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viernes, 6 de septiembre de 2013

Doctor José María de Castilla (Prócer de la Independencia)


DOCTOR JOSÉ MARÍA DE CASTILLA
(Prócer de la Independencia)

Nació en la ciudad de México, en el año 1785, hijo del general español José de Castilla y de doña Manuela Diez de Tejada y Paz.

Llegó a Guatemala en el año de 1811, donde después de su investidura eclesiástica se distinguió en los distintos cargos públicos que sirvió, y como director de un centro de enseñanza privada. Fue miembro del Cabildo Eclesiástico, y como representante de dicho Cabildo asistió a la Junta de Notables el 15 de septiembre de 1821. Fue allí donde presentó un gran servicio a Guatemala, al pedir la inmediata proclamación de la Independencia en momentos en que parecía privar la tesis de que antes de hacer tal proclamación era necesario consultar a las Provincias. Castilla, con su palabra encendida de fe, logró imponerse, y muchos próceres apoyaron sus sugerencias. Gracias a dicho varón, amigo de la verdad, el 15 de septiembre se proclamó y juró la Independencia.

Después, fue diputado a la Constituyente de 1824 y en 1838.

Murió en Madrid, España, el 27 de abril de 1848.

EL CANÓNIGO DOCTOR JOSÉ MARÍA DE CASTILLA,
ILUSTRE PRÓCER DE LA INDEPENDENCIA

Entre los varones que más se distinguieron en las luchas por la Independencia, la historia menciona con respeto y admiración al ilustre canónigo doctor José María de Castilla y Texada, una de las figuras más limpias de aquellos tiempos en que los hombres se afanaban por alcanzar la libertad que anhelaban los pueblos del Reino de Guatemala.

El ilustre padre Castilla nació en México en el año de 1785, hijo del general español don José de Castilla y doña Manuela Diez de Tejada y Paz. Vino a Guatemala en 1811, y sirvió importantes cargos después de su investidura eclesiástica: Rector del seminario, juez de matrimonios, director de la benemérita Sociedad Económica de Amigos del País, diputado a la Constituyente, de 1824 y en 1838, rector del hospital de San Pedro, director de uno de los más importantes colegios que hubo en la metrópoli, miembro de cabildo eclesiástico.

Lo que no debemos olvidar los centroamericano, es que el padre Castilla, nombre con el que gratamente se le llama, fue quien el 15 de septiembre de 1821, en la junta de hombres notables celebrada en el palacio, evitó que el ideal de la libertad fuera postergado en la junta de ese día. Representaba en aquel acto al cabildo eclesiástico en unión del doctor Antonio García Redondo. Después de leerse las Actas de Chiapas, el arzobispo fray Ramón Casaus y Torres pronunció su discurso; firme en sus convicciones, el prelado condenó todo intento que tendiera a la emancipación de España. Como español, no concebía por qué los pueblos de América insistían en separarse de España; para reprimir esos intentos se perfilaba en esa junta la fuerza determinantes de su autoridad eclesiástica. En la reunión de hombres ilustres, la palabra del prelado creó repentinamente la confusión; y el temor y el recelo invadieron momentáneamente los pechos de muchos varones, los de aquellos que eran sumisos a la Península.

Le siguió en el uso de la palabra don José Cecilio del Valle a quien como fiscal le correspondía abrir dictamen. Sostuvo ante el asombro de los españolistas el derecho de los pueblos al reclamar su libertad, mas también fue de parecer que se consultara previamente la opinión de las provincias; esto creó mayor confusión; los españolistas se acogieron a las palabras de Valle respecto a que sí debían ser consultados previamente los pueblos y también sugerían hacer una prudente espera para conocer la suerte que corriera Nueva España en sus luchas por la libertad, en tanto, los independientes no estaban por admitir dilatorias, pedían que en ese día se llegase a una resolución. Y como la junta iba cayendo prácticamente en el desorden al entablarse las discusiones parciales de los grupos sin que se decidiera nada en firme, los patriotas insinuaron al jefe político, don Gabino Gaínza, que encarrilase el orden de las discusiones, lo que éste pidió. Y siguieron unos segundos de expectante silencio, advirtiéndose en ese punto la posibilidad de que la reunión fuera levantada.

