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jueves, 5 de septiembre de 2013

General Manuel José Arce (Prócer de la Independencia)



GENERAL MANUEL JOSÉ ARCE

Nació el 1 de enero de 1787 en la ciudad de San Salvador, Guatemala, Hijo de don Bernardo Arce y de doña Dominga Antonia Fagoaga y Aguilar.
Fue elemento principal en los movimientos políticos registrados en San Salvador el 5 de noviembre de 1811 y el 24 de enero de 1814. A raíz de este último movimiento de insurrección fue apresado, y sufrió una prolongada prisión juntamente con otros patriotas que pedían la independencia del Reino. Después se distinguió como jefe militar cuando su Provincia sostenía con las armas la independencia absoluta, obteniendo con su ejército el triunfo en los combates de El Espino, 11 de marzo de 1822; del Calvario, en la ciudad de San Salvador, 3 de junio del citado año; de Chinameca, 12 de diciembre; y del Guayabal-Guazapa, 14 de enero de 1823. La Asamblea Constituyente reunida en Guatemala lo eligió presidente de la Federación, alto y honroso cargo con el que los centroamericanos querían distinguir al varón que tanto había luchado y sufrido por la libertad.

Murió en San Salvador, el 14 de diciembre de 1847.


DON MANUEL JOSÉ ARCE Y SUS ACTIVIDADES
MILITARES EN PRO DE LA INDEPENDENCIA

El general Manuel José Arce, prominente figura de nuestra historia, nació en la ciudad de San Salvador el 1 de enero de 1787, hijo de don Bernardo Arce, Alcalde de segunda nominación de San Salvador, y de doña Dominga Antonia Fagoaga y Aguilar. Su primera instrucción la recibió en la ciudad donde naciera, y pronto fue trasladado a Guatemala donde cursó estudios en el colegio de San Borja, allí se graduó de bachiller. Por razones de familia regresó a su patria cuando había iniciado en la metrópoli estudios en la carrera de medicina.

Sus actuaciones en las luchas armadas en favor de la libertad centroamericana lo distinguen entre los hombres más íntegros de su época. Mucho se le ha discutido en esa actividad; el riguroso análisis de los historiadores traspasó repetidamente los límites de lo creíble, a lo que de continuo llegó a sumarse la intolerancia de la pasión partidista que se empeña en restar méritos a quien se distinguiera en los hechos épicos en que actuara como comandante de los ejércitos defensores de la independencia.

Quienes sin poder apartarse de la linea política se entregaron a su labor de investigación, no lograron llegar a conclusiones que merecieran atraer completamente la opinión general sobre cualquier actitud que pudiera considerarse como dudosa en Arce. Hoy se va llegando a la comprobación de que mucho de lo escrito fue a manera de una cortina de humo para que a las nuevas generaciones no les fuera del todo posible justipreciar las virtudes cívicas y los arrestos militares de este alto personaje centroamericano, que tanto se distinguió por sus sentimientos libertarios desde muy temprano de su edad.

En estas lineas sólo trataremos de hacer un relato concreto de la actuación de don Manuel José Arce en los diversos movimientos militares en los que actuara; primero, buscando la emancipación de España, después, defendiendo con su espada la libertad absoluta de Centro América. A ello vamos derechamente.

5 de noviembre de 1811. Correspondió a don Manuel José Arce ejecutar el plan formulado por el doctor presbítero José Matías Delgado, los tres hermanos y elementos del clero salvadoreño, Nicolas, Manuel y Vicente Aguilar; los señores Juan Manuel Rodríguez, Domingo Antonio de Lara, Miguel y Juan Delgado, Mariano José de Lara, Carlos Fajardo, Francisco Morales y Pedro Pablo Castillo. El plan tendía a tomar la intendencia de San Salvador, destituir al intendente de la provincia, don Antonio Gutiérrez de Ulloa y, ejecutado esto, hacer la proclamación de la independencia. En ese plan se contaba de antemano con la cooperación de muchos correligionarios de Zacatecoluca Y Metapán. En San  Salvador todo se hizo como estaba previsto, pero en los departamentos citados no se acciono como estaba concertado. Sin embargo, el grito de rebelión contra España, dado el 5 de noviembre de 1811, fue el suceso que encendió el ánimo he hizo abrir los ojos de los habitantes de las cinco provincias, marcando el principio de los movimientos en favor de la emancipación. Arce contaba solamente 24 años al registrarse ese glorioso suceso en el que fue principal ejecutor. Esta vez no se juzgó con severidad a los responsables de la insurrección.

