, y la otra hace muy pocos años, en Madrid, por la Sociedad de Americanistas.

Fuentes y Guzmán como poeta tiene algunas veces rasgos ingeniosos y fluidez y soltura en los versos: pero en general carece de verdadera inspiración, es oscuro en los conceptos, pedantesco en el estilo, de muy mal gusto en las descripciones; en una palabra, el escritor a quien nos referimos, es, si se nos permite la frase, uno de los más aprovechados discípulos de Góndora.

Las obras en prosa que nuestro autor escribió son: "La Cinosura Política o Ceremonial de Guatemala", cuyo paradero ignoramos; "El Norte Político", que Beristain atribuye equivocadamente al padre del autor, y por último, "La Recordación Florida o Historia del Reino de Guatemala", la única conocida y la más importante de todas ellas.

Los motivos que impulsaron al Regidor Perpetuo de Guatemala a escribir esta historia, fueron, según él mismo dice en el discurso preliminar, los que se indican a continuación: el amor a la patria; la necesidad de aprovechar los documentos antiguos del país que en su tiempo ya se hallaban en mal estado; las instancias de los reyes de España -que por medio de reales cédulas recomendaban e impulsaban la redacción de la historia de cada una de las colonias americanas-, y el deseo de señalar y refutar las alteraciones que hizo el padre maestro fray Alonso Remón, en la obra de Bernal Díaz, al publicarla en Madrid en 1632; deseo muy natural y laudable, pues Fuentes y Guzmán era rebiznieto de Bernal Díaz y tenia en su poder el original de la historia de este célebre conquistador.

Recordación Florida
Para llevar a cabo esta obra, que debía comprender no solo la historia general del país desde los tiempos más antiguos hasta principios de siglo XVIII, sino también una descripción completa y detallada de la extensión, aspecto físico, clima, poblaciones, riquezas naturales, etcétera, del Reino de Guatemala, Fuentes y Guzmán contaba con grandes elementos, como eran: los archivos de la capital puestos a su disposición por orden superior; los grandes conocimientos geográficos e históricos que adquirió de los mismos indios durante su residencia en Totonicapán; las obras ya publicadas acerca del mismo asunto, y su amistad con el cronista Vázquez y otras personas profundas conocedoras de estas materias.

Sin embargo de todo esto, el poco tino y discernimiento del autor en obras de esta clase, su siega credulidad y su excesivo amor a la raza conquistadora hicieron de la "Recordación Florida" una obra bastante imperfecta, ya por carencia de unidad y de método, ora por las fábulas absurdas y hechos inverosímiles que contiene, ya, en fin, por su falta de imparcialidad en cuanto se refiere a los primeros tiempos de la colonización, pues en ella se desfiguran varias veces los hechos de la conquista en favor de los españoles y en detrimento de los naturales.  

Además de estos capitales defectos. la obra en que nos ocupamos, literalmente considerada, tiene otros que no debemos ocultar a los lectores: abundan en ella los pensamientos oscuros y alambicados; su estilo es generalmente pedantesco, hinchado y gongorino, y llena está su dicción de neologismos y voces impropias y de afectadas y violentas construcciones.

A pesar de estas faltas reconocidas por escritores nacionales y extranjeros. ¿qué tiene "La Recordación Florida", que siempre se lee con interés y a veces con verdadero agrado? Tiene varias cualidades de gran valía, en nuestro humilde juicio, entre las cuales citaremos desde luego los numerosos datos geográficos, religiosos, estadísticos y de ciencias naturales en que la obra abunda, y el patriotismo que se revela en todas sus páginas. Fuentes y Guzmán tuvo verdadera adoración por el pueblo que le vio nacer: al progreso y adelanto de Guatemala dedicó todos los trabajos de su vida; y por eso, cuando al escribir su historia le arrebata el amor patrio, prorrumpe en hermosas exclamaciones, su lenguaje se vuelve correcto y natural, su estilo pintoresco y elocuente y agrada e interesa a los lectores.

Otro merito tiene Fuentes y Guzmán que no debe olvidarse: él fue el primero que, apartándose de las sencillas crónicas religiosas escritas por los autores de su tiempo y por los que le precedieron, intentó formar una verdadera historia general de carácter civil, en que se narrasen todos los acontecimientos del país. Quizá su empresa no tuvo completo éxito; mas no por eso debemos negarle los elogios que por ella merece.

Defectuosa y todo como es la obra a que nos referimos, fue durante mucho tiempo la única fuente de donde Juarros y demás historiadores tomaron los elementos de sus libros. Necesarios fueron el estudio y la laboriosidad de Milla para señalar todas las fábulas e inexactitudes de la "Recordación Florida", que de la época del autor hasta la presente, copiadas fueron, como hechos indiscutibles, en discursos, artículos de periódicos, textos de enseñanza y aun en libros de más altas pretensiones.

