lunes, 14 de julio de 2014

Juan José Arévalo Bermejo, Dos Palabras a los Norteamericanos



DOS PALABRAS
A LOS NORTEAMERICANOS

La fábula del tiburón y las sardinas,
fue traducida al inglés por la señorita June 
Cobb (norteamericana) y por el doctor
Raúl Osegueda. La empresa editora Lyle
Stuart, de Nueva York (225 Lafayette Street),
 lanzó la edición norteamericana a mediados
 de septiembre de 1961, con el título 
The shark and the sardines. Para esa 
edición fue escrito exprofeso por el propio 
autor de la Fábula,  el siguiente prólogo:

Llega a vuestras manos un libro combativo. Un libro que combate la conducta del Departamento de Estado hacia los pueblos de la América Latina durante el siglo XX. No se denuncia en él a los Estados Unidos como nación, pues sus destinos están identificados con la democracia contemporánea. Tampoco se culpa al pueblo norteamericano, víctima, como nosotros, de una política imperialista, promotora de negocios, multiplicadora de mercados, acumuladora de dinero.

No fue esa la ideología de los primeros gobernantes de vuestra nación. Los Estados Unidos nacieron ante el mundo como un conglomerado que se inspiraba en ideales de libertad individual, de bienestar colectivo y de soberanía nacional, Protestantes, católicos o masones, aquellos hombres del siglo XVIII se movieron con visible pasión de dignidad, que mereció la admiración y las simpatías del mundo entero. Valoraron todas las formas del trabajo, admitieron extranjeros de todas las procedencias, y en las horas de peligro defendieron sus cosechas lo mismo que sus hogares y la intimidad de sus conciencias. Iban a la iglesia con la frente levantada y fundaron colegios para que los hijos avanzaran por el camino de la perfección. Valores morales sirvieron como fuerza motora en los días de la independencia. Estos mismos valores, admitidos por la masa republicanas, figuraron entre las normas de gobierno. La nación se caracterizó por una grandeza de ánimo, y ciertamente grandiosos fueron la gesta militar y los textos de la nueva ley. El mundo asombrado, aplaudía desde París, en vísperas del gran incendio europeo.

 Pero en el amanecer del siglo XX, el gobierno de la Casa Blanca adoptó otra política. Un genio de las finanzas, llamado Rockefeller, transfirió al Estado norteamericano su saber, sus sentimientos, sus apetitos. La grandeza de ánimo deviene entonces sed de dinero. El gobierno desciende a simple promotor de negocios y a protector de ganancias ilícitas. La ciencia a las ciencias sera, desde entonces la Contabilidad. Su lógica, un Nuevo Órgano, su instrumento de persuasión, serán los cañones. Era ya un Estado diferente. No uno religioso ni uno jurídico, ni siquiera uno político: era un Estado mercantil; una gigantesca sociedad mercantil con todo el aparato de una gran potencia mundial. Se abandona la tradición jurídica europea y se olvida el moralismo norteamericano. Los Estados Unidos serán desde entonces, una empresa fenicia, una República de cartagineses, Washington y Lincoln lloraban, avergonzados, desde ultratumba.

La víctima inmediata fue América Latina. Ante los millonarios norteamericanos convertidos en Gobierno, la América Latina aparece como presa fácil, como "el gran negocio". Los habitantes de esta parte del mundo pasamos a ser mirados como "braceros" internacionales. La explotación plural se dirige con inteligencia, con astucia, con precisión de reloj, con frialdad "científica". con dureza y con una gran altivez. El río de los millones corre de sur a norte, aumentado cada año su caudal.