24 de enero de 1814. Un nuevo intento para alcanzar la libertad se registro en San Salvador. Lo prepararon casi los mismos elementos que tomaron parte en la conspiración de 1811, más los señores Santiago José Celis, Leandro Fagoaga, Juan de Dios Mayorga y Juan Aranzamendi. Arce tuvo a su cargo el asalto a la intendencia. Esta vez los conspiradores que habían alentado la liberación fueron encarcelados o desaparecieron. Las autoridades coloniales de Guatemala movilizaron fuerzas para sofocar la rebelión, nombrando jefe de ellas al coronel José Méndez y Quiroga. Arce  sufrió una prisión que duró más de cinco años. Fue dado libre en virtud de una amnistía general.

3 de marzo de 1822. La anexión a México fue decretada en Guatemala el 5 de enero de 1822, Los independientes de San Salvador elevaron su voz de protesta contra una medida atentatoria a la soberanía nacional y declararon la separación de su provincia de la de Guatemala. La junta de gobierno presidida por el padre Delgado nombro a Arce general en jefe del ejército local.

Inconforme con esa actitud de los sansalvadoreños, el capitán general Gabino Gaínza dispuso reducir a los "sediciosos" y dio instrucciones al sargento mayor Nicolás Abos Padilla para que poniéndose al frente de los contingentes anexionistas de Santa Ana y Sonsonate, pasara a San Salvador a restablecer el orden. Al enterarse los independientes de este suceso, dispusieron que salieran de la capital fuerzas al mando de Arce. Este ocupó Santa Ana, sin resistencia; siguió las huellas del enemigo hasta darle alcance. Las fuerzas de Abos Padilla fueron atacadas en El Espinal, por sorpresa, primero de frente e inmediatamente de franco, logrando Arce deshacer la columna anexionista. Las tropas que no fueron envueltas escaparon abandonando las armas. Esta derrota infligida por las fuerzas de Arce a la de los anexionistas hirió el orgullo del capitán general Gaínza, quien sin estar autorizado por la Junta Consultiva dispuso llevar la guerra a San Salvador con un poderoso ejército.

3 de junio de 1822. El coronel Manuel de Arzú fue nombrado jefe del ejercito que se organizara en Guatemala y algunos departamentos de El Salvador para batir a los "sediciosos" que pedían la libertad absoluta, contrariando los designeos del entonces regente del imperio mexicano don Agustín de Iturbide. Casi tres meses se ocupó Arzú en la organización y entrenamiento del ejército bajo su mando. Mientras tanto, Arce trabajaba en la fortificación de Ayutuxtepeque, Atajo y Milingo, cercanos a San Salvador. Arzú tuvo la excelente idea de atacar a los independientes por el lado de que carecía de fortificaciones. Adentrándose  penosamente  en un camino estrecho, hizo un largo rodeo por el volcán. El amanecer del 3 de junio le puso a la vista San Salvador. Ordenó a sus extenuadas tropas que iniciaran el ataque a la plaza; allí se luchó durante todo el día. Los defensores, los atacados imprevistamente en su propia plaza supieron sostener sus lineas, Arce dicto la disposición más atinada: mantener el combate para agotar aún más al enemigo. Al atardecer, Arzú dispuso la suspensión de fuego, temió quedarse encerrado en la ciudad durante la noche, y ordenó la retirada por el mismo difícil camino por donde había llegado. Sus tropas, físicamente extenuadas, apenas cargaban las piezas de artillería por aquella ruta estrecha en la oscuridad de la noche. Al volcarse un cañón hirió a los hombres que lo conducían, registrándose por ese accidente un gran desorden en la vanguardia, por los gritos desesperados de lo heridos. Se creyó que los salvadoreños atacaban a las fuerzas en retirada, y esto bastó para que las tropas de Arzú se dieran a la desbandada, abandonando todo el armamento que enseguida pasó a manos de Arce. En la batalla del 3 de junio de 1822, Arzú cometió el error de no dejar fuerzas de reserva en su retaguardia, lanzó el grueso de su ejército al combate, olvidando que sus tropas maltrechas no podrían resistir las fatigas de un día entero de lucha. Y la victoria fue de Arce.

