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miércoles, 31 de julio de 2013

Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán

Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán

FRANCISCO ANTONIO DE FUENTES Y GUZMÁN 

El señor Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán nació en la Antigua Guatemala el año 1643; y fueron sus padres don Francisco de Fuentes y Guzmán y doña Manuela Ximénez de Urrea, ambos de las familias más nobles y acomodadas del Reino, puesto que descendían de sus primeros pobladores y conquistadores. Esmerada debe de haber sido la educación que recibió el joven Fuentes y Guzmán y grandes sus facultades intelectuales y su amor al estudio a juzgar por los muchos conocimientos científicos que sus obras revelan y por la circunstancia de haberlo recibido el Muy Noble y Muy Leal Ayuntamiento de la capital como Regidor Perpetuo, a la temprana edad de diez y ocho años; llegando a ser en varias ocasiones Alcalde Primero y Segundo de la misma corporación. Las continuas ocupaciones administrativas no le impidieron, sin embargo, dedicarse preferentemente a su carrera predilecta, la milicia, a la cual perteneció toda su vida y en la que obtuvo merecidamente el grado de capitán.

Por sus buenas dotes de gobierno, intachable honradez y amor al engrandecimiento del país, obtuvo la Alcaldía Mayor del entonces partido de Totonicapán, la que desempeño cumplidamente durante algún tiempo, pasando después con el mismo empleo a Sonsonate, en donde murió en 1700, a la edad de cincuenta y siete años, dejando legitima sucesión habida con una señora de la familia Salazar de Sosa, con quien se casó siendo aun muy joven.

Fuentes y Guzmán debe de ser considerado como prosista y como poeta: en este último concepto escribió varias obras, siendo las principales: "El milagro de la América, descripción en verso de la Catedral de Guatemala", "La vida de Santa Teresa de Jesús" y la "Descripción de las fiestas hechas en Guatemala al cumplir Carlos II la edad de trece años". De las dos primeras, que no se imprimieron jamás y cuyos originales han desaparecido, solo sabemos que estaban escritas en verso de arte mayor; mientras que de la tercera, que está en quintillas, podemos juzgar detenidamente, pues es la única que ha llegado hasta nosotros, a causa de haberse publicado dos veces: la una en la Antigua, en vida del autor, y la otra hace muy pocos años, en Madrid, por la Sociedad de Americanistas.

Fuentes y Guzmán como poeta tiene algunas veces rasgos ingeniosos y fluidez y soltura en los versos: pero en general carece de verdadera inspiración, es oscuro en los conceptos, pedantesco en el estilo, de muy mal gusto en las descripciones; en una palabra, el escritor a quien nos referimos, es, si se nos permite la frase, uno de los más aprovechados discípulos de Góndora.

Las obras en prosa que nuestro autor escribió son: "La Cinosura Política o Ceremonial de Guatemala", cuyo paradero ignoramos; "El Norte Político", que Beristain atribuye equivocadamente al padre del autor, y por último, "La Recordación Florida o Historia del Reino de Guatemala", la única conocida y la más importante de todas ellas.

Los motivos que impulsaron al Regidor Perpetuo de Guatemala a escribir esta historia, fueron, según él mismo dice en el discurso preliminar, los que se indican a continuación: el amor a la patria; la necesidad de aprovechar los documentos antiguos del país que en su tiempo ya se hallaban en mal estado; las instancias de los reyes de España -que por medio de reales cédulas recomendaban e impulsaban la redacción de la historia de cada una de las colonias americanas-, y el deseo de señalar y refutar las alteraciones que hizo el padre maestro fray Alonso Remón, en la obra de Bernal Díaz, al publicarla en Madrid en 1632; deseo muy natural y laudable, pues Fuentes y Guzmán era rebiznieto de Bernal Díaz y tenia en su poder el original de la historia de este célebre conquistador.

Recordación Florida
Para llevar a cabo esta obra, que debía comprender no solo la historia general del país desde los tiempos más antiguos hasta principios de siglo XVIII, sino también una descripción completa y detallada de la extensión, aspecto físico, clima, poblaciones, riquezas naturales, etcétera, del Reino de Guatemala, Fuentes y Guzmán contaba con grandes elementos, como eran: los archivos de la capital puestos a su disposición por orden superior; los grandes conocimientos geográficos e históricos que adquirió de los mismos indios durante su residencia en Totonicapán; las obras ya publicadas acerca del mismo asunto, y su amistad con el cronista Vázquez y otras personas profundas conocedoras de estas materias.

Sin embargo de todo esto, el poco tino y discernimiento del autor en obras de esta clase, su siega credulidad y su excesivo amor a la raza conquistadora hicieron de la "Recordación Florida" una obra bastante imperfecta, ya por carencia de unidad y de método, ora por las fábulas absurdas y hechos inverosímiles que contiene, ya, en fin, por su falta de imparcialidad en cuanto se refiere a los primeros tiempos de la colonización, pues en ella se desfiguran varias veces los hechos de la conquista en favor de los españoles y en detrimento de los naturales.  

Además de estos capitales defectos. la obra en que nos ocupamos, literalmente considerada, tiene otros que no debemos ocultar a los lectores: abundan en ella los pensamientos oscuros y alambicados; su estilo es generalmente pedantesco, hinchado y gongorino, y llena está su dicción de neologismos y voces impropias y de afectadas y violentas construcciones.

A pesar de estas faltas reconocidas por escritores nacionales y extranjeros. ¿qué tiene "La Recordación Florida", que siempre se lee con interés y a veces con verdadero agrado? Tiene varias cualidades de gran valía, en nuestro humilde juicio, entre las cuales citaremos desde luego los numerosos datos geográficos, religiosos, estadísticos y de ciencias naturales en que la obra abunda, y el patriotismo que se revela en todas sus páginas. Fuentes y Guzmán tuvo verdadera adoración por el pueblo que le vio nacer: al progreso y adelanto de Guatemala dedicó todos los trabajos de su vida; y por eso, cuando al escribir su historia le arrebata el amor patrio, prorrumpe en hermosas exclamaciones, su lenguaje se vuelve correcto y natural, su estilo pintoresco y elocuente y agrada e interesa a los lectores.

Otro merito tiene Fuentes y Guzmán que no debe olvidarse: él fue el primero que, apartándose de las sencillas crónicas religiosas escritas por los autores de su tiempo y por los que le precedieron, intentó formar una verdadera historia general de carácter civil, en que se narrasen todos los acontecimientos del país. Quizá su empresa no tuvo completo éxito; mas no por eso debemos negarle los elogios que por ella merece.

Defectuosa y todo como es la obra a que nos referimos, fue durante mucho tiempo la única fuente de donde Juarros y demás historiadores tomaron los elementos de sus libros. Necesarios fueron el estudio y la laboriosidad de Milla para señalar todas las fábulas e inexactitudes de la "Recordación Florida", que de la época del autor hasta la presente, copiadas fueron, como hechos indiscutibles, en discursos, artículos de periódicos, textos de enseñanza y aun en libros de más altas pretensiones.

Es indudable que después de las investigaciones del benemérito escritor que se acaba de citar, quebrantada quedó la autoridad de la "Recordación Florida" en la parte relativa al primer periodo de la historia patria; pero loq ue siempre quedará incólume es el honor de "Padre de la Historia de Guatemala", que Fuentes y Guzmán merece con más justicia, en nuestra opinión, que Juarros y los demás historiógrafos del país.

No queremos concluir este ligero análisis sin mencionar especialmente una de las más bellas cualidades del escritor a que nos referimos; cualidad tanto más digna de tenerse en cuenta, cuanto que ella, a la par que da lustre a la persona de Fuentes y Guzmán, arroja vivísima luz sobre un importante y discutido asunto de la historia de España y de la América española.