Los Estados Unidos se engrandecen materialmente mientras América Latina detiene su propio progreso. Y cuando algo o alguien intenta estorbar a los banqueros o a las compañías, entonces se echa mano a la infantería de marina: Panamá, 1903, Nicaragua, 1909, México y Haití, 1914, Santo Domingo, 1916, junto al aparato militar se ponía en marcha un un nuevo sistema de "revoluciones criollas", financiadas por la Casa Blanca o por Wall Street, que ya entonces eran lo mismo. Y así llegamos hasta el escándalo internacional del atraco a Guatemala, en 1954, dirigido por el señor Foster Dulles, con visto bueno presidencial.

Norteamericanos amigos: esta es la historia, la verdadera historia, la más breve historia posible.

Los latinoamericanos, que sufrimos como nadie un tal cambio de filosofía política y los consiguientes golpes, no pudimos seguir siendo amigos del Gobierno de los Estados Unidos. Fue una amistad que, ciertamente, podría volver a establecerse. Pero para ello se necesita que la Casa Blanca cambie de opinión acerca de nosotros, y que cambie de conducta. Nosotros esperamos un nuevo trato político. No queremos seguir por esta pendiente que nos lleva derecho al coloniaje, por disimulado que sea. tampoco queremos ser República de traficantes, Tampoco factorías de tipo africano.

Los latinoamericanos estamos luchando para que la mentalidad de los hombres de empresa no se confunda ni se coludo con la de hombres de Estado. El ejemplo norteamericano ha sido funesto para nosotros. Sabemos que un gobierno que usufructúa negocios está incapacitado para procurar la mayor felicidad posible a la mayor cantidad de compatriotas. Cuando los hombres de negocios se convierten en gobernantes no hay posibilidad de justicia social, ni siquiera de hablar de ella. Hasta la mínima y epidémica "justicia" de los tribunales comunes se corrompe. Somos en eso todavía españoles, tercamente españoles. No hemos dejado de ser católicos ni hemos dejado de ser románicos. No concebimos la vida privada sin amor, ni la vida pública sin hidalguía, ni la educación de nuestros hijos sin ideales ascendentes. Si vosotros queréis ser nuestros amigos tendréis que admitirnos así como somos. No os empeñéis en remodelarnos a vuestra imagen y semejanza. la civilización mecánica, el progreso material, la técnica industrial, la riqueza fiduciaria, el confort, los hobbies: todo ello también cuenta en nuestros programas de trabajo y de solaz. Pero no esta allí para nosotros la esencia de la vida humana.

Tales son, amigos norteamericanos, los motivos por los cuales concebí esta FÁBULA DEL TIBURÓN Y LAS SARDINAS. Es un libro escrito con indignación pero envuelto en sedosa ironía. Denuncia la farsa de los "tratados internacionales", cuando los tratantes son un tiburón y una sardina. Denuncia el sistema diplomático panamericano: precioso instrumento al servicio del tiburón. Denuncia la idea panamericana de "patria hemisférica" ardid jurídico que conduciría fatalmente al establecimiento de un imperio de Polo a Polo. Denuncia el trasiego de riqueza que va monótona y torrencialmente de sur a norte. Denuncia la existencia de un terrible sindicato de millonarios, cuyos intereses radican incluso más allá de los Estados Unidos. denuncia la subordinación de la Casa Blanca a este sindicato. Denuncia la conversión de vuestros militares en vulgares policías del gran sindicato. Y a título de ejemplo se analiza el curso de Nicaragua, obligada por los Estados Unidos a firmar en 1914-1916 un tratado que contraviene todas las leyes escritas y todas las leyes morales.

Este libro amigos del Norte, ya fue leído en toda América Latina. Leedlo ahora vosotros, y tomadlo como voz de alarma dirigida a ese gran pueblo norteamericano que todavía no sabe cuantos crímenes se cometieron en su nombre.

JUAN JOSÉ ARÉVALO
Caracas, 1961.

Fabula del Tiburón y las Sardinas
Juan José Arévalo
Editorial Palestra
Colección: Vertientes de Libertad
1965
Uruguay

2 comentarios:

  1. Creo que las palabras de este gran compatriota siguen vigentes hoy, como lo fueron en ese momento.

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