Vicente Filísola
14 de enero de 1823. El primer encuentro de las tropas "de protección" enviadas por Iturbide a Centro América, demostró al jefe de esas fuerzas, brigadier Vicente Filísola, que los defensores de la libertad, dirigidos por el general Manuel José Arce, peleaban con todo el coraje y determinación. La batalla se registró en el sitio ubicado entre Guazapa y El Guayabal, a pocos kilómetros de San Salvador. Filísola, fortificado en la hacienda Mapilapa, hizo primero resistencia al ataque; después se negó a aceptar el reto de Arce para salir a pelear en campo raso, permaneciendo ocioso durante veintidós días.

7 de febrero de 1823. Arce fue victima de una enfermedad que en aquellas apremiantes circunstancias lo obligó a retirarse del mando del ejército. Este suceso llegó al conocimiento de Filísola, quien aprovechó la oportunidad de que los defensores de San Salvador carecieran de un jefe del temple de Arce para lanzarse sobre la plaza enemiga con todas las fuerzas que había organizado. Las columnas invasoras encontraron dura resistencia durante todo el día. Y cuando la plaza estaba para caer ante el empuje de las fuerzas superiores en número, el general Manuel José Arce, enfermo e impotente, fue sacado en litera de la ciudad. Imposible fue para aquel  soldado, amante de la libertad, defender con su espada el ataque de los invasores. Y se ha escrito que si él hubiera dirigido el combate, la plaza salvadoreña no habría caído en poder de las fuerzas imperiales.

El sitio y captura de San Salvador es narrado por Joaquín García en el libro General don Manuel José Arce, como sigue:

"Para las operaciones militares contra San Salvador, Filísola, según el informe que rindió desde Mapilapa a las Secretarías de Guerra y Marina y de Justicia y Negocios Eclesiásticos del Imperio, el 22 de diciembre, 2 cañones de a 4, uno de a 3, y 1 obús de 3 1/2 pulgadas. En Guatemala tenía 300 hombres que mandó aumentar a 400. Pidió a Ciudad Real 200 hombres con el objeto de sacar de la primera igual número para reforzar su División. Mandó poner sobre las armas en Chiquimula, 120 hombres. Omoa estaba protegida con 300 y Sonsonate con 120. Todas estas fuerzas, a excepción de los 450 hombres que trajo de Oaxaca, eran bisoñas, con poca instrucción y disciplina. La pólvora no le faltaba, pues la fábrica de Guatemala trabajaba sobre la marcha. Carecía en cambio de balas rasas, de cañones de diferente calibres, y estaba dispuesto a hacerlos fundir de cobre. La Tesorería guardaba 25,000 pesos y las tropas estaban pagadas, pero lo alarmaba el porvenir, por las dificultades que se presentaban en el pago de las libranzas sobre Londres.

Según ese mismo informe, las fuerzas de San Salvador constaban de 5,000 hombres, de éstos 1,500 armados con machetes, espadas, escopetas y sin paga. Tenían además 30 cañones, de todos los calibres. No había disciplina ni jefes.

Desde el principio Filísola pensó dejar en Mapilapa una división al mando del Coronel Arzú y constituirse con otra en San Vicente para evitar una salida de los enemigos hacia San Miguel.