Opinión común es entre personas poco conocedoras de la historia o cegadas por preocupaciones políticas, la de que desde el reinado de los reyes Católicos hasta el de Carlos IV, el más absoluto despotismo pesaba sobre España y sus colonias, encadenando todos los derechos y libertades humanas, y, principalmente, el derecho y la libertad de publicar por medio de escritura, las opiniones del ciudadano acerca de la conducta de las autoridades. Exageración y mucha hay en opiniones semejantes; porque si bien es cierto que el estado social y la organización política de la península ibérica y de los demás países europeos de aquella época, no pueden compararse con la organización política y estado social de los pueblos de este siglo, en que la libertad ha logrado sus más hermosas conquistas también lo es que durante aquel periodo, ni en España ni en sus colonias estuvo del todo amordazada la palabra, como lo prueban irrefutables y numerosos escritos.

El el mismo reinado de Felipe II, a quien presentan algunos como el prototipo de la tiranía, escribió el jesuita Mariana el celebérrimo libro de "Rege", puesto por Michelet al lado de "El Principe" de Maquiavelo. No se sabe qué admirar más en la publicación de este tratado: si lo avanzado de sus doctrinas, rayanas en demagógicas, o la tolerancia de Felipe II, que permitía se imprimiera para servir de enseñanza al heredero de la corona, un libro en que se defendía la soberanía popular y en que se exageraba el derecho de rebelión, hasta el punto de justificar el tiranicidio.

Y si de la península pasamos a las colonias no dejaremos de encontrar en ellas escritores dignos e independientes, que no cesaban de levantar su vos y de emplear su pluma para defender los derechos no siempre respetados de los naturales; para censurar los vicios introducidos en la administración pública y para anatematizar cuantas violentas medidas y leyes inconsultas partían de la metrópoli. Entre esos escritores podemos colocar a Fuentes y Guzmán, en quien el excesivo amor a la raza conquistadora no se oponía jamás a la rectitud de las ideas ni a los nobles arranques del corazón.

Pocas páginas de la "Recordación Florida" tan interesantes y atractivas como aquellas en que el autor, indignado por los abusos del poder, los onerosos impuestos y las leyes opresoras, alza su voz, eco en este caso de la ciencia y de la justicia, para defender a las víctima oprimida, señalar los errores económicos y defender los principios del derecho.

Muchos y capitales son los defectos de la obra que analizamos; pero no impiden, ni impedirán nunca, que su autor sea reconocido como el hombre que mejor representaba en Guatemala, en pleno siglo XVII, la investigación científica y la independencia del pensamiento.

Grandes fueron el respeto y la estimación que por estos motivos adquirió entre sus compatriotas el historiador en quien nos ocupamos; siendo una prueba de ello los títulos de Regidor Perpetuo, de Magistrado Pretorio y Alguacil Mayor que le concedió la representación de la capital como recompensa a sus méritos indiscutibles.

El manuscrito original de la historia de Guatemala (que constaba de tres partes, de las cuales ha desaparecido la última, según parece), se conserva en el archivo de la Municipalidad de esta ciudad, y una copia de la primera parte fue enviada al Consejo de Indias por mandato de Carlos II, quien concedió a nuestro autor, según Juarros y Beristain, el titulo de Cronista de Guatemala.

Largo tiempo permaneció inédita la obra de Fuentes y Guzmán; e inédita permanecería hasta ahora si el Congreso de Americanistas de Madrid, juzgando que era digna de ver la luz pública, no hubiera hecho de la primera parte una lujosa edición que se publico en Madrid a principios del año pasado,* precedida de un erudito y elocuente discurso de don Justo Zaragoza, sobre la que él llama con mucha exactitud "familia de los antiguos historiadores de Guatemala".

Gratitud y muy grande debemos los guatemaltecos al Congreso de Americanistas por aquella publicación, que contribuiría indudablemente al esclarecimiento de nuestra historia y a recordar, en bien de la juventud estudiosa, los méritos de Fuentes y Guzmán, modelo de laboriosidad y de patriotismo.

Agustín Mencos Franco
Literatura Guatemalteca en el Periodo de la Colonia
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación Pública
1967

* Considerar la fecha del articulo, 1967.

martes, 30 de julio de 2013

La Niña de Guatemala (Poema)

María García Granados
a cuya memoria José Martí compuso el
bellísimo poema La niña de Guatemala

LA NIÑA DE GUATEMALA

Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos,
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda...

Ella dió al desmemoriado
una almohadilla de dolor
él volvió, volvió casado:
ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
obispos y embajadores:
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores...

Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador:
él volvió con su mujer:
ella se murió de amor.

Como de bronce candente
al beso de despedida
era su frente ¡la frente
que más he amado en mi vida!

Se entró de tarde en el río
la sacó muerta el doctor:
dicen que murió de frío:
yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.

Callado, al obscurecer,
me llamó el enterrador:
¡nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor!

José Martí

Tecún Umán, Historia o Leyenda.

Tecún Umán

TECÚN UMÁN  EN LA HISTORIA Y LA LEYENDA

El pueblo de Guatemala es solidario en su sentimiento espontaneo de exaltación del héroe Tecún Umán; figura histórica y legendaria, a la vez, vive y persiste con sublimados rasgos en nuestro corazón; por él queman pom los volcanes, vuela el quetzal como flor de la libertad, sonríe la mazorca de maíz, tiende el viento la estera de agua de los lagos, y el sol repite su tarea cotidiana de difundir el fuego que brotó de las sandalias de Tohil.

Tecún Umán existe en la historia con la misma fuerza con que alienta en la leyenda, como meandro de la nacionalidad y valor representativo de la tierra; limpio como nuestro cielo, por encima de pugnas políticas y luchas fratricidas, sacrificado en la confluencia de las dos sangres que corren por nuestras venas, fuente de donde mana el río de nuestra historia y voluntad del pulso que traza su porvenir.

Pedro de Alvarado, en carta que dirigió a Hernán Cortés -10 de abril de 1524-, relata las penalidades de sus tropas, las trampas mortales y tenaz resistencia que opusieron las huestes indígenas al paso de los conquistadores, mas con notorio orgullo cuenta que, en una de las batallas que hubo de librar, logró que los valerosos guerreros quichés perdieran mucho de su empuje, por la muerte de su capitán general.

De conocer el nombre de Tecún Umán, lo abría registrado con soberbia complacencia, pero lo guarda la tradición oral de los indígenas, por su obvia tendencia a conservar y transmitir noticias históricas, lo mismo recitada por algún balam prestigiado entre los ancianos de la comunidad Poconchí, que por los sacerdotes Cacchiqueles y declamadores profesionales, de memoria prodigiosa y suelta lengua para adornar sus fiestas con las nukum tzij, o guirnaldas de palabras, en las que el nombre de Tecún Umán pudo ser una heráldica flor. Y pasó también a los manuscritos -contrafuertes de la tradición- en que los indígenas asentaron en su propia lengua los vestigios de su cultura y los fastos históricos que les permitirían subsistir con dignidad.

Refiriéndose a la carta de Alvarado, nuestro gran literato Salvador Falla lamenta que aquel ignorase o callara el nombre de Tecún Umán, pero lo identifica al complementar el dato del conquistador con un texto indígena, a saber: "Este capitán Nehaid convido a comer a todos los españoles, y les dieron de comer pájaros y huevos de la tierra, y luego, al día siguiente, envió un recado al gran capitán Tecún", connotación del guerrero que coincide con la del gran capitán de los quichés a quien Alvarado se ufana de haber dado muerte.