Es indudable que después de las investigaciones del benemérito escritor que se acaba de citar, quebrantada quedó la autoridad de la "Recordación Florida" en la parte relativa al primer periodo de la historia patria; pero loq ue siempre quedará incólume es el honor de "Padre de la Historia de Guatemala", que Fuentes y Guzmán merece con más justicia, en nuestra opinión, que Juarros y los demás historiógrafos del país.

No queremos concluir este ligero análisis sin mencionar especialmente una de las más bellas cualidades del escritor a que nos referimos; cualidad tanto más digna de tenerse en cuenta, cuanto que ella, a la par que da lustre a la persona de Fuentes y Guzmán, arroja vivísima luz sobre un importante y discutido asunto de la historia de España y de la América española.

Opinión común es entre personas poco conocedoras de la historia o cegadas por preocupaciones políticas, la de que desde el reinado de los reyes Católicos hasta el de Carlos IV, el más absoluto despotismo pesaba sobre España y sus colonias, encadenando todos los derechos y libertades humanas, y, principalmente, el derecho y la libertad de publicar por medio de escritura, las opiniones del ciudadano acerca de la conducta de las autoridades. Exageración y mucha hay en opiniones semejantes; porque si bien es cierto que el estado social y la organización política de la península ibérica y de los demás países europeos de aquella época, no pueden compararse con la organización política y estado social de los pueblos de este siglo, en que la libertad ha logrado sus más hermosas conquistas también lo es que durante aquel periodo, ni en España ni en sus colonias estuvo del todo amordazada la palabra, como lo prueban irrefutables y numerosos escritos.

El el mismo reinado de Felipe II, a quien presentan algunos como el prototipo de la tiranía, escribió el jesuita Mariana el celebérrimo libro de "Rege", puesto por Michelet al lado de "El Principe" de Maquiavelo. No se sabe qué admirar más en la publicación de este tratado: si lo avanzado de sus doctrinas, rayanas en demagógicas, o la tolerancia de Felipe II, que permitía se imprimiera para servir de enseñanza al heredero de la corona, un libro en que se defendía la soberanía popular y en que se exageraba el derecho de rebelión, hasta el punto de justificar el tiranicidio.

Y si de la península pasamos a las colonias no dejaremos de encontrar en ellas escritores dignos e independientes, que no cesaban de levantar su vos y de emplear su pluma para defender los derechos no siempre respetados de los naturales; para censurar los vicios introducidos en la administración pública y para anatematizar cuantas violentas medidas y leyes inconsultas partían de la metrópoli. Entre esos escritores podemos colocar a Fuentes y Guzmán, en quien el excesivo amor a la raza conquistadora no se oponía jamás a la rectitud de las ideas ni a los nobles arranques del corazón.

Pocas páginas de la "Recordación Florida" tan interesantes y atractivas como aquellas en que el autor, indignado por los abusos del poder, los onerosos impuestos y las leyes opresoras, alza su voz, eco en este caso de la ciencia y de la justicia, para defender a las víctima oprimida, señalar los errores económicos y defender los principios del derecho.

Muchos y capitales son los defectos de la obra que analizamos; pero no impiden, ni impedirán nunca, que su autor sea reconocido como el hombre que mejor representaba en Guatemala, en pleno siglo XVII, la investigación científica y la independencia del pensamiento.

Grandes fueron el respeto y la estimación que por estos motivos adquirió entre sus compatriotas el historiador en quien nos ocupamos; siendo una prueba de ello los títulos de Regidor Perpetuo, de Magistrado Pretorio y Alguacil Mayor que le concedió la representación de la capital como recompensa a sus méritos indiscutibles.

El manuscrito original de la historia de Guatemala (que constaba de tres partes, de las cuales ha desaparecido la última, según parece), se conserva en el archivo de la Municipalidad de esta ciudad, y una copia de la primera parte fue enviada al Consejo de Indias por mandato de Carlos II, quien concedió a nuestro autor, según Juarros y Beristain, el titulo de Cronista de Guatemala.

Largo tiempo permaneció inédita la obra de Fuentes y Guzmán; e inédita permanecería hasta ahora si el Congreso de Americanistas de Madrid, juzgando que era digna de ver la luz pública, no hubiera hecho de la primera parte una lujosa edición que se publico en Madrid a principios del año pasado,* precedida de un erudito y elocuente discurso de don Justo Zaragoza, sobre la que él llama con mucha exactitud "familia de los antiguos historiadores de Guatemala".

Gratitud y muy grande debemos los guatemaltecos al Congreso de Americanistas por aquella publicación, que contribuiría indudablemente al esclarecimiento de nuestra historia y a recordar, en bien de la juventud estudiosa, los méritos de Fuentes y Guzmán, modelo de laboriosidad y de patriotismo.

Agustín Mencos Franco
Literatura Guatemalteca en el Periodo de la Colonia
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación Pública
1967

* Considerar la fecha del articulo, 1967.