El 12 de diciembre, efectuó el primer reconocimiento en la cuesta del Atajo. El 16 continuó en esa tarea en todos los puntos inmediatos a San Salvador, interceptó los víveres destinados al enemigo y en tanto que organizaba la defensa con tropas procedentes de San Miguel, Comayagua, Guatemala, Quetzaltenango y Chiapas, daba instrucción, vestidos, municiones de guerra, medicinas y alimentos, apareció el paludismo entre sus tropas tanto en Santa Ana como en su Cuartel General, pero más en la primera. El ayudante de Campo Rafael Lorenzani fue comisionado para que pasara a la Villa citada a poner el Hospital en condiciones de prestar mejor asistencia y curación a todos los enfermos, tropa y civiles. Contenida un tanto la epidemia, resolvió dar un golpe decisivo el 7 de febrero, para lo cual hizo que se efectuara otro reconocimiento en Milingo y Soyapango, cuyas fortificaciones eran las más fáciles de vencer. El 6, salió su Segundo Comandante Militar Coronel Francisco Cortázar para Apopa al frente de una división compuesta del Primer Batallón y Escuadrón No. 8 con órdenes de aproximarse por la noche a las trincheras de Milingo con el objetivo de simular un ataque y luego irse con él a la hacienda. El Ángel antes de amanecer, para hallarse todos el 7 en el camino de Ayutuxtepeque. El Teniente Coronel Cayetano Bosque fue destinado a la cima del volcán con un obús para hacerse ver del enemigo y llamarle la atención con dos tiros. En Mapilapa quedó el Coronel Graduado don José Francisco del Paso con una compañía de fusileros, 2 cañones, el Escuadrón de Dragones al mando del Teniente Coronel José Luis González Ojeda y el resto del escuadrón de Sonsonate dividido en 2 partes, una al mando del Teniente Coronel José Ignacio del Valle y la otra al de igual grado Juan Nepomuceno Pérez, un obús y dos cañones. A las dos de la mañana el general Filísola se dirigió a El Ángel. La marcha fue lenta y dificil entre la obscuridad y la fragosidad del camino. Así, no pudo llegar a la hora fijada. Desde ese momento, el enemigo observó todos sus movimientos desde El Atajo hasta Ayutuxtepeque, por lo que resolvió dejar en la hacienda citada, una compañía de cazadores del Batallón No. 3 y una parte del Escuadrón de Sonsonate al mando del Coronel Arzú para que lo sostuviera en el caso de una retirada.

Antes de emprender una acción decisiva, quiso el General Filísola llamar una vez más la atención de los salvadoreños hacia otro punto delante del Atajo. Encargado de esa misión fue el Coronel Cortázar con órdenes de que se le reuniera luego en el sitio des ataque. Por los caminos de la izquierda y de la derecha, hizo avanzar a los Tenientes Coroneles González Ijeda, Manuel Gil Pérez y Félix Aburto con el Batallón No. 2, las compañías de granaderos de los Batallones 1 y 3 y una parte del Escuadrón de Sonsonate. Esta tropa pasó el cerro de Ayutuxtepeque bajo los fuegos del enemigo, atravesó quebradas montuosas y estrechas dominadas por alturas pequeñas pero desiguales, sembradas de platanares y cañaverales que ofrecían un punto admirable para la defensa. Fue aquí donde los salvadoreños reunieron la mayor parte de sus fuerzas por estar a inmediaciones de Mejicanos, el Atajo y Ayutuxtepeque. No perdieron tiempo. Rompieron los fuegos de fusilería y artillería sobre las tropas de Filísola que fueron rechazadas por dos veces. El Coronel Cortázar no había llegado todavía, por lo que Filísola resolvió esperarlo allí mismo con su Estado Mayor, muy cerca de las trincheras en donde hizo colocar cien hombres para impedir que los salvadoreños sitiados en el Atajo, lo atacaran por la retaguardia. Habiendo llegado Cortázar lo hizo avanzar por el camino de la izquierda. Después de una encarnizada lucha por espacio de dos horas Filísola se apoderó de las trincheras que ocupaban los salvadoreños, quienes se retiraron a Mejicanos. La persecución se inició inmediatamente por callejones peligrosos por su estrechez, cercas de piña, maderos, inmensos boscajes de platanares, y caña de azúcar.

Llego a Mejicanos en donde los salvadoreños habían establecido su Cuartel General, se apoderó de la plaza y de una pieza de artillería y a continuación, se dirigió al cerro del Ayutuxtepeque con una escasa fuerza, Al llegar a la cumbre, los salvadoreños posesionados aun del Atajo le hicieron fuego de artillería. No tuvo más remedio que bajar precipitadamente a ordenar a Gil y Aburdo que atacaran al enemigo por la retaguardia y se posesionaran del cantón, lo que cumplieron matemáticamente.