También aparece mencionado en la ultima tradición del Popol-Vuh, al referirse a Tepepul y a Tecún, "los que tuvieron hijos y fueron los de la décima tercera generación", cita que confirma que Tecún, nuestro Tecún Umán , era realmente contemporáneo de Tepepul que existía a la llegada de los españoles. Si dato tan puntual necesita reiteración, la encontramos en el Titulo Ahpop-Camhá -citado y transcrito en parte por nuestro primer historiador Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán- registrado también como Manuscrito de Xelahuh; dice que el emperador de México había enviado un mensajero -llamado Hüitzitzil, que quiere decir colibrí y que es el nombre de la madera utilizada para las varillas de las baquetas de la marimba- al rey quiché, y que cuando adivinos habían hecho predicciones funestas: "que eran quienes gobernaban entonces Oxib-Quieh y Belejeb-Tzi, con los títulos de Ahau-Ahpop y Ahpop-Camha", dualidad en el mando corroborada por diversas fuentes documentales, con dos gobernadores adjuntos, "y uno era el Nim-Chococ-Cavec, gran elegido de los Cavec" -Tecún Umán, según nuestro historiador José Milla y Vidaure- y el otro Ah-Tohil, o sacerdote de Tohil, y tenía el nombre de Tepepul, Acierta Milla en su afirmación, y pueden los demás historiadores sostener el mismo criterio, por que en el Popol-Vuh se dice que los adjuntos eran Tecún y Tepepul.

De manera que, conforme a los manuscritos, tenemos cuatro gobernadores, o sean Oxib-Quieh y Belejeb-Tzi, Tepepul y Tecún. Ahora bien, dice Alvarado que murió uno de los señores de Utatlán, quien era como capitán general; como Belejeb-Tzi y Oxib-Quieh fueron quemados por don Pedro del Alvarado, queda eliminada la posibilidad de que uno de ellos fuera el señor que murió en el valle de Olintepeque, en la batalla que se dio en El Pinar o en el vallecillo de El Pino, como le dicen otros, ¿sería Tepepul? Tampoco, porque tenemos evidencia de que Tepepul quedó vivo e incluso se le achaca una fea acción. En efecto, uno de los testigos que se presentaron en el proceso de residencia contra don Pedro de Alvarado, el testigo Francisco Flores, quien tomo parte en aquella batalla y estuvo en la entrada a Utlatán, dice que don Pedro de Alvarado efectivamente castigo a los señores de Utatlán: Oxib-Quieh y Belejeb-Tzi, porque estos tramaban la perdición de los españoles y que perdono a Tepepul por que fue éste quien le dio a conocer o le revelo las intenciones de los dos jefes o señores de los quiechés. De modo que tampoco fue Tepepul el otro señor de Utatlán quien murió en la batalla, y no queda más que Tecún. Bastaría eliminar a los señores que hubieran podido participar en la batalla, para concluir que Tecún Umán fue el capitán general de toda la tierra, a que hizo referencia en su carta don Pedro de Alvarado.

Algo más: el mismo manuscrito dice que Tecún Umán -ya le da, pues, el segundo nombre- fue nombrado comandante supremo de todas las fuerzas del Quiché, y que se situó con ellas en espera de los castellanos, en el extenso valle en donde se edificó posteriormente Quetzaltenango -antes se llamó a este paraje Xelajuh- al pie de los diez cerros-, y agrega: al pie del volcán Gaxanul -que conocemos ahora como de Santa María-, teatro de la legendaria hazaña de Gagawitz, quien se arrojo desnudo al hiriente cráter para vencer al espíritu del fuego, y salió de ahí terriblemente quemado, con prestigio que le permitiría seguir guiando al grupo cacchiquel, nación que lo tuvo como dios o héroe divinizado. Por paralelismo, nosotros podemos rendir el más alto homenaje a ese gran antepasado nuestro y defensor de la tierra TECÚN UMÁN. El Titulo de los señores de Otzoyá -llamado también de Ixcuin Nehaib- da el nombre completo al héroe: "el gobierno, o los  señores de Utatlán, despachó a un gran capitán, llamándose Tecún Umán, nieto de Quicab cacique".

Robusteciendo la tradición oral, de los manuscritos indígenas resulta indudable la existencia de Tecún Umán, perfectamente identificada por ese nombre y con las características del personaje de secular memoria, como perteneciente a una de las grandes casas Quichés, la de los Tamub; y acaso valga la pena mencionar un antecedente que ennoblece al simple nombre de Tecún, según dato registrado en el manuscrito de don Juan Torres Macario -como dice Fuentes y Guzmán-, cuyo texto publicó nuestro historiador Adrián Recinos como Historia Quiché de Juan Torres; menciona a Tecún como uno de los directores del clan o tribu de los Tumub: "aquellos hombres prodigiosos tenían las flechas, el fuego y la obsidiana, tenían el león y el tigre; Tecún Balam se llamaba su nahual cuando llegaron aquí aquellos hombres distinguidos".

De manera que ese gran sacerdote -Balam- o jefe conductor de la tribu de los Tamub, llevaba el mismo nombre que Tecún, dentro del mismo grupo clánico, si no como ascendiente, -lo cual no podría afirmarse- si como notable ancestro; tal circunstancia connota al nombre de Tecún con una alta función, o prestancia al menos, entre los Tamub. Para mayor abundancia, en otro manuscrito conocido con el nombre de Titulo de los Indigenas de Santa Clara, no siendo más que un titulo de tierras, se alude a los últimos gobernantes o señores de los Quichés, de Cumarcaah o Utatlán, y entre ellos, al lado de Tepepul, aparece mencionado Tecún Umán.

David Vela
Temas Cívicos
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación Pública
1962

Mas información sobre Tecún Umán encuentrala aquí:

lunes, 29 de julio de 2013

La Burla


LA BURLA

La tranquilidad del parque de Barberena era a veces quebrada por el fuerte ruido de los pasos del señor comandante local. La sombra de unos almendros, recortados como sombrillas, era profanada por la tímida y escurridiza carrera de unos cuantos patojos escolares, que en plan de capearse, atravesaban el parque rumbo a los cafetales, cañales y a las guaridas que solo ellos conocían.

El señor comandante local era un hombre fornido, de fiera mirada crispeantes mostachos, al estilo de los militares franceses de la época. En diversas fiestas de la Patria, nuestro comandante sacaba a relucir un uniforme de lujo, lleno de abotonaduras abrillantadas, con el correaje bien lustrado. Peinado sus bigotes, mientras la charpa cuidadosamente pulida colgaba del cinto.

El fiero semblante del militar, representante de la ley en algunas ocasiones, no tenia nada que ver con la bondad de su carácter; a diferencia de otros militares, el personaje de nuestra historia sabia ser amigo, departía con sus gobernados y cuando podía hacer un favor no era necesario pedírselo dos veces.

La vida del pueblo no tenía nada de novedoso, salvo en la época de las fiesta religiosa, se atronaba el ambiente con las bombas voladoras, los cohetes de vara y el necio repicar de las campanas. En la puerta de la iglesia se apostaba una pareja de músicos, un tamborón y un pito se desgañitaban con su monótono y tristón ritmo que día y noche se hacía presente con interminables notas.

Pasada la feria del pueblo volvía la calma, se vaciaba la cárcel de los bolitos que caían por escandalosos durante la fiesta y otra vez la macilenta vida de pueblo chiquito.

Gran distracción era ver el paso de la camioneta de pasajeros. Una vez al día tosía y estornudaba el motor del polvoriento armatoste que lleno de pasajeros y tanates recorría el largo camino entre la capital, la frontera y puntos intermedios.

Por unos instantes revoloteaban los vendedores de refrescos y tortillas con gallina, los huevos duros y las enchiladas. A veces algún pasajero barbereño llegaba o se iba del pueblo. Pero una vez zarpada la camioneta, todo volvía a su tranquilo vivir.

Una vez que se fugaron unos presos de la penitenciaria central de Guatemala, vibro el telégrafo dando ordenes de alerta a todas las policías, se sabia que por el lado de Barberena huían los bandidos y nuestro comandante local se puso en campaña. Hizo algunas batidas por los alrededores, pero no dio con los fugitivos. En una de sus salidas "en comisión", pasó por un paraje donde calmó su cansada humanidad con unos tragos de atol.

Era ya conocido por los dueños del paraje y eso motivó su retraso, después de los saludos de rigor, fue invitado a descansar; una butaca de cuero de res recibió la humanidad del señor comandante y cuando le llevaron el refresco de masa de maíz, sintió un cosquilleo en todo su cuerpo. En una bandeja astillada, con ligero temblor en las manos, una muchacha fresca y linda le hizo el presente de la tradicional bebida del campo barbereño.

Un poco de reojo, el comandante midió las gracias de quien le ofrecía el atol. La mirada de la muchacha dirigida tímidamente hacia el suelo, denunciaba aun más sus pobladas pestañas. El señor comandante tosíó cuando vio que a pesar de la pesada falda se dibujan acentuadas las rumbeantes caderas de la criolla samaritana. El atol tenía sabor a gloria, mitad por el cansancio, mitad por quien se lo ofrecía.

A guisa de piropo, el comandante dijo al dueño de la casa: "¡Qué flores más bellas se dan en su patio, es bueno que las cuide!". Toda la concurrencia se rió de buena gana solo a la muchacha se le encendieron la mejillas con un rubor que la hizo más atractiva.

La plática giró hacia el tema de los fugitivos y después de hacer comentarios sobre las lluvias y el tiempo, el comandante se despidió.

En el caminillo polvoriento se perdieron bestias y jinetes.

A partir de aquel día no le faltaron pretextos al señor comandante para visitar esos lugares. Hasta que pasados algunos meses era ostensible el romance entre el militar y la bella hija de los dueños del paraje.

La calma del pueblo se hacia insoportable al representante de la ley y no despreciaba motivo para encaminarse a la casa de su enamorada. En un atardecer cuando ya el deber estaba cumplido, se encamino por el sendero tantas veces recorrido, y al rato la noche se hizo presente con sus negros telones. Su cabalgadura ya conocía la ruta y él a veces, fumaba un cigarrillo o tarareaba canciones de moda.

Llegando a una vuelta del atajo, la bestia se puso cosquillosa, paró las orejas y agitó los belfos. Un fuetazo del jinete pasó inadvertido para el animal, quien a medida que se le obligaba a seguir para adelante más se encabritaba. Entrando a la vuelta del camino, divisó una figura humana que sentada a la orilla, mal contenía un llanto leve. La bestia se resistía a acercarse a la figura, pero el jinete la obligó. ¡Cual sería la sorpresa al identificar a la dueña de sus amores con su tanate de ropa al lado y en actitud desconsoladora!

Paró al quisquilloso animal frente a la muchacha y ésta levanto la cara denotando las huellas del llanto reciente en sus ojos y mejillas. Todo fue acercarse y ésta romper a llorar con más fuerza, para contarle entre sollozos, que su padre al enterarse de sus amores consumados, la había echado de la casa. El comandante la colmo de caricias y le dio la seguridad de que no la abandonaría en tan difícil trance. La alzó en vilo, la sentó a la grupa de la bestia y regresó a su procedencia.

En el camino la bestia demostraba inconformidad. El comandante aprovechaba la proximidad de los cuerpos para acender las llamas del deseo y con palabras amorosas y caricias tentadoras, consolaba las lágrimas de la amada castigada. Esta asegurábase a la cabalgadura abrazando la cintura de su enamorado.

Asomaron a las primeras luces del pueblo; las manos que asían la cintura del jinete pronunciaron su fuerza al grado que comenzaron a hacerle daño. La presión pasó inadvertida para el jinete, pero la cabalgadura a cada momento se hacia más incontrolable. Unos minutos más y aquellos brazos comenzaron a lastimar el vientre del jinete; ya no eran finas manos, llenas de amor, sino lacerantes tendones que se hincaban el la piel del enamorado, quien al tratar de aflojar aquella presión, notó que de suaves y cariñosos lazos se habían transformado en nervudos y duros, cubiertos de pelos hirsutos, que le aprisionaban hasta hacerle daño. La bestia estaba invadida de un pánico cerril. Al sentirse así oprimido, el comandante se desembarazó de aquel ser nefasto propinándole un par de golpes desesperados...

Era la burla de los enamorados, quien había engañado al provinciano jefe. Al día siguiente volvió al paraje y comprobó que todo era falso, que su amada seguía en el seno familiar y que todo estaba en paz...

La Burla, es un ser que engaña a los enamorados y a veces hasta los enloquece...

Luis Sieckavizza A.
Leyendas de Tierra Adentro
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación Pública
1966

Historia del Himno Nacional de Guatemala Parte 3

General José María Reyna Barrios

Historia del Himno Nacional de Guatemala Parte 3

El autor de la letra seleccionada no se presentó. Se suponía que la hubiera escrito alguno de tantos connotados literatos como don Manuel Valle, don francisco Lainfiesta, don Manuel Paz y el propio Ministro de Instrucción Pública don Manuel Cabral y, además, se suponía la posibilidad de que hubiera sido escrita la letra por un poeta extranjero, el cual no quería darse a conocer por la circunstancia de que en las bases del concurso se prescribía el derecho de participación únicamente a poetas guatemaltecos.

Como quedó apuntado arriba, por acuerdo gubernativo de 24 de julio de 1896, quedo abierto el concurso para la música del Himno, el cual se cerraría el 1o. de febrero de 1897.

El jurado encargado de seleccionar la música realizó su cometido y redactó el acta que dice:

" Acta del jurado calificador de las composiciones musicales para el Himno Nacional. El infrascrito certifica: que el libro respectivo se encuentra el acta que literalmente dice: En Guatemala, a trece de febrero de mil ochocientos noventisiete, constituidos en uno de los salones del Instituto Nacional, los señores Disconzi, Arias y Soriano Sanchís, por comisión especial del señor Ministro de Instrucción Pública, con el fin de integrar el jurado calificador de las composiciones musicales presentadas para el Himno Nacional, últimamente premiado por el Gobierno: y siendo las tres de la tarde, se dio principio al acto de la manera siguiente: 1o. Se tuvieron a la vista doce composiciones que fueron estudiadas detenidamente, sin olvidar que la más adaptable será la que reúna las condiciones que requiere esta clase de composiciones y que corresponda a la versificación del mencionado himno, cuya letra también se tuvo presente: considerando que la presentada por el profesor guatemalteco   don Rafael  Alvarez,  es  sin  duda la  más ameritada porque reúne las condiciones especiales requeridas, unánimemente, se declaró como la más apropiada para el caso y que su adopción es la que conviene por encontrarse a la altura que reclaman los trabajos de esta índole; 2o. Que las otras composiciones merecen mención la que tiene por contraseña El Autor, sin embargo de ser inferior a la del señor Alvarez, y que para ser aceptada tendría que sufrir dos importantes modificaciones; 3o. Que de la presente acta se saque copia certificada por quien corresponda, para elevarla al señor Ministro del ramo , dándose así por terminado el acto. M. Angelo Disconzi. Manuel Soriano. Luis F. Arias. 
Rafael Alvarez Ovalle
Y cumpliendo con lo mandado, para remitirla al señor Ministro de Instrucción Pública, extiendo la presente, en Guatemala, a catorce de febrero de mil ochocientos noventisiete. Luis F. Arias".