Sereno y austero, el padre Castilla midió y apreció las circunstancias. Con la majestad del luchador que está poseído de la fe del triunfo, se puso de pie para pronunciar el más hermoso discurso de aquel día; señaló la conveniencia de que el Reino de Guatemala se hiciera libre, porque si Dios así lo quería, los pueblos estaban prestos a obedecer su mandato. Y agregó en su patriótico discurso:

"...España dio su sangre, su idioma para decir algún día a las Américas: Id y realizad vuestro destino. Honradme a mí, honrándoos vosotras. Podéis marchar solas. El mundo os espera ya para que forméis parte de él como pueblos libres... y ese día ha llegado. la misión tutelar, maternal de España ha concluido...".

Gracias a las palabras del padre Castilla se salvo en aquella junta el paro de las discusiones y la patria se hizo libre. De no haberse escuchado sus oportunas reflexiones, los debates de habrían pospuesto ya fuera para consultar previamente a los pueblos o para quedarse a la espera de la suerte que corriera Nueva España en sus luchas por la libertad.

Ha de recordarse también que el padre Castilla fue el jefe de la Tertulia Patriótica, a la que asistieron el doctor Pedro Molina y los señores José Beteta, José Francisco Barrundia, Vicente García Granados, Manuel Montúfar, Marcial Zebadúa y Juan Montúfar; y que fue en la tertulia donde se hicieron los trabajos más completos para alcanzar la independencia. Los patriotas discutían serenamente sus opiniones, encausaban sus puntos de vista, toda opinión adversa a la emancipación de  España la analizaban con cuidadoso interés para medir el pro y el contra del paso que la patria exigía que dieran sus hijos. Por eso conceptuamos que la tertulia fue un laboratorio donde se analizaba minuciosamente el alma de cada ciudadano, el mismo ambiente en que se operaba. De allí salían las ideas patrióticas que publicaban los periódicos dirigidos por el doctor Molina, primero El Editor Constitucional, después El Genio de la Libertad.

Fue el padre Castilla el designado por las autoridades eclesiásticas para que pronunciara el discurso en la catedral metropolitana el 22 de septiembre de 1821, fecha en que el clero de la capital prestó el juramento de la independencia. El ilustre orador enfocó la situación y consecuencias de la libertad en sus albores. La firmeza de sus conceptos fueron en aquella hora luz y esperanza para la felicidad de la nueva patria. El, como forjador de la Independencia, era en aquella hora el varón iluminado que con sus palabras trazaba sendas para alcanzar la felicidad de Guatemala. Fue su voz ante el clero metropolitano aquel 22 de septiembre, de aleccionamiento y esperanza.

En el año de 1848 tuvo necesidad de viajar a Europa por exigencias de su salud. El pueblo recibió con tristeza la noticia de su viaje, y le fueron tributados diversos homenajes en reconocimiento a sus grandes méritos. En sus frases de despedida, dijo el padre Castilla:

"... Yo me despido, pues, de Guatemala, deseando a esta cara patria la tranquilidad y la dicha que no me será dado gozar fuera de ella. Sus tiernos recuerdos, el aguijón continuo de una larga ausencia, serán el garante de mi vuelta, si la Providencia eterna me permite volver a reposar en su seno mi cabeza fatigada y destinarla mi último aliento. Bendígala el cielo con todos sus hijos y con los amigos que ofreciéndome tan relevantes pruebas de sus sentimientos, han dado la más grata consolación a mi espíritu en medio de sus tristes agitaciones: para la amistad no existe tiempo. Si Dios me lo concede, dentro de un año volveré a los brazos de mis conciudadanos, y besaré agradecido las playas adoradas de Guatemala".