Otra vez fue atacado por los salvadoreños en Mejicanos desde diferentes calles de la población, como a las 3 y media de la tarde. La plaza estaba mal defendida por un barranco en forma de semicírculo. Las alturas superiores fueron ocupadas. Los salvadoreños en derrota aprovecharon ventajosamente los parapetos que le ofrecían las tortuosidades y sementeras del barranco que era menos que el camino real que conducía a San Salvador. Reforzada la plaza con nuevos contingentes, siguió el combate por espacio de tres horas a cuyo término los salvadoreños avanzaron por el barranco a tomar la dicha plaza. Filísola, ante tanto heroísmo, ordeno al Comandante Pedro Anaya para que con su Escuadrón y alguna infantería los atacase a degüello y que procediese de ese mismo modo por la izquierda el Teniente Coronel Luis Ojeda con el suyo. Fue tanto el empuje que estos hicieron, que continuó el tiroteo, se pudo dar desde entonces como terminada la jornada. Pudo Filísola ocupar inmediatamente la ciudad de San Salvador, pero resolvió pasar la noche en Mejicanos porque su tropa estaba muy cansada con dos noches de desvelo y un día sin comer...El doctor José Matías Delgado y don Manuel José Arce, con sus jefes y Oficiales y un resto de sus fuerzas, unos 600 hombres, marcharon a Olocuilta, la noche del 8 de febrero. Arce iba padeciendo de una grave erupción cutánea. Fue sacado, según el doctor Cevallos, en camilla... Ya para terminar su extenso informe al Secretario de Estado y del despacho de Guerra y Marina, fechado en San Salvador el 26 de febrero, el general Filísola dijo: Concluida la guerra no queda fuerza armada alguna ni dispensa, ni reunión de hombres sin armas quedando al servicio de la nación, 36 cañones de todos calibres, más de mil fusiles, algunas carabinas y otras armas, como 300 tercios de tabaco y no pocos añiles, con otros objetos, siendo lo más lisonjero para mí el haber contenido a un tiempo la anarquía y la efusión de sangre que produciría la continuación de la guerra...".

Había caído San Salvador, ciudad de habitantes heroicos. Arce anduvo errante, atendiendo su mala salud. Mas el valiente militar, defensor de la independencia absoluta, sobrevivió a aquella hecatombe. En 1824 formó parte del primer gobierno colegiado; después se le envió en labor de pacificación a Nicaragua, misión que cumplió como militar, con notable éxito. El 29 de abril de 1825, tomó posesión del cargo de presidente de la Federación, siendo el primer centroamericano que ocupaba ese alto cargo. Es indudable que hubo graves anomalías en el escrutinio de las elecciones de presidente: Valle tenía 41 votos; Arce, 34; Cabeza de Vaca, 2; Milla, 1; Castilla, invalidado como eclesiástico, 1; total 79. Como no reunió ninguno los 42 votos, el congreso dispuso hacer la elección, favoreciendo el resultado a Arce, que obtuvo 22 votos contra 5 de Valle.

Después, se desataron las tormentas que se esperaban en un ambiente cargado de odios, violencias, prejuicios y pasiones exaltadas, hasta llegarse a la lucha armada, encendiéndose la guerra civil. Arce, demostrando sus conocimientos militares, batió al ejército invasor que contaba entre sus jefes al francés Nicolás Raoul, en Arrazola, el 28 de marzo de 1827. Y siguió la anormalidad en la que Arce sufrió, una y otra vez, la más azarosas vicisitudes, lo que obligó a deponer el mando el 14 de febrero de 1828, en el vicepresidente don Mariano Beltranena. Había sido víctima de la inexperiencia política. Es innegable que cometió reiterados errores de los que nadie abría podido eludir en un régimen del todo inapropiado para la incipiente nación. Fue tema de Arce apartar de los servicios de la nación al coronel instructor de artillería Nicolás Raoul, a lo que se oponía el jefe de Estado, Aycinena. Y en esos empeños sufrió muchas contrariedades. Después, al igual que otros guatemaltecos supo de los sinsabores del exilio, y en su rebeldía organizo revoluciones, una de ellas fue repelida en tierra mexicana por el francés Nicolás Raoul.

Volvió a su patria, El Salvador, cuando su salud ya no le permitía la constante actividad a que estaba acostumbrado. Sus últimos años fueran de pobreza y carencia de amistades. El general Manuel José Arce, falleció en la ciudad de San Salvador el 14 de diciembre de 1847, a las tres de la tarde. Sus funerales se celebraron en la iglesia de San Francisco, y solemnemente fueron inhumados sus restos en la iglesia de La Merced, la misma donde recibió las aguas del bautismo. Sobre Arce, escribió Francisco Gavidia:

 "A lo César narró dignamente lo que ejecutó su brazo: elocuente, elegante, si bien apasionado como actor, principal y combatido de los hechos de la historia; es el primer historiador como que su historia es el producto espontáneo de los sucesos, las pasiones y las ideas de su tiempo".

Arturo Valdés Oliva
Breves apuntes sobre la Independencia
Editorial "José de Pineda Ibarra"
Ministerio de Educación Pública
1969

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