Como consecuencia de haberse recibido en el Ministerio de Instrucción Pública la certificación del acta levantada por el jurado calificador de los trabajos musicales,  en la que se adjudicó el primer lugar a la composición de don Rafael Alvarez, el Ejecutivo emitió el siguiente acuerdo:

"Palacio del Poder Ejecutivo: Guatemala,19 de febrero de 1897.

Teniendo presente que por acuerdo de 24 de julio del año próximo anterior, fue convocado un concurso para premiar en público certamen el mejor Himno Nacional que se escribiera y la mejor música que a él se adaptara, fijándose para cerrar, el que a las composiciones literarias se refiere, la fecha 15 de octubre del mismo año, y señalando como término para la presentación de composiciones musicales el 1o. de febrero del año en curso.
Habiéndose adoptado como letra del Himno la que fija el acuerdo de 28 de octubre de 1896, que se hizo circular profusamente, y presentándose con posterioridad varias composiciones musicales. las que fueron sometidas al examen de un jurado competente para su calificación; con vista del dictamen emitido por dicho jurado:

El Presidente de la República:

ACUERDA:

1o. Que sea tenida como Música del Himno Nacional la composición presentada por el prefesor guatemalteco don Rafael Alvarez, que mereció la calificación preferente; y 2o. Que por la respectiva Secretaría se tomen las disposiciones necesarias y relativas a la adjudicación del premio que corresponde al autor de la Música, porque el autor de la letra manifestó renunciar a él deseando permanecer anónimo. Comuníquese. Reyna Barrios. El Secretario de Estado en el Despacho de Instrucción Pública. P. Morales".

La incógnita en cuanto al autor de la letra del Himno se mantuvo constante a lo largo de catorce años, hasta que el mismo poeta autor llegó a la determinación de descubrir la verdad y darse a conocer como tal creador.
José Juaquín Palma

Al tenerse conocimiento, por parte del Gobierno, de la persona creadora del hermoso poema de nuestra Canción Patriótica, emitió el acuerdo que a continuación se lee y que lleva fecha 15 de septiembre de 1910.

"Que en las minervalias del corriente año se otorgue una medalla de oro, que llevará en el anverso el escudo de la República y, en el reverso, la leyenda siguiente: El Gobierno de Guatemala, al inspirado poeta José Juaquín Palma, autor de la letra del Himno Nacional. Estrada Cabrera, Joaquín Mendez".

El acto de exaltación y condecoración tuvo lugar el 31 de octubre de 1910 en el Salón  de Actos  de la Facultad de Medicina, con ocasión de la clausura de labores de dicha Facultad.

El Ministro de Instrucción Pública, licenciado Manuel Cabral leyó el acuerdo en referencia y el propio presidente de la República, hizo el elogio del bardo cubano, quien estuvo ausente en este acontecimiento por enfermedad. Para condecorar al poeta fueron comisionadas las siguientes personas: doctores Julián Rosales y José Azurdia y licenciados Manuel Cabral, y Juan Melgar, para presentarse en la casa del enfermo y en el lecho se procedió a colocarle una medalla y entregarle la copia del acuerdo en que se disponía tal manifestación de profundo agradecimiento.

Posteriormente, en el año 1934, durante el gobierno del general Jorge Ubico, el gramático José María Bonilla Ruano propuso algunas enmiendas a la letra del Himno para ajustarlo más a la realidad histórica, por una parte, y por otra para expresar el fervor patriótico sin la mención constante del rojo caliente de la sangre. Estas enmiendas fueron aceptadas por el gobierno mediante el siguiente acuerdo:

Gramático José María Bonilla Ruano

"Casa del Gobierno: Guatemala, 26 de julio de 1934.

A fin que la letra del Himno Nacional llene mejor su cometido, exponiendo con más lógica y veracidad los sentimientos que deben animar a todo buen patriota,

El Presidente de la República

ACUERDA:

Modificar el Acuerdo Gubernativo de fecha 28 de octubre de 1896, por el que se aprueba el Himno Nacional de Guatemala, en el sentimiento de que dicha pieza literaria quedará en la forma siguiente:




¡Guatemala feliz...! que tus aras
no profane jamás el verdugo;
ni haya esclavos que laman el yugo
ni tiranos que escupan tu faz.

Si mañana tu suelo sagrado 
lo amenaza invasión extranjera,
libre al viento tu hermosa bandera
a vencer o a morir llamará

CORO

Libre al viento tu hermosa bandera
a vencer o a morir llamará;
que tu pueblo con ánima fiera
antes muerto que esclavo será.

*

De tus viejas y duras cadenas
tú forjaste con mano iracunda,
el arado que el suelo fecunda
y la espada que salva el honor.

Nuestros padres lucharon un día
encendidos en patrio ardimiento
y lograron sin choque sangriento
colocarte en un trono de amor.

CORO

Y lograron sin choque sangriento
colocarte en un trono de amor,
que de Patria, en enérgico acento,
dieron vida al ideal redentor.

*

Es tu enseña pedazo de cielo
en que prende una nube su albura,
y ¡ay de aquél que con siega locura,
sus colores pretenda manchar!

Pues tus hijos valientes y altivos,
que veneran la paz cual presea,
nunca esquivan la ruda pelea
si defienden su tierra y su hogar.

CORO

Nunca esquivan la ruda pelea
si defienden su tierra y su hogar,
que es tan sólo el honor su alma idea
y el altar de la Patria su altar.

*

Recostada en el Ande soberbio,
de dos mares al ruido sonoro,
bajo el ala de grana y de oro
te adormeces del bello quetzal.

Ave indiana que vive en tu escudo,
paladión que protege tu suelo;
¡ojalá que remonte su vuelo,
más que el cóndor y el águila real!

CORO

¡Ojala que remonte su vuelo,
más que el cóndor y el águila real,
y en sus alas levante hasta el cielo,
Guatemala, tu nombre inmortal!".



LA INAUGURACIÓN OFICIAL DEL HIMNO NACIONAL

La noche del domingo 14 de marzo de 1897 se hizo, en el Teatro Colón, el acto inicial del programa elaborado para festejar pomposamente la Exposición centroamericana. El punto básico y central de este acto consistió en el estreno del Himno Nacional. A las veintiuna horas, las voces de los futuros artistas, estudiantes de nuestro glorioso Conservatorio Nacional, rompieron el místico silencio de aquel ambiente cívico para dejar grabado en los muros de la patria y en el corazón de sus hijos, el Canto de la amada Guatemala, que desde ese momento pasó a ocupar el lugar supremo, símbolo de nuestra nacionalidad y un lugar distinguido entre los himnos del mundo.

Teatro Colón Guatemala, C.A.

Juan Rafael Sánchez Morales
Origen y Evolución de la Canción Patriótica
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación Pública
1969

sábado, 27 de julio de 2013

Historia del Himno Nacional de Guatemala Parte 2

Licenciado don Manuel Cabral

HISTORIA DEL HIMNO NACIONAL DE GUATEMALA Parte 2


NACE EL HIMNO NACIONAL

Nuevamente surge la inquietud por crear un Himno Nacional en forma oficial y absoluta. El año 1896, el presidente de la República, general José María Reyna Barrios, con el propósito de darle mayor realce a la feria centroamericana que se celebraría en esta capital, sintió la necesidad de que en tal oportunidad se entonara la Canción tan esperada, y con ese objeto dictó el siguiente acuerdo:

"Secretaria de Instrucción Pública, Concurso para un Himno, Palacio del Poder Ejecutivo: Guatemala, 24 de julio de 1896.

CONSIDERANDO: Que se carece en Guatemala de un Himno Nacional, pues el que hasta hoy se conoce con ese nombre no sólo adolece de notables defectos, sino que no ha sido declarado oficialmente como tal; y que es conveniente dotar al país, de un Himno que por su letra y su música responda a los elevados fines que en todo pueblo culto presta esa clase de composiciones; el Presidente de la República,

ACUERDA:

1o. Se convoca un concurso para premiar en público certamen el mejor Himno Nacional que se escriba y la mejor música que a él se adapte. Para el efecto, el plazo para la presentación de las obras al Ministerio de Instrucción Pública, en pliego cerrado y con la contraseña que en tales casos se estila, terminará el día 15 de octubre próximo. Un jurado compuesto de personas competentes calificará las obras presentadas, en los quince días siguientes a la citada fecha; y designada que sea la que definitivamente deba adoptarse como Himno Nacional, se hará circular impresa a fin de que sea conocida por los filarmónicos que quieran tomar parte en el concurso musical. Este se cerrará el 1o. de febrero de 1897, y otro jurado de iguales condiciones que el anterior, calificará las obras y designará la que merezca el premio.

2o. El premio consistirá en una medalla de oro con su correspondiente diploma los autores de la letra y música que fuesen designados por los jurados respectivos, premios que se adjudicaran de una manera solemne y en la forma que se establezca, el día 15 de marzo de 1,897, día en que se romperán las plicas que contengan las firmas de los concurrentes.

3o. En este concurso solo podrán tomar parte los guatemaltecos. COMUNÍQUESE, Reyna Barrios. El Secretario de Estado en el Despacho de Instrucción Pública Manuel Cabral."

Para la calificación de los trabajos se nombró una junta la cual estuvo integrada por los señores: poeta y literato Francisco Castañeda, don José Leonardo y don José Joaquín Palma(1), personas que, después de estudiar detenidamente cada uno de los doce trabajos presentados, rindieron el dictamen correspondiente al Ministerio de Instrucción Pública, a cuyo frente se encontraba el señor Manuel Cabral, uno de los más significativos hombres de letras que ha tenido Guatemala. El referido dictamen, que fue favorable a un poema en el cual se leía por toda identificación, la palabra "Anónimo", fue remitido al Ministerio de Instrucción Pública en la forma que a continuación se lee:

"Guatemala, 27 de octubre de 1896.

Señor Ministro de Instrucción Pública.
Señor Ministro:

En cumplimiento de la honrosa comisión con que usted se sirvió favorecernos encargándonos de la calificación de los himnos nacionales presentados a esa Secretaría, en virtud del concurso abierto por el acuerdo de 24 de julio último, hemos examinado las doce composiciones que con tal objeto tuvo usted a bien a enviarnos con fecha 15 del actual. Animados de los mejores deseos y con la mira de hacer la designación requerida por el mencionado acuerdo, nos hemos reunido varias veces y después de largo y detenido examen, tenemos la honra de manifestar a Ud., que a nuestro juicio, el himno que empieza con las palabras "Guatemala feliz" y lleva al pie la de "Anónimo", entre paréntesis, es el que mejor responde a las condiciones de la convocatoria y merece, por lo tanto, el premio ofrecido. Así tenemos la honra de emitir el informe que la Secretaría de su digno cargo nos pidió, suscribiéndonos del  señor Ministro, muy atentos y S. S. José Leonardo, J. Palma. F. Castañeda.

De conformidad con el informe anterior, el Ejecutivo emitió el siguiente acuerdo:

"Palacio del Poder Ejecutivo: Guatemala, 28 de octubre de 1896.

Visto el informe emitido por el jurado que se designó para examinar las composiciones literarias, presentadas al concurso abierto por el acuerdo de 24 de julio del corriente año.

El Presidente de la República:

ACUERDA:

Que sea tenido como Himno Nacional el siguiente que mereció la primacía en la calificación:

¡Guatemala feliz!... ya tus aras
no ensangrienta feroz el verdugo;
ni hay cobardes que laman el yugo
ni tiranos que escupan tu faz.
Si mañana a tu suelo sagrado
lo profana invasión extranjera,
tinta en sangre tu hermosa bandera
de mortaja al audaz servirá.

CORO

Tinta en sangre tu hermosa bandera
de mortaja al audaz servirá;
que tu pueblo con ánima fiera
antes muerto que esclavo será.

*

De tus viejas y duras cadenas
tú fundiste con mano iracunda
el arado que el suelo fecunda
y la espada que salva el honor.
Nuestros padres lucharon un día
encendidos en patrio ardimiento;
te arrancaron del potro sangriento
y te alzaron un trono de amor.

*

Te arrancaron del potro sangriento
y te alzaron un trono de amor,
que de patria al enérgico acento
muere el crimen y se hunde el error.

*

Es tu enseña pedazo de cielo
entre nubes de nítida albura,
y ¡ay de aquél que con mano perjura
sus colores se atreva a manchar!
Que tus hijos valientes y altivos
ven con gozo en la ruda pelea
el torrente de sangre que humea
del acero al vibrante chocar.

CORO

El torrente de sangre que humea
del acero al vibrante chocar,
que es tan sólo el honor su presea
y el altar de la patria su altar.

*

Recostada en el ande soberbio,
de dos mares al ruido sonoro,
bajo el ala de grana y de oro,
te adormeces del bello quetzal;
Ave indiana que vive en tu escudo,
paladión que protege tu suelo;
¡ojalá que remonte su vuelo
más que el cóndor y el águila real!

CORO

¡Ojalá que remonte su vuelo
más que el cóndor y el águila real,
y en sus alas levante hasta el cielo,
Guatemala, tu nombre inmortal!

(Anónimo)

Publíquese. Reyna Barrios. El Secretario de Estado en el Despacho de Instrucción Pública. Manuel Cabral.

Nota: Queda abierto el concurso para los señores filarmónicos, en los términos establecidos en el acuerdo de 24 de julio del corriente año".

Juan Rafael Sánchez Morales
Origen y Evolución de la Canción Patriótica
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación Pública
1969

1. Es importante, ya que en algunos libros de texto indican que Juaquín Palma no podía participar por no ser guatemalteco, pero obvian el hecho de que también era parte del jurado calificador.

viernes, 26 de julio de 2013

Historia del Himno Nacional de Guatemala, Parte 1

Himno Nacional de Guatemala

HISTORIA DEL HIMNO NACIONAL Parte 1

LOS PRIMEROS PASOS

"Cara es a uno su propia ciudad, sus
compañeros y sus afines, con todo lo
cual se es bien feliz. Sólo los hombres
necios pueden sentir amor por las cosas
 de afuera"

-PINDARO


Como exigencia cultural de una sociedad organizada, los integrantes del conglomerado guatemalteco sintieron la necesidad de poseer una Canción patriótica, en la cual, como supremo símbolo de la nacionalidad, se plasmaran todas las aspiraciones más excelsas del espíritu humano como son el deseo de gozar de un patrimonio social último y perenne, compuesto de elementos como la Libertad, la Justicia, el Trabajo, el Honor.

Por otra parte, ese anhelo de que existiera un canto de la Patria, estaba promovido por el ejemplo que otros Estados nos daban, en el sentido de que iban agregando a su organización social, este símbolo representativo de ideales.

Esta fuerza cívica colectiva hizo que surgieran varios cantos hechos por los más destacados literatos y compositores de nuestra Guatemala; entre estos intentos podemos citar, como sencillos ejemplos, el trabajo del músico y poeta José Escolástico Andrino  y un hermoso poema del inspirado cantor Fermín Aycinena.

Como respuesta a esta necesidad espiritual de lo colectividad, el Estado invitó a través de la Secretaría de Estado en el Despacho de Gobernación y Justicia, a la Sociedad El Porvenir para que promoviera entre sus miembros un concurso a efecto de obtener un poema que se convirtiera, mediante sanción oficial, en la Letra del Himno Nacional. La invitación fue la siguiente:

"República de Guatemala. 1879. Guatemala.
Diciembre 31.

Señor Secretario de la Sociedad El Porvenir. Deseando el Gobierno, solemnizar de una manera conveniente, en el mes de marzo próximo, el día en que se ponga en vigor la Constitución, me dirijo a Ud. para que, si fuera posible, se sirva promover un concurso entre los individuos de esa Sociedad, a fin de elegir el mejor Himno a la Patria, que se ponga y quede como un canto nacional.
   
Fuera de la honra que tendrá el autor de la composición preferida y de las distinciones que esa Sociedad tenga a bien acordar, el Gobierno reserva, a su vez premiarlo oportunamente.
    
En la confianza de que ese trabajo será presentado a la secretaría a fines de la primera quincena del próximo Enero, tengo el gusto de suscribirme de usted Atento S. S. Arturo Ubico".

Sobre esa base, y en aceptación del honor que se le hizo, la Sociedad el Porvenir emitió las siguientes bases para el concurso:

"1o.-La Sociedad literaria El Porvenir, por excitación del señor secretario de Gobernación, abre un concurso entre todos los literatos guatemaltecos, invitando en especial a sus propios miembros, para que escriban un Himno Nacional a la Patria.

2o.-Un jurado compuesto de 5 personas competentes, nombradas por la Sociedad en junta general, calificará las composiciones que se presenten.

3o.-Estas se enviaran anónimas y bajo cubierta cerrada a la secretaria de El Porvenir, antes del 15 del mes en curso, después de cuya fecha ninguna será admitida para el objeto.

4o.-El jurado calificara las composiciones antes del 20 del presente enero, e inmediatamente que se haya llenado su contenido, dará cuenta al Secretario de la Sociedad.

5o.-Hecha esta calificación y puesta en conocimiento del secretario, éste publicará un anuncio suelto dando a conocer el primer verso de cada una de las tres composiciones que el Jurado haya calificado dignas del premio, a fin de que los autores respectivos, si lo tuviesen a bien, se den a conocer, para lo cual deberán remitir al mismo secretario las composiciones completas como comprobante de ser ellos los verdaderos autores.

6o.-El día 22, la Sociedad comunicará públicamente el resultado del concurso al Gobierno, por el órgano respectivo.

7o.-Habrá tres premios para las poesías que el jurado califique de más notables. El primero consistirá en una medalla de oro adjudicada por la Sociedad El Porvenir, con su diploma respectivo, y además en la recompensa que ha ofrecido el Gobierno, la composición que lo obtuviere, será colocada en un cuadro en el salón de sesiones de la Junta Directiva. El segundo premio sera una medalla de plata con su diploma; y el tercero solamente un diploma de honor. Tanto éste como los anteriores serán firmados por el Presidente y Secretario de la Sociedad.

8o.-El periódico de ésta publicará las tres composiciones premiadas, dando un lugar preferente a la primera. En el mismo periódico o en folleto editado por la Sociedad, se imprimirán los demás himnos que a juicio del Jurado, merezcan los honores de la publicidad. Igualmente se publicará el informe detallado del Tribunal calificador sobre las composiciones que entren al concurso.

Sala de Sesiones de El Porvenir, Guatemala, 3 de enero de 1,880".

El día 16 de enero del mismo año de 1,880, se reunieron los miembros del jurado, integrado por josé Milla, Salvador Falla, José Antonio Salazar, Manuel Ramírez y Javer Valenzuela, quienes, después de examinar los 16 trabajos presentados al concurso, declararon que, entre los presentados, no había uno que mereciera la adjudicación de Himno Nacional; sin embargo, concedieron algunos premios a las poesías de Juan Fermín Aycinena, Miguel Angel Urrutia y Manuel Arzú Saborio, cuyos nombres respectivos eran: "Himno Nacional", "A la Patria" y "A Guatemala".

En tal forma terminó el primer intento de dotar a la patria de su Canción símbolo; transcurrieron algunos años, hasta 1,887, en que el gobernador del departamento de Guatemala Manuel Aguilar, dispuso convocar a un concurso para seleccionar la música adecuada a una poesía que venia, desde hacia algún tiempo, considerándose por el pueblo como Himno Nacional, poesía que fue hecha por don Ramón P. Molina, persona que desempeñaba, en esa época, el cargo de secretario de la Jefatura departamental.

Los maestros que, en tal oportunidad, integraron el jurado calificador, fueron: Leopoldo Cantilena, Lorenzo Morales y Axel C Holmes. Después de analizar las partituras, una por una, con la debida atención, cordaron unánimemente conceder el lugar de honor a la composición presentada por el maestro Rafael Alvarez, no solamente por ajustarse maravillosamente a la métrica del verso de Molina, sino porque tanto el ritmo como los efectos y la estructura en general de la música, tenian las características indispensables que requería nuestra Canción Patriótica. En esta forma, con la letra de don Ramón P. Molina y la música del maestro Rafael Alvarez, se entonó durante algunos años el Himno Nacional.

La letra del poema de Molina, es como sigue:

HIMNO POPULAR

CORO

Guatemala, en tu limpia bandera
libertad te formó un arrebol;
libertad es tu gloria hechicera
y de América libre es tu sol.

DÚO

Bella patria, tu nombre cantemos
con ardiente sublime ansiedad
hoy que luce en tu frente la aurora
de la hermosa, feliz libertad.

Democracia, civismo es tu lema,
la igualdad es tu ley, tu razón;
no más sombras no más retrocesos.
Viva patria, el derecho y la unión.

CORO

Guatemala, en tu limpia bandera
libertad te formó un arrebol;
libertad es tu gloria hechicera
y de América libre es tu sol.

DÚO

Bajo la égida libre y fecunda
de progreso, de paz, de igualdad
Guatemala que se unan tus hijos
en abrazos de eterna amistad.

La más pura y feliz democracia
que corone tu olímpica sien;
y al amor de tus hijas divinas,
sé de América libre el Edén.

CORO

Guatemala, en tu limpia bandera
libertad te formó un arrebol;
libertad es tu gloria hechicera
y de América libre es tu sol.

DÚO

Con tu aliento gentil de espartana
llegaras en el mundo a lucir,
porque marchas buscando el progreso
y en tu idea se ve el porvenir.

De los libres recibe el saludo
su entusiasta sincera ovación;
y recibe las preces del alma,
los efectos del fiel corazón.

CORO

Guatemala, en tu limpia bandera
libertad te formó un arrebol;
libertad es tu gloria hechicera
y de América libre es tu sol.

Juan Rafael Sánchez Morales
Origen y Evolución de la Canción Patriótica
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación Pública
1,969

El Tesoro de Juan No


EL TESORO DE JUAN NO

"...los campesinos de la "costa cuca"
guatemalteca le han dado ese apellido,
porque su fantasma existe,
 pero el no existe..."

La penumbra y el silencio que pueblan la montaña de la "costa cuca" guatemalteca llenan de sobrecogimiento a todo el que penetre en ella. Apenas si un débil rayo de sol logra filtrarse a través de la enorme marañan que forman las hojas de las copas de sus frondosos árboles. Y apenas si de vez en cuando se escucha en ella el ruido sordo, cuyo sonido repercute por todos sus ámbitos, que produce el golpe de la caída de un perezoso o una iguana que se han venido abajo de la rama en que dormían.

Una parte de esa montaña, en la que los árboles se conjugan unos a otros como en una suprema manifestación de amor, fue el sitio escogido por Juan No para esconder sus tesoros procedentes de los robos y saqueos ejecutados en las casas de las asciendas. A los pies de una ceiba gigantesca, cuya corteza marcó con un machete, para diferenciarla de las muchas que ahí habían, cavó la fosa en que los guardaba.

Juan No, a quien las gentes del campo guatemalteco llaman así para expresar que es un ser que existe sin existir, fue un bandido romántico. Robaba, no por placer de adquirir para sí, sino que para repartir el fruto de sus rapiñas entre los desheredados de la fortuna. de haber nacido en la época de Proudhome,(1) seguramente que habría sido uno de sus más fervientes discípulos. Para él, todo era de todos.

Su modalidad estaba en consonancia con su aspecto físico. Era alto, trigueño, barbilampiño y con ojos negros enmarcados en párpados rasgados. Síntesis perfecta de la fusión de la sangre blanca con la indígena. Vestía la usanza de los campesinos guatemaltecos: pantalón de montar de color caqui, polainas de cuero que se le llegaban más arriba de la rodilla, camisa blanca de dril con un rojo y amarillo pañuelo de hierbilla atado en el cuello en lugar de corbata, chaqueta corta de jerga momosteca azul y la cabeza cubierta siempre con un sombrero de petate de anchas y gachas alas. Toda su extraña vestimenta la remataba con dos pistolas que llevó siempre ceñidas a un cincho de cuero de lagarto y que sus manos hicieron disparar.

Sus manos jamas se mancharon de sangre, hasta el día en que los cuatro tiros certeros de una descarga que le lanzo la escolta que lo perseguía las mancharon con la suya propia. Su único delito era robar, lo repetimos, pero no para él, sino para los infelices explotados.

La escolta, que hacia años andaba tras de él, al matarlo se apodero de su cuerpo. Pero no pudo apoderarse de su alma, que fue la que se llevó el secreto de dónde tenia enterrado su tesoro.

Cuenta la leyenda, romántica como la vida de Juan No, que el día en que su alma tuvo que presentarse ante Dios, a dar cuenta de sus actos en la vida terrea, el Supremo Hacedor se apiadó de él, y lejos de mandarlo a los fuegos eternos del infierno, le dio por castigo que volviera a la tierra a decir dónde estaba su tesoro; y que cuando ya hubiera hecho esto, podría volver a las regiones celestiales para vivir en ellas siempre. El que nos enseño a perdonar a nuestros deudores, perdonó también a este ser cuyo único delito es querer hacer justicia en un mundo en que ella no existía.

La ceiba es un árbol cuyo tronco enorme tiene en el extremo superior una frondosa copa, que crece en forma vertiginosa. Tan vertiginosamente, que  cuando Juan No volvió a la tierra, tras ser juzgado por Dios, la señal que él grabó en la ceiba a cuyos pies cavó la fosa en que escondía su tesoro, se había confundido con las ramas de su copa.

Buscándola anda su alma atormentada, sin alcanzar su propósito, en la montaña tétrica que circunda el camino entre San Juan del Ídolo y Concepción la Grande.

Y por eso es que en las noches los viajeros que recorren esos caminos solitarios escuchan tras ellos el galopar raudo de un caballo. Vuelven la vista y no ven a nadie que los siga. Sin embargo, continúan oyendo el galope que les infunde pavor. Llenos de pánico pican espuelas al suyo y emprenden desenfrenada carrera. Pero siempre, por más ligero que corran, son alcanzados por el fantasma que llega a colocarse al lado de ellos. Y se dan cuenta de que va a su lado, y de que es fantasma, porque escuchan el ruido metálico de las espuelas y del freno, y hasta el vaho tibio de la jadeante respiración de la bestia en que cabalga y no ven a nadie.

En la sombra de Juan No, que existe y no existe, que recorre por las noches el camino entre San Juan del Ídolo y Concepción la Grande, hasta que llegue la ocasión en que haya un cristiano que, preguntándole si "es de vida o de la otra y en que penas anda", lo saque efectivamente de penas para irse a los cielos, con el alma ya limpia y tranquila, a morar en ellos por los siglos de los siglos.

Francisco Barnoya Gálvez
 Han de Estar y Estarán...
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación Pública
1961

jueves, 25 de julio de 2013

Guatemalteco:


NOTA


GUATEMALTECO:
Uno de tus deberes ciudadanos, consiste en interesarte por conocer todo lo grande, bello e ilustre de tu patria, porque sólo en el polvo de sus reliquias, en la entraña palpitante de su historia y de las cenizas de sus hijos preclaros, podías sentir orgullo de haber nacido en esta GUATEMALA:

¡Princesa del azul y blanco
investida con galas del Quetzal,
coronada con la albura de la Monja Blanca,
consagrada por el verbo de José Joaquín Palma
y dulcificada en el marcial pentagrama de Rafael Alvarez Ovalle!

Arnoldo J. Cozar
Arcón Patrio
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación Pública
1961

La Mengala


La Mengala

El talle de la joven mengala, a menudo juncal, iba por costumbre aprisionado entre un apretador de manta-dril que, al castigar las curvas, hacía plano y único su doble pecho de paloma de monte.

Todos los domingos y fiestas de guardar, con los pies desnudos y recién lavados, asistía a primera misa de la iglesia cercana, y por las tardes, según la época del año constituía la nota típica y abigarrada en las celebraciones de Corpus Cristi, rezados de diciembre, procesiones de Semana Santa o en los bailes de tacón de hueso.

Pasos elásticos y repentinos "azareyos"; pelo largo y trenzado con anchas tiras de listón; ojos pícaros y sin embargo, inocentes; risa en chorros de íes, y carnes de fina canela. Su presencia se anunciaba con un desplazamiento de aire fresco y un crujir de fustanes almidonados bajo la falda de indiana o percal, y su mayor orgullo estaba cifrado en ser la dueña de tres o cuatro chales con barba, de colores llameantes, de esos que llegaban a las tiendas de los chinos en cajas de reluciente y falsa laca.

Siendo niñera, lavandera, o diadentro de casa grande, abrigaba cierto orgullo de casta, por que a pesar de ser sirvienta, no "era natural" ni "tan dialtiro".

Generalmente era la secreta iniciadora de los niños mayores en los juegos de amor; sin embargo, a veces se mostraba muy chucana con los hombres maduros, cuando éstos, sin "caírle bien", se tomaban libertades antes de rascarle el ala como se debe, o sin lograr del todo su huraño consentimiento:

-¡No me jale así el rebozo, porque me lo va a rasgar, y si me lo rompe me lo paga... aloye!
-Una docena te compro chulada, y de pura seda...
-¡Hay don Tin, tan tentón...!  ¡A usté como que no le amarraron las manos cuando era chiquito...!

Frecuentemente, con dejos y suspiros de melancolía hablaba de su casa hecha de adobe y teja, en los alrededores de San Raimundo; del caballo moro que domó uno de sus hermanos para las fiestas de los Santos Reyes "ora para el 6 de enero que viene va ser tres años"; o del río lejano cuyos rumores añoraba, como si la madrugada aquella en que la sorprendió su primo Rogelio bañándose totalmente desnuda en una de sus pozas hubiera sido un inmenso caracol, y en él sus voces de alarmado pudor hubieran quedado para siempre sonando...

Carlos Samayoa Chinchilla
Chapines de Ayer
Segunda Edición
Editorial José de Pineda Ibarra
Ministerio de Educación Pública
1,968
Ilustración
Guillermo Grajeda Mena