No pudiendo cumplirse los deseos del padre Castilla. La enfermedad que había contraído en el viaje que hizo a La Habana, Cuba, en el año de 1840, y que siempre lo tuvo resentido, lo privó de su existencia en Madrid, España, el 27 de abril de 1848. Según se ha escrito, sus restos fueron sepultados en el cementerio de la Sacramental de San Ginés. Posiblemente aún estén en ese sitio.

La noticia de su muerte fue recibida en Guatemala hasta el mes de julio del año citado, El 13 de ese mismo mes se hicieron solemnes exequias en la iglesia de San Juan de Dios, por disposición de la hermandad de caridad del hospital general, "recordando los buenos servicios que dispensó al hospital el Sr. Castilla, y que por muchos años fue Rector del de San Pedro...". Cantó la misa de difuntos el rector del colegio Seminario, don Anselmo Llorente, y la oración fúnebre la pronunció el rector de la universidad, doctor Juan José de Aycinena. El responso solemne lo cantó el señor provisor Barrutia.

En la Necrología que se publicó en Guatemala en el año de la muerte del prócer de la independencia y prócer de la iglesia guatemalteca, canónigo José María de Castilla, se exaltaba el valor cívico suyo, en los siguientes conceptos:

"Él proclamó de los primeros la independencia de la patria. Su voz en la gran junta del 15 de septiembre se distinguió entre todas por la libertad nacional. Representante del pueblo en la asamblea constituyente sobresalió entre sus oradores, sostuvo las bases de un gobierno republicano, y apoyó en todas las más amplias garantías constitucionales. Deseaba la unidad de la república, y publicó francamente su voto contra el sistema federal adoptado, con el decoro, razonamiento y persuasión del patriotismo. Su sentido político, y sus convicciones, no las pasiones de un partido dirigieron siempre su conducta pública.

...Para excitar si espíritu, era necesario hablarle en su lenguaje, con el corazón encendido y abierto en la mano. Y este hombre de unas impresiones tan profundas, y de altos sentimientos; este orador sagrado que se eleva a la altura de su ministerio, era al mismo tiempo el más festivo, espirituoso y jovial que pudiera entretener una sociedad, allí, allí era donde aparecía este genio tutelar, alargando como divinidad una mano salvadora a las victimas del naufragio, acogiendo en su casa y dando asilo a los perseguidos, sin distinguir jamás entre partidos políticos. Él no veía más que al desgraciado. El desgraciado era para él un objeto sacrosanto. Él hizo una verdad y una práctica de esta moralidad sublime. La virtud de su corazón, la pureza de su conciencia redoblan la energía de su carácter y las fuerzas de su espíritu.

Largo tiempo hacia que su salud estaba deteriorada... Él buscó en los viajes una reparación a sus fatigas y a su espíritu. El pueblo entero, las corporaciones y personas notables se interpusieron para que no lo verificase. Fue imposible, su destino lo impelía a alejerse de nosotros para siempre. Dejó, pues, su querido colegio, su cara y nueva patria, sus amigos, sus artesanos predilectos, su pueblo desgraciado que lamentaba la pérdida de su ángel protector. Las fibras de su corazón se rompieron al ausentarse; prometió a sus amigos volver, pero su existencia estaba ya minada... Desapareció de la tierra al extender los brazos a su patria. Nosotros conocemos y hemos leído su corazón, él a sido para sus amigos y su país adoptivo. ¡Oh, pluguiera al cielo darle aquí una sepultura para llorar sobre su polvo sagrado!".

Si en realidad, las cenizas del padre Castilla se hallan en un cementerio de Madrid, España, ¿por qué no traerlas a la tierra que él tanto amó? Sería ese acto el mejor homenaje que puede rendirse a la memoria del ilustre prócer. Sería, asimismo, la lección práctica que ilustra mejor a las nuevas generaciones sobre cómo los guatemaltecos deben honrar a aquellos ciudadanos que nos trazaron las sendas a seguir para ser libres y estar en el constante servicio a la patria.

Arturo Vadés Oliva
Breves apuntes sobre la Independencia
Editorial "José de Pineda Ibarra"
Ministerio de Educación Pública
